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De la universidad a la cancha

INDIAN WELLS -- Hace pocos años hemos ingresado en la era en la que las torres del circuito pueden devolver pelotas bajas y correr a una velocidad de jugador de estatura promedio. Juan Martín del Potro, Marin Cilic, Milos Raonic, Sam Querrey, John Isner, todos superan o arañan los dos metros y han llegado, al menos, al top 20. Este sábado, Isner dio un paso propio de su contextura, al vencer a Novak Djokovic en semifinales del BNP Paribas Open de Indian Wells. Llegará al top ten pero, como respondió en la primera pregunta de su rueda de prensa hace algunos minutos, "todavía me falta un partido, eso es lo que más importa". Falta la final con Roger Federer o Rafael Nadal.

Isner eligió un camino diferente. A los 26 años, afirma que se siente "más joven, sin la carga de otros", porque comenzó con el circuito a tiempo completo en 2007 en torneos futures por Estados Unidos. Antes, decidió completar una carrera universitaria, en la Universidad de Georgia. Entre 2003 y 2007 la representó en los campeonatos universitarios y la llevó al título. Se recibió en Speech Communication, que en otros países y universidades podría llamarse Comunicación Social, o similares. Claramente, sabe cómo dar sus discursos.

"Ir a la universidad me quitó la presión. Como había estado ahí cuatro años, siempre se puede regresar a ese lugar. Cuando tenía 22 y decidí ser profesional, no tenía expectativas. Sólo quería salir y dar lo mejor de mí. Definitivamente, excedió todo lo que creía posible. Jamás pensé que llegaría al top ten, pero ahora quiero escalar más alto. La universidad, seguramente, fue instrumental para mi éxito. Si no hubiera asistido, no estaría aquí sentado hoy", afirma el estadounidense, con la típica gorrita en su cabeza, ya sea para adelante o para atrás.

Isner recuerda que en la etapa previa, durante su paso por la secundaria, no era el jugador más coordinado. "Todavía estaba creciendo, tratando de adaptarme, y no fue hasta el primer año de la universidad que me sentí realmente a gusto en una cancha de tenis", afirma. A partir de allí, trabajó para ponerse a punto físicamente. "Para mantenerme, tengo que ser fuerte y disciplinado, porque si no, todo comienza a romperse. Por suerte soy consciente de eso, y tengo un buen comportamiento fuera de la cancha y en el gimnasio".

En agosto de 2007, en Washington, mostró su documento de identidad. El chileno Fernando González debió bajarse del torneo por problemas físicos y liberó una invitación especial, que cayó para Isner. Después de una seguidilla de cinco victorias, Andy Roddick lo frenó en el partido decisivo. En el US Open 2009, cuando venció a Roddick en un Arthur Ashe colmado, recuerda que sintió que "finalmente pertenecía" a ese nivel. En la cancha 18 de Wimbledon 2010, ya saben, escribió la que quizá termine siendo su página más recordada: ganar el partido más largo de la historia, las 11 horas y cinco minutos en tres días, ante el francés Nicolas Mahut.

Isner tiene una ventaja, en realidad dos. Primero, su servicio, uno de los mejores en cuanto a violencia y ubicación. Segundo, la tranquilidad que le brinda esa capacidad para sus games de devolución. Él sale a tirar, la presión es del rival, y así lo confirmó Djokovic: "Tienes que confirmar sí o sí tu saque y eso es mucha presión, sabiendo que el de enfrente saca tan bien. En especial, cuando llega un tie-break". El Nº 1 del mundo bromeó: "A veces, cuando John hacía un buen saque, miraba la velocidad de la pelota en el reloj, para admirarlo, porque nunca llegaré a eso".

No importa que la superficie no sea rápida: Roger Federer lo sufrió en el último enfrentamiento de Copa Davis en Suiza, en polvo de ladrillo. Más ejemplos, en la extramadamente lenta sintética del último Masters 1000 de París, donde venció al español David Ferrer y se instaló en semifinales. Con los años, Isner mejoró su movilidad, los golpes, sabe traer pelotas con slice, y sólo tiene una misión: atacar con el drive y cerrar adelante. Si los disparos de derecha aterrizan dentro del rectángulo, son tiros increíbles; de lo contrario, pueden salir partidos muy aburridos.

Todo lo propone él, por eso tiene el privilegio de no importarle el rival. "El plan de juego contra mí es tratar de moverme lo más posible, lo sé antes de entrar a la cancha. No me importa quién está enfrente, siempre trato de hacer lo mío". Este domingo, lo único que puede frenarlo es la presión de disputar su primera final importante, sin importar si su rival se llama Federer o Nadal.

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