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El hombre que ya lo logró (casi) todo

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Cuando el estadounidense Mark Spitz logró el histórico récord de ganar siete medallas doradas en unos mismos Juegos Olímpicos, en Munich 1972, faltaban trece años para que Michael Phelps naciera, un 30 de julio de 1985. Sin embargo, para el nadador de Baltimore, Spitz fue la inspiración. El espejo. La meta.

Primero, para dedicarse a la natación. Después, cuando se fue percatando de que era realmente bueno en esa actividad, para intentar quebrar su marca de los Juegos de Alemania.

Phelps ya había ganado campeonatos nacionales y trascendentes medallas en diversas competencias cuando llegó a Atenas 2004. Pero no lo conocía nadie. Sí los especialistas en natación. Sí la gente de su Estado. No el gran público.

Sin hablar demasiado, muy concentrado en su meta, empezó a competir en la capital griega. Enseguida comenzó a llamar la atención de quienes no seguían con especial atención el deporte del agua. Una, dos, tres. Empezó a sumar preseas doradas.

Allí todos comenzaron a recordar el gran récord de Spitz, ese que parecía eterno. En los tiempos modernos, ninguna marca parece resistir demasiado. Pero la del estadounidense en Munich ya tenía 32 años de vigencia.

Su amigo -justamente su amigo- Ian Crocker tuvo una mala actuación en el primer tramo del relevo 4x100 y ya no hubo forma de remontar. En una carrera donde todos los pronósticos daban a Estados Unidos como ganador, el conjunto norteamericano sólo obtuvo el bronce.

Se esfumaron las chances de Phelps de superar el récord de Spitz. Ahí empezaron sus ansias por lograrlo cuatro años después, en Beijing 2008.

"Voy a mostrar al mundo algo nuevo, nunca visto", vaticinó a días del comienzo de esa justa.

Tal vez, todavía con la sangre en el ojo por haber quedado tan cerca de su íntimo objetivo cuatro años antes, dejó un poco de lado el perfil bajo.

Llegó motivadísimo a Beijing y, tras algunos obstáculos -como la memorable carrera de 4x100 libre, donde su compañero Jason Lezak, y no él, fue el muchachito de la película en una durísima disputa ante Francia- lo logró.

Así, todo rápido, en la vorágine de nueve días de competencia. Nueve días y el propósito de su vida deportiva cumplida.

Después vinieron las polémicas, una suspensión de tres meses por haber sido fotografiado fumando marihuana (fuera de competencia), un choque sin consecuencias con su automóvil y demás cuestiones que sólo salieron a la luz por la fama que le dieron sus actuaciones en el agua.

Casi nadie le perdonó que fuera un ser humano. Tenía que ser un hombre-pez todo el tiempo.

Un par de años de cuasi desaparición de la escena pública. Años en los que comenzaron las dudas sobre su nivel de motivación para seguir nadando luego de haber cumplido la meta de su vida.

Récords, Spitz, medallas, Beijing. Todo había quedado atrás. ¿Y ahora?

"En los últimos dos años realmente no he tenido la carrera más exitosa, pero ahora he ganado mucho en confianza tanto dentro como fuera de la piscina. Recuperé la motivación para hacer algo grande", dijo el mes pasado, como para ir despejando incógnitas.

Días después, aclaró que tiene en mente una nueva gran meta para cumplir en los Juegos Olímpicos de Londres. Aunque aseguró que no la revelará.

¿Será la de ganar al menos tres medallas para convertirse en el atleta con más preseas en la historia de los Juegos? Hoy tiene 16 (14 de oro y dos de bronce) y sólo es superado por la gimnasta rusa Latynina Larissa, quien acumuló 18 (9-5-4) entre las justas de 1956, 1960 y 1964.

Es la última estadística olímpica importante que le queda por liderar. Hasta hoy, es el atleta con más medallas de oro en la historia, y también el que más preseas doradas consiguió en un mismo Juego.

De todas formas, parece improbable que esa sea su gran meta en Londres. Para lo que nos tiene acostumbrados, tres medallas, y de cualquier color, no es desafío suficiente para él.

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