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Dos Mundiales, qué no ni no

La foto previa al encuentro entre Uruguay y Argentina, en la final de los Juegos de Amsterdam 1928 ESPNdeportes.com

BUENOS AIRES -- José Nasazzi nació junto con el siglo, en 1901. Cuando se enteró de que iba a jugar los Juegos Olímpicos con la Selección uruguaya en París tenía 23 años y trabajaba en los talleres de marmolistas que se dedicaban a la construcción del Palacio Legislativo de Montevideo. Era el capitán de Bella Vista, pero el fútbol aún era amateur y por eso los cracks del torneo charrúa debían ganarse la vida fuera de las canchas.

El mariscal fue convocado para viajar a Francia y enseguida le dijo a la máquina con la que trabajaba: "Nunca más te voy a agarrar en mi vida...". Y tuvo razón, porque cuando regresó del viejo continente fue contratado por los Casinos Municipales de Montevideo. La historia del capitán es sólo una metáfora de cómo le cambiaron la vida al fútbol uruguayo los títulos olímpicos de 1924 y 1928. Esas medallas marcaron la graduación de una potencia mundial.

En el torneo de fútbol de París '24 participaron 22 Selecciones, 19 de Europa más Estados Unidos, Egipto y Uruguay. Casi nadie conocía al pequeño país oriental. De hecho, el diario francés Le Temps publicó antes del certamen: "Nos apena que sean tan torpes estos jóvenes sudamericanos. Han venido desde tan lejos y tendrán que volverse después del primer partido".

Pero los charrúas tenían otros planes. Debutaron con una goleada 7-0 sobre Yugoslavia. Casi nadie los conocía, pero tras esa presentación se ganaron el respeto de todos. Luego, eliminaron a EEUU, Francia y Holanda hasta llegar a la final contra Suiza.

Allí, en Colombes, nació la mística uruguaya. Hace 88 años Sudamérica ganaba su primer título importante y demostraba que aunque el fútbol nació del otro lado del océano es en esta tierra donde mejor se juega. Petrone, Cea y Romano marcaron los goles de los campeones, que después de la ceremonia de coronación recorrieron el campo de juego mientras la gente los ovacionaba y les tiraba flores. Aquella fue la primera "vuelta olímpica" de todos los tiempos.

Pero en la Ciudad Luz los uruguayos no sólo pasearon su talento futbolero, también exhibieron su encanto latino. Quien más disfrutó de la noche parisina fue José Leandro Andrade, un moreno mediocampista que derrochó talento en las pistas francesas y hasta se dio el lujo de bailar un tango con la célebre Josephine Baker, según cuenta la leyenda. Incluso, en una ocasión se ausentó de la concentración y su amigo Ángel Romano debió ir a buscarlo a una dirección que él mismo le había pasado. Era un lujoso apartamento en el que varias hermosas mujeres acompañaban al crack charrúa.

Tras aquella victoria en Colombes nada fue lo mismo para la Selección de Uruguay, que se había ganado un nombre en el ambiente futbolístico internacional. Cuatro años más tarde, ya eran los candidatos a obtener la medalla de oro en Amsterdam. Pero allí iban a tener un adversario peligroso y muy conocido: Argentina.

En aquel momento, los Juegos Olímpicos eran el campeonato futbolístico más importante de todos, porque la Copa del Mundo aún era sólo un sueño de Jules Rimet. En la capital holandesa fueron 17 los equipos que participaron del campeonato, doce de los cuales eran europeos, tres sudamericanos -también jugó Chile-, Estados Unidos y Egipto.

Uruguay tuvo un camino muy duro que logró superar con una facilidad asombrosa. Venció 2-0 a los locales, goleó 4-1 a Alemania y derrotó por 3-2 a Italia. En la final el adversario fue el esperado: Argentina, que había marcado la inverosímil suma de 23 goles en tres encuentros: 11-2 a EEUU, 6-3 a Bélgica y 6-0 a Egipto. Resultados de otra época, el clásico de siempre.

La primera polémica de la definición tuvo que ver con el árbitro. Tras la semi de 1924, Holanda protestó por un penal cobrado a favor de Uruguay, pero el Comité Olímpico no le dio curso al reclamo y avanzaron los charrúas. Días después, fue designado para la final de Colombes un árbitro holandés, algo que provocó la protesta de los sudamericanos. Entonces, se hizo un sorteo y finalmente un juez francés dirigió el encuentro ante Suiza.

Por todo esto, el nombramiento del local Johannes Mutters para el encuentro Argentina-Uruguay en Amsterdam despertó la preocupación en el plantel celeste, aunque esta vez nadie pudo modificarlo. Otra de las cuestiones que generaron controversia entre los uruguayos antes del partido más importante de sus vidas fue la "renuncia" de Adhemar Canavessi.

El defensor, siempre titular en el conjunto dirigido por Primo Gianotti, tenía la extraña idea de que atraía la mala suerte sólo ante el rival más temido. Él mismo estaba seguro de que si jugaba, Uruguay iba a perder como ya lo había hecho en el último clásico, en el que Canavessi convirtió un gol en contra. Por eso, en lugar de subir al bus con sus compañeros, se quedó en el hotel y no participó de la final. Sí, al parecer el hombre tenía razón.

Necesitó dos partidos Uruguay para doblegar a Argentina. En la primera final empataron 1-1 ante más de 28 mil espectadores en el estadio Olímpico. La revancha se jugó tres días después en el mismo lugar y con casi la misma asistencia. Allí, la Celeste ganó 2-1 gracias a los tantos de Figueroa y Scarone y se colgó la medalla más valiosa una vez más.

Hoy, la camiseta de la Selección charrúa tiene cuatro estrellas, a pesar de que sólo ganó dos Copas del Mundo. Las otras dos corresponden a los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, que fueron considerados por la FIFA como los dos campeonatos más importantes de esos años. Por eso, los uruguayos no dudan en decir que son tetracampeones del mundo. Y tienen razón, porque en la década del veinte, la última de la era pre-Mundial, ellos eran los mejores, sin discusión.

Diez medallas olímpicas ganó el deporte uruguayo en toda la historia, sólo dos de las cuales son doradas. Sí, el fútbol fue el único deporte gracias al cual la bandera azul y blanca subió a lo más alto del podio.

"Uruguayos, uruguayos, dónde fueron a parar, por los barrios más remotos de Colombes o Amsterdam". En su canción "Los Olímpicos", Jaime Roos recuerda a sus compatriotas que dejaron el país obligados. Para eso, hace referencia a dos ciudades que cambiaron la historia del fútbol charrúa para siempre: Colombes y Amsterdam.