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Rafa, siempre Rafa

BUENOS AIRES -- Volvió a avisar. Ya es una costumbre, muy sana para él, en general dolorosa para sus grandes rivales, que llegan las principales citas sobre canchas lentas y Rafael Nadal sobresale. Esta vez, el español logró su 6º título en Roma, otro récord de esos que llevan su sello indeleble, para conseguir otra vez la marca máxima de coronas en los Masters 1000, con 21. Así, suma 49 torneos conquistados, 35 de ellos en arcilla.

Aún sin jugar en su nivel más alto, como supo hacerlo en muchísimas ocasiones, el famoso zurdo de Manacor volvió a gritar campeón. Y eso tiene un mérito extra, porque así y todo pudo vencer a Novak Djokovic, el rey del circuito, tomándose revancha de la caída sufrida ante el serbio en la final del Abierto de Italia del año pasado. Además, el plus fue el premio a recuperar el 2º lugar del ránking, quedando otra vez por encima del suizo Roger Federer.

A menos de una semana de Roland Garros, uno de los grandes "feudos" de Nadal, el español volvió a sonreír con este paso ganador por Roma. Pensar que hace sólo un mes se adjudicó su primer título desde que se coronara por sexta vez en París, en 2011, al obtener la copa de Monte-Carlo por octavo año consecutivo, un récord único y muy difícil de repetir. Y enseguida se impuso por séptima vez en Barcelona, otra marca sensacional.

De esta manera, haciendo un repaso por las proezas de Nadal en su favorito polvo de ladrillo rojizo, se comprueba que jamás perdió una final en Monte-Carlo (ganó las ocho que jugó allí), ni en Barcelona (triunfó en las siete), ni en Roland Garros (celebró en seis ocasiones). Sólo en Roma, hace 12 meses, en la mencionada caída frente a Djokovic, cedió en una definición en uno de estos torneos.

El mérito particular es que, si bien ahora lleva apenas tres títulos en 2012, marcó otra vez territorio al hacerse sentir justo en la antesala al Abierto de Francia, a días del histórico Mundial de canchas lentas, el único Grand Slam que no se disputa en superficie rápida. "Rafa" venía de sufrir un duro golpe en la polémica, innovadora y resbaladiza arcilla azul de Madrid, donde perdió en octavos en un duelo casi liquidado ante su connacional Fernando Verdasco, y así salió adelante con autoridad.

Con su estupenda y férrea defensa, la mejor del mundo, el máximo exponente de la arcilla en la historia del tenis hizo el clave "borrón y cuenta nueva" a lo ocurrido en Madrid, dejando en claro que en el tradicional polvo de ladrillo rojo es casi imbatible. Como si fuera poco, venció con claridad a su compatriota David Ferrer en semi y a Djokovic en la final, sus "víctimas" en las finales recientes, ya que venía de superar a Ferrer en Barcelona y al serbio en Monte-Carlo.

En los duelos personales, Nadal está 18-14 sobre Djokovic y hay paridad de 7-7 en definiciones de campeonatos, con rachas llamativas, ya que el español había ganado las cinco primeras finales entre sí, luego el serbio se impuso en siete seguidas hasta la dramática del Abierto de Australia de enero de este año y ahora el escolta triunfó en dos al hilo contra el líder de la ATP. Por eso vale doble este éxito para el español, al ganarle otra vez en su piso predilecto.

Así las cosas, Nadal consiguió su 7º Masters 1000 sin ceder un set y volvió a sacarle una corona de esta categoría -la siguiente a los Grand Slam- a Federer. En estos dos meses, estuvieron cabeza a cabeza, ya que el suizo festejó en Indian Wells e igualó los 19 Masters 1000 del español, después el zurdo llegó a los 20 al repetir en Monte-Carlo, lo empató el helvético con su gran victoria en Madrid y ahora el de Manacor alcanzó la cifra de 21.

Esta lucha tiene cierta importancia para estos archirrivales, quienes sin dudas se fijan más a la hora de contabilizar las copas que levantan en los Grand Slam, donde Federer ostenta el récord de todos los tiempos, con 16, mientras que Nadal acumula 10. Por eso, el español se ilusiona con volver a sumar en ese rubro en el inminente Roland Garros, ya que en el último año y medio se les complicó mucho a ambos en los 'Majors', ya que "explotó" Djokovic ganando cuatro de los cinco últimos en juego.

Por todo esto es que la victoria de Nadal en Roma adquiere un valor especial para él. Implica, además, una preocupación adicional para Djokovic, que apunta justamente a obtener por primera vez la corona de Roland Garros, su único Grand Slam pendiente, y para Federer, que tuvo un sensacional comienzo de temporada, con cuatro títulos y el reciente en Madrid. Ellos y Ferrer, una constante amenaza en arcilla, son conscientes que el panorama se les volvió a complicar con vistas a París.

Sin ir más lejos, el propio Nadal reconoció que haber superado en dos parciales en cuartos de final al checo Tomas Berdych, finalista en Madrid, fue otro envión anímico muy importante. "Estoy feliz por ganar Roma sin perder un set ante Berdych, Ferrer y Djokovic", afirmó. Así, a pocos días de cumplir los 26, Nadal ratificó su tremendo potencial en arcilla, mientras que Djokovic, un día antes de su 25º cumpleaños, terminó con una mueca de bronca y angustia.

Es que la de Roma fue una final sin gran brillantez, no como otras jugadas por estos dos monstruos. Ninguno estuvo muy preciso con sus saques, sin marcar presencia, y el serbio se equivocó, en pos de buscar la iniciativa y dominar los puntos, mucho más de la cuenta. Sabiendo muy bien que, si espera y se pone a pasar pelotas, el mejor en ese estilo es el español, fue Djokovic el que forzó, pero no lastimó con su revés cruzado ni con el paralelo como ya le había tomado el punto a Nadal el año pasado.

Hubo varios momentos en los que el serbio padeció, como tantas veces le ocurrió a Federer en arcilla, esa desmoralizadora e incansable defensa del zurdo de Manacor. Fue en general Djokovic el que trató de tomar el mando, aunque se equivocó con disparos cortos y largos, y eso fue una ayuda extra para un Nadal paciente, en algunos instantes retrasado, pero siempre preparado para ser punzante con sus contragolpes.

Por eso, repetimos, no se vio una final vistosa ni muy interesante en cuanto a ver a dos versiones ultra sólidas. Está claro que el más consistente y efectivo fue Nadal, que aprovechó la falta de remate de Djokovic en el tramo final del primer set. Y eso, es sabido por todos, es un boomerang ante el español y así fue como el escolta terminó marcando una diferencia sobre el líder. Ese quiebre mental fue determinante y en el segundo parcial se amplió la brecha.

Ya una vez que Nadal tomó esa ventaja, no tuvo respuestas el serbio, ni psicológicas ni de juego, para torcer el rumbo. Al no arribar ambos en su plenitud, era en la previa el español el favorito en esta definición romana, por tratarse de cancha lenta y por su victoria reciente sobre Djokovic en suelo monegasco. Eso se trasladó en gran medida al rectángulo y por eso ganó Nadal, siendo más duro mentalmente y otorgando menos huecos. Por eso vuelve a ser el hombre a vencer en Roland Garros. Como siempre.

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