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Vilas: Así gané Roland Garros '77 (III)

El gran Willy Vilas, inolvidable en Roland Garros Getty Images

MÉXICO ---- Guillermo Vilas marcó un antes y un después en la historia del tenis en Latinoamérica. Y el 5 de junio de 1977 a su vez marcó un fin y un nuevo comienzo en la carrera del argentino. Hace 35 años, así vivió Vilas su coronación como el rey del Abierto de Francia.

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"Ya había perdido muchas finales, ya había soñado muchas veces con ser campeón. Y no se me daba. A principios de ese año había perdido con Roscoe Tanner el encuentro decisivo del Abierto de Australia, un partido que supuestamente debía ganar. ¡Y no se me dio! Entonces ya nada más interesaba. Solo valía vencer. Pero todavía había dudas. Lo único que me falta ahora es que pierda contra un tipo que nunca me ganó, me dije cuando tuve que enfrentar en semifinales a Raúl Ramírez. Allí tenía dos caminos: seguir dudando o jugarme. Al final, lo maté (6--2, 6--0, 6--3)".

"Antes de la final no pude dormir, me la pasé haciendo ejercicios de relajación. Rutina pura. Pero justo antes del partido, después de una hora de entrenamiento matutino, Tiriac me sacó completamente de esa rutina: me agarró y me llevó a entrenar cuarenta y cinco minutos más a la cancha 1. Yo me enojé. No quería cambiar. Él me decía: Te transformaste en un esclavo de tu rutina, tengo que romper eso. Pero yo estaba verde. Y fui a jugar solo porque le tenía confianza".

"Para mí, la final (contra Brian Gottfried) fue eterna. Lo mío era tan asesino, tan 'esta es mi oportunidad y no la voy a dejar pasar' que nada entraba por mi cabeza. Era una roca. Impresionante. Nada cambió de un set a otro. No dejé que mi cabeza se escapara. Así triunfé (6--0, 6--3, 6--0)".

"Reaccioné solo cuando escuché que me nombraban como el campeón. Después, no me acuerdo haber subido a recibir la copa, ni quién me la entregó, ni qué pasó, ni quién estaba. No me acuerdo de nada. Así de tremenda era la abstracción. Quedé vacío, extenuado. Había tanta ansiedad, era algo tan importante dentro de mi vida, que ni me di cuenta de lo que ocurrió. Pero por un mes no pude dormir. Soñaba con el evento, con los partidos".

"Me acuerdo que después de ganar, guardé toda la ropa que había usado en un bolso. No quería volver a usarla porque, tarde o temprano, iba a perder con ella. Para jugar Wimbledon elegí unas remeras verdes y azules. Y perdí. Entonces hice mandar a buscar la ropa de vuelta. El resto de esa gran temporada lo jugué con la misma ropa de Roland Garros. Ahí también empecé a escribir mi diario. Escribía todo lo que sentía, todo lo que pasaba, todo. Pero no creaba. Ponía lo primero que se me venía a la cabeza. Hasta que de repente, me quedaba vacío. Al día de hoy, nunca releí lo que escribí".

"No volví a Argentina porque fue ese alejamiento de todo lo que me ataba lo que me permitía concentrarme en lo mío. Yo no quería tener ninguna relación con nada que me implicase exteriorización de sentimientos. Era una toma de realidad. Yo me di cuenta de que eso era lo que a mí me daba resultados. Lo que yo hice, para mí, tiene un valor gigantesco. Y no lo cambiaría por nada ni por nadie. No me di alternativa. Ese torneo era a ganar o ganar".

"Recuerdo que una vez escribí en mi diario: Si alguna vez llego a ser un gran jugador, será cuando gane Roland Garros, porque es el torneo que más cerca estoy de conquistar. Era el que más me merecía. Y conseguirlo me indicó que estaba en el camino correcto".

"No presté atención (a la repercusión por el triunfo) porque no era un indicio de nada. Era autónomo, y tampoco quería saber demasiado. No leí nunca los diarios. Durante los quince días del torneo no hice una sola llamada telefónica. Corté la línea del hotel y no hablé con nadie. Recién el domingo después del triunfo me comuniqué con mi familia. Necesitaba ser un autómata inteligente para ganar un Grand Slam".

--¿Qué habría pasado si no lo hubieses ganado?
--Si no lo hubiese ganado, hoy estaría viviendo en Tierra del Fuego.