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Del vino y el asado

PARIS -- Yaroslava Shvedova –Slava, para los suyos- llega al encuentro con un par de anteojos distinto al que utilizó para vencer a Na Li. Muestra su típica sonrisa amplia: el triunfo sobre la campeona vigente de Roland Garros pudo haber significado un pasaje directo a los Juegos Olímpicos. Habrá que esperar el torneo y ver cómo se acomoda el ránking. Por el momento, hay que pensar en lo inmediato: cuartos de final ante Petra Kvitova, y una nueva posibilidad de seguir sorprendiendo y progresando.

Slava ya ha contado parte de su historia tras una operación de rodilla y el bajón anímico tras la partida de su entrenador, que, desilusionado con el tenis femenino, decidió abandonarla, la kazaja nacida en Moscú debió subir la montaña sin ránking y de la mano de un equipo argentino: Emiliano Redondi como entrenador, Mariano Gaute como preparador físico, la kinesióloga Adriana Forti y el médico Enrique Prada.

"Este triunfo es un trabajo en equipo, no lo podría haber hecho sin ellos", dice Slava sobre su victoria ante Li, y pide que no la llamen Yaro, que no le gusta. Su trabajo con Redondi y Cía comenzó en septiembre e incluyó la pretemporada de un mes en Buenos Aires. El comienzo de su estadía en una ciudad tan ajena no fue el ideal. Primera lección porteña: el asado. Calificación: reprobado.

"El fin de semana que llegó al país, la llevé a comer a un lugar muy bueno, al que había ido muchas veces, para que conociera a mi señora y mi hijo", recuerda Redondi. "Nos trajeron una carne malísima, que ni yo comí. '¿Esta es la carne argentina?', me preguntaba Slava. "No, no, te juro que no", le decía. Llamé al encargado, le dije que ella venía de Rusia. El tipo ofreció disculpas, la carne era del día anterior. No me la cobraron, pero yo quería que me la cobraran y trajeran algo bueno", se ríe Redondi.

El segundo asado fue casero. "Me salió normal, pero ella me dijo que la carne le gustaba con nada de grasa, y la tira de asado tiene mucha. Después le hice otro y le gustó más", agrega el entrenador. "Yo ya estaba caliente, porque cuando le preguntaban sobre la carne argentina, ella decía que no era gran cosa". El orgullo argentino estaba por el piso.

Durante la pretemporada, Shvedova caminaba las calles de Buenos Aires y también las recorría en bicicleta. Por la mañana, al gimnasio en el barrio de Núñez, no muy lejos de la cancha de River Plate, allí donde la esperaba su preparador físico. Los trayectos en bicicleta continuaban hasta el consultorio de la kinesióloga y de vuelta a casa, entre calles transitadas, caos de tráfico y autopistas. "Cuando era chica vivía en Chernogolovka, una ciudad pequeña 40 kilómetros al norte de Moscú, y usaba la bicicleta para ir a entrenarme. Lo mismo hacía mi padre para ir a trabajar. En Moscú lo mismo, y ya tengo la costumbre del tránsito de allí. Nada me iba a preocupar", le comenta ella a ESPNDeportes.com. Shvedova heredó el amor por el deporte de su madre, Nurziya, campeona mundial en ultramaratón de 100 kilómetros.

En Buenos Aires, la tenista que fue 29ª del mundo en 2010 logró empatía con la gente; hacía las compras en el mercado cercano a su departamento en la zona pudiente de Las Cañitas, y le pedía a Redondi que se tranquilizara. "Yo sé que vos me hablas mucho de la inseguridad y los delitos, pero yo me siento muy cómoda", repetía ella, y le comparaba la Buenos Aires de diciembre con Melbourne. Nacida en la Rusia comunista, Slava heredó la sencillez de sus padres. "A veces uno piensa que porque ella viene de afuera, porque tuvo buen ranking o esté acostumbrada al glamour, algo podría incomodarla, pero Slava siempre me recuerda que no hay problema, me cuenta cómo era todo de pequeña y me deja pensando", admite Redondi.

La primera semana, entonces, comió carne mala y había un viento terrible en los entrenamientos en el Centro Asturiano, cercano al Río de la Plata. "Al segundo día, ella me preguntó: '¿Todos los días son así en la Argentina?'. Era como para decirme que se volvía a Kazajstán. Yo me quería matar", recuerda el entrenador.

Sin embargo, hubo un gancho que capturó a Shvedova más allá de la tarea principal por la que había viajado, que era lograr la base física y tenística para el 2012. El vino. Los diálogos sobre la uva, los gustos, la conservación, producción y demás asuntos relacionados se repetían, también las visitas a comercios específicos y recomendaciones.

"El Malbec me encanta", dice ella y vuelve a sonreír. "Siempre trato de buscarlo pero es difícil de conseguir. En Barcelona hay un negocio que vende artículos argentinos, a veces me traen de allí". El vino también estuvo en su mesa de fin de año, en lo alto del edificio donde vivía, ya con la presencia de su novio kazajo, quien llegó especialmente. Allí se maravillaron con los fuegos artificiales que cubrían la ciudad. En Moscú, la mayoría de los fuegos de artificio se concentra en la Plaza Roja.

En la pretemporada, Redondi había armado lo que llamó un shock de entrenamiento duro. "Ella se operó de amígdalas justo antes de venir, así que arrancó mal. Había estado mucho tiempo en cama, comiendo mal, bajó de peso. Entrenamos muchas horas para que tuviera más confianza en su físico. Todavía hoy sigue sintiendo dolores que le provocan inseguridad", cuenta el coach.

El trabajo con Shvedova necesitó una preparación previa: Redondi nunca había trabajado con una mujer. Hubo entrevistas con ex entrenadores y ayudó la experiencia previa de Gaute, quien hasta lo instruyó en asuntos precisamente femeninos. "No conocía demasiado del asunto hormonal", apunta el argentino. "Hay ciertos días al mes en los que, si las entrenás de más, se lesionan. Depende de cada una, pero después de menstruar, muchas quedan anémicas. Me pasó con Slava, de los primeros cinco períodos, en cuatro se lesionó en el esfuerzo típico de la competición, un tironcito, una molestia...". En la entrevista con Redondi hay una coincidencia: el asunto del tenis femenino visto desde la óptica del tenis masculino, será tema para otro extenso artículo.

Shvedova avanza en Roland Garros pero de alguna manera extraña su paso por México, donde jugó torneos WTA y también los menores, de la Federación Internacional. "Éramos como una gran familia, la pasé muy bien allí, espero volver algún día". De nuevo en el Top 100 tras su paso por París, agradece al equipo argentino y también a su psicóloga australiana, cuyas sesiones se arman vía Skype. Cada 10 ó 15 días, ambas planifican una sesión de análisis que le ayuda más allá de su profesión.