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Los ingredientes del campeón

PARIS -- Esta vez, Rafa no quería escuchar al tío Toni. Ninguna palabra. Se recluyó en su habitación y pidió que le subieran la comida (el famoso "room service"). No bajó a cenar con su equipo. Para intentar dormirse, miró un video de su héroe, Sengoku Basara, un episodio que había visto varias veces. Le dio sueño, finalmente cerró los ojos y dejó de pensar en la final de Roland Garros.

En la mañana del lunes, los nervios seguían allí. Inseguridades. Djokovic. Las finales perdidas en Wimbledon, US Open y Australia. La ventaja que se iba esfumando hasta que apareció la lluvia. El "qué pasaría sí". La charla técnica de la mañana -- esta vez, lógicamente, tenía los oídos dispuestos a recibir consejos e indicaciones-- no lograba calmarlo del todo. Toni fue claro en el mensaje: "¡Deja de pensar en Djokovic, piensa en tu juego!".

"No me sentía listo para el partido en las horas previas. Estaba muy nervioso, más que lo usual para esta situación, probablemente", reconoce Nadal en el encuentro con la prensa; la botella de agua en su mano derecha, el trofeo de campeón a su izquierda. "Estaba 'jugando' el partido desde el viernes por la tarde, mucho tiempo preparándolo. Ayer con la lluvia, suspensiones, y hoy estaba cansado y nervioso. El momento en el que me sentí listo fue tres minutos antes de entrar a la pista".

Tres minutos antes, dice Nadal. Unos diez minutos después, estaba golpeando a la bola como mejor sabe y recuperaba el quiebre del cuarto set, aquel que Djokovic había logrado un día antes. Cada punto valía oro y platino; por eso, los raquetazos que se dio Djokovic en la cabeza (por suerte con las cuerdas y no con el marco) tras dejar un drive en la red durante el primer juego del lunes.

Las emociones se potencian en una final de Grand Slam con tanto en juego; las de los protagonistas, familiares, grupo de trabajo, espectadores... Las suspensiones, la lluvia, agregan condimentos. Djokovic y el raquetazo que agujerea su asiento de madera (y obliga el cambio de banco porque se enoja el sponsor), su padre Srdjan acusando al tío Toni de coaching; el tío Toni y la puteada al aire tras la suspensión, captada por la cámara...

Llega el lunes y siguen los estados de ánimo en sus extremos: Nadal con hambre de caza y condiciones favorables; la victoria final, Rafa que trepa al palco –casi dos metros- y se tira sobre Toni. Ambos lloran, pero nada comparable con lo que le ocurre a pocos metros a Sebastián, padre de Rafael, hombre de perfil bajo tierra, quien ríe y llora con tanta energía que parece que debieran abrazarlo para que no caiga. Xisca, novia de Rafa, disfruta a la distancia. Toni se sienta en la escalera de los palcos y sigue llorando. Los periodistas españoles no recuerdan tanta emoción en el banco del manacorense. Adiós al fantasma Djokovic en una final de Grand Slam. Bienvenido el séptimo Roland Garros y el récord.

"Si no hubiésemos parado, esta final la perdíamos", reconoce Toni, en plural, ante los grabadores en la sala de jugadores del Philippe Chatrier. "Fue importante romperle de entrada; la presión se trasladó a él", afirma el entrenador.

Queda poca gente ya en la sala, es lunes laboral, sólo los grupos de apoyo de ambos jugadores y el personal del torneo. La lluvia le agregó un tinte épico al epílogo y torció a favor de Nadal. Lo escribía en un texto anterior: para Djokovic sería muy difícil alcanzar ese estado de nirvana en el que casi cualquier tiro hacía daño. El domingo, se había logrado con la soltura del perdido por perdido, el correr del tiempo y los ajustes necesarios. Este lunes, Nadal salió con la fiereza de siempre y el serbio apenas pudo demostrar solidez en los primeros dos o tres puntos. Mejoró sobre el final pero,en el momento de apretar, del otro lado surgieron las mejores respuestas.

Un campeón es eso, un cúmulo de virtudes y circunstancias. Hay algo de suerte (la lluvia para frenar al rival en racha, pero a no olvidar que la lluvia también perjudicaba su juego el domingo porque la bola no saltaba). También hay suerte para Nadal en la pelota que toca en la faja y le deja servido el passing de revés para recuperar el quiebre.

Asimismo, influye la acción o inacción del rival, como en la doble falta de Djokovic al final, o la doble falta que había hecho en el match point en Roma. En esos puntos, un guiño hacia los tenistas amateurs: Nadal nervioso antes de completar la final; Djokovic con doble falta en el último punto... Todos sienten la presión; el tema es cómo manejarlo.

En el ítem de las virtudes, ¿cuáles hacen a Rafael Nadal el mejor jugador de la historia en canchas lentas, rótulo que confirmó Djokovic apenas perdió la final "Pffffff, tiene todo", resopla Sebastien Grosjean con el resoplido típico francés. "Nació en esta superficie, tiene el juego perfecto para ella. Le gusta jugar partidos largos, tiene la resistencia necesaria y eso también va generando un efecto en los rivales, que saben que para intentar derrotar a Nadal deberán hacer un esfuerzo increíble".

El campeón no es un fanático de la autocomplacencia o las largas explicaciones sobre sus virtudes, pero dio su visión: "Mis movimientos son probablemente los apropiados para jugar aquí, y mi tiro natural es el adecuado para la tierra. La parte mental es de lo más importante en esta superficie, más que en las otras, porque hay que correr, sufrir a veces, jugar con más estrategia, tienes más tiempo para pensar, hacer jugadas...".

En los momentos en que la máquina no funciona a la perfección, la cabeza llega al rescate. "No se puede estar increíble en todos los partidos. Cuando jugué más o menos, estaba muy enfocado en lo mental en un 100%. Eso me ha salvado muchas veces", reconoce Rafa.

La supremacía de Nadal no se puede explicar por una sola razón: hay mentalidad ganadora, que en el último tiempo estuvo algo "lesionada" por el vendaval Djokovic, inclusive en la noche del domingo, como indica el comienzo del texto. Sí apareció en el primer juego del lunes, así como en el final, cuando el español supo que debía ir a presionar. Existe también estado físico para la velocidad y la resistencia (el español admite que no está tan eléctrico como antes, que selecciona mejor cuándo gastar las energías). Si el partido se estira, es muy posible que lo gane Nadal.

Cabeza, piernas y tenis también. El tiro natural del que habla Nadal es el top, el liftado, como se decía antes. "Se siente muy pesada en la raqueta", confirma Grosjean, quien perdió tres veces con Nadal, una en Roland Garros, y hoy integra el cuerpo técnico de Richard Gasquet. "En general, ese tiro depende de las condiciones de la cancha, el clima y las pelotas. Si está más seco es una cosa; si está más húmedo, es otra".

Para Nadal, y esto va escrito en forma exagerada, la cancha primero es angosta y bien larga. La cuestión es tirar al rival hacia atrás, como quien empuja a otra persona y la hace perder equilibrio. Con el rival retrasado, la superficie se ensancha ante los ojos del español, que tiene múltiples opciones de tiro y puede abrir al rival a los costados. Allí es cuando Rafa juega con los ángulos. Del otro lado, la mitad de cancha propia se aprecia como un océano inmenso, no se sabe para dónde hay que arrancar.

"La pelota viene pesada y también viene rara", opina Francisco Roig, coentrenador de Nadal. "No sabes bien cómo picará, viborea, te toma la raqueta y hay que tener tiempo para acostumbrarse a dominarla. Rafa tiene muchas pelotas, pero hay días en los que, por ejemplo, si la confianza no acompaña, sólo sale la derecha esta", y hace un gesto como que la bola va hacia arriba.

Antes de irse con su raquetero, Marian Vajda, entrenador de Djokovic, ensaya un gesto facial que mezcla admiración y resignación: "Es un don. Su drive es un don. Lo hacía con raqueta liviana y con raqueta pesada. En mi época de jugador no he visto un efecto así". Según un estudio hecho en Australia 2009, la pelota de Nadal alcanza un máximo de 5.000 revoluciones por minuto, cuando un tenista medio le pega a 2.500 y Roger Federer tiene una media de 2.700, picos de 4.000.

"Si esperas a que bote, estás muerto. Si intentas cortar la trayectoria yendo en diagonal, te la tienes que jugar, porque quedas en mala posición", afirma Álex Corretja. "Debes estar bien asentado y apoyado en el suelo, sino te tira para atrás. Ninguna bola de ningún otro jugador es comparable", dice Carlos Moyá, quien siguió la evolución de Rafa desde que éste era pequeño.

Nadal tiene la pelota para tirar hacia atrás y otra con la que ataca. "No creo que el grip cambie mucho en esas diferentes derechas. Sí puede ser que lo cambie un poco dependiendo de la superficie. Para mí, las derechas de Rafa te desbordan, aunque para tener la perfecta, le falta esa derecha seca que te deja clavado, la que tienen Federer, González o Blake. Rafa está trabajando en ella en los entrenamientos".

Según Moyá, no se trata de cambiar excesivamente el agarre de la raqueta. "Es una cuestión más del impacto y la terminación. Muchas veces, Rafa termina el golpe con la raqueta por encima del hombro, no atraviesa la bola, la peina. Cuando logra terminar con la raqueta por debajo del hombro, suele ser mucho más agresivo".

Seguimos agregando en la lista: cabeza, físico, juego, circunstancias, acción o inacción del rival, estrategia (con los años, afirma Rafa, se ha metido más en la cancha) y, sobre todo, trabajo, una palabra que Rafa suele repetir sin cansarse. El trabajo que esta vez le permite decir que "quizás haya sido mi mejor gira sobre tierra, sin perder un set hasta la final". No incluye en ese conteo la arcilla azul de Madrid, sí los títulos en Montecarlo, Barcelona, Roma y Roland Garros. Nadal trabaja la derecha, todos los golpes en general, y considera que "la derecha, más o menos, siempre funciona bien, pero cuando el saque y el revés están bien, me siento mejor".

"Ahora le toca a Djokovic mover ficha y adaptar su juego de nuevo", afirma Moyá, quien observó el detalle de que Nadal le había vuelto a tomar la mano a Djokovic desde el tercer set de la final del US Open, si bien no pudo derrotarlo hasta Montecarlo. "Para mí, Rafa está empezando la jugada por la derecha de Djokovic mucho más que antes, sea desde el saque o restando. Se nota que le ha estudiado durante el año pasado. Puede volver a peder, pero su juego ya le hace daño", explica el mallorquín más grande.

Ahora el tenis se muda unos kilómetros al norte, llega el césped y, desde la confortable posición de espectadores, examinaremos cómo Rafa puede trasladar su confianza a un pique de bola y condiciones distintas. Eso sí, a tomar nota para mayo del año próximo: el 6 de sus zapatillas ya quedó viejo.