Emanuel Rebollo 3y

Cuenta regresiva hacia Tokio 2020: Abebe Bikila, el hombre que ganó la maratón olímpica corriendo descalzo

Los estudiosos de la maratón recomiendan:

No estrenar calzado el día de la competencia. Hay que tenerlos amoldados, por lo menos, quince días antes con uso y entrenamiento. Atarse los cordones después de quince minutos de actividad, ya que los pies se hinchan con el aumento de las pulsaciones. El tipo de zapatilla varía si el atleta tiende a pisar con el talón, la parte externa o la interna del pie.

Todos estos consejos pierden su relevancia frente a la historia de Abebe Bikila, el etíope que ganó la maratón de los Juegos de Roma 1960 descalzo.

La hazaña estuvo muy cerca de no consumarse. A pesar de las victorias y los récords que había conseguido en su país, no había sido seleccionado para participar en los Juegos. La lesión en un tobillo durante un partido de fútbol de Wani Bitaru, integrante del equipo de maratón de Etiopía, permitió que Bikila entrara por la ventana a los Juegos de Roma.

Adidas fue la marca de calzado que usaron todos los maratonistas aspirantes al oro. Con excepción de Bikila. Se probó varios pares, pero en ninguno se sentían cómodos sus grandes pies. La solución lógica habría sido resignarse al fastidio de competir con alguna de las zapatillas que quedaban. Pero el etíope optó por otra posibilidad: correr descalzo los 42,195 kilómetros. No se escandalizó, así se entrenaba en Jato, el pueblo donde había nacido.

Antes de la partida, su entrenador le anticipó que el ruso Sergei Popov y el marroquí Radhi Ben Abdesselam, con la camiseta número 26, eran los principales favoritos. Partió en Piazza di Campidoglio entre los primeros, con esas dos cifras grabadas en su cabeza. A la altura del kilómetro 20, Bikila y el corredor número 185 se habían separado del resto. Lo que no sabía era que el atleta que lo acompañaba era Ben Abdesselam, que usaba un número distinto del que se le había asignado para confundir a sus rivales.

Cuando se acercó al obelisco de Axum, Bikila decidió que era el momento de acelerar. Un kilómetro y medio lo separaban de la meta, y todavía no había superado al corredor número 26. Sus pisadas sobre el empedrado romano iban despertando los aplausos de un público asombrado que miraba cómo ese atleta, descalzo y totalmente desconocido, se encaminaba hacia el oro.

Cruzó el Arco de Constantino con un tiempo de 2 horas 15 minutos 16 segundos. Era el nuevo récord mundial. Desconfió un momento cuando su entrenador se acercó y le confirmó que había ganado. Ben Abdesselam, el falso 26, llegó veinticinco segundos después.

Bikila continuó corriendo unos metros más. Quería llegar a la columna de Trajano para vengar, simbólicamente, a su pueblo, sometido casi cuarenta años por Italia, veinte bajo el régimen de Benito Mussolini.

"Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo", pronunció el atleta de pies descalzos tras la victoria. Los locales no hicieron esperar su vendetta: durante la entrega de las medallas, en lugar del himno de Etiopía sonó el de Italia.

El recibimiento en su tierra fue asombroso. Más de 500 mil personas lo ovacionaron en una caravana que se extendió desde el aeropuerto hasta el palacio imperial de Addis Adeba. El héroe nacional saludaba desde un camión, entre una lluvia de papel picado y pétalos de rosa. Adelante, la Guardia Imperial, y de escolta un león, símbolo de Etiopía, completaban el inolvidable escenario.

Su nombre ya había quedado en la historia de los Juegos. Pero por si quedaba alguna duda, en Tokio 1964 volvió a ganar el oro en la maratón. Y quebró el récord mundial nuevamente. Todo esto, en pleno proceso de recuperación de una operación de apendicitis, realizada cinco semanas antes de la competencia. Después de cruzar la meta ejercitó durante diez minutos con una rutina de gimnasia y estiramientos. Una resiliencia admirable.

Las mismas piernas que resultaban inalcanzables para los rivales, quedaron inmovilizadas luego de un accidente automovilístico en 1969. "Los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase en los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz", reflexionó. Un año antes de su muerte fue invitado especialmente a los Juegos de Munich 1972 donde recibió su última ovación.

El dominio en las carreras de fondo cambió a partir de Bikila. Fue el primer campeón olímpico de maratón de origen africano, el continente que hoy domina la disciplina, con Kenia y Etiopía a la cabeza. La hazaña del corredor descalzo parece haber contagiado a generaciones de atletas negros que lograron subirse al podio olímpico. Todos, agradecidos a las huellas que dejó Bikila.

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