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A un paso del hepta

BUENOS AIRES -- La televisión mostraba a un niño con una cámara de fotos gigante, capturando cada momento. La lente era inmensa, no se perdía detalle. Ese niño y varios más, niños y adultos alrededor del mundo, jamás olvidaremos el tenis desplegado por Roger Federer, con varios puntos para resaltar pero uno como estandarte: la baja cantidad de errores no forzados (apenas diez).

Una regularidad infrecuente
Superado por la velocidad de tiros y piernas de sus rivales, al suizo le costaba encontrar precisión y regularidad en el tenis ultraveloz. Su estilo de ataque controlado se desconfiguraba en algunos momentos, como ocurrió en Roland Garros y también en otras oportunidades ante Djokovic o Nadal sobre superficies rápidas.

Otro ítem a considerar de la semifinal de hoy: el servicio de Federer, con la colocación que siempre le ponderamos, una gran efectividad de puntos ganados con el segundo (72%, casi como los 75% del primero) y apenas tres break points enfrentados, de los cuales salvó dos.

Tercero, y no menos importante, una gran tarea con el revés. Se sabía que el slice de pique bajo mantendría a raya a Djokovic, pero las aperturas logradas con el revés cruzado, los sobrepiques y cambios repentinos con el paralelo, marcaron una diferencia con respecto a otros partidos. Las condiciones de juego ayudaron a que así sea, por eso pasamos al punto 2.

El mejor jugador bajo techo
Federer es el rey de los partidos disputados indoor: lo ha demostrado una vez más a finales de 2011 y también en los torneos de febrero. Más rápida la superficie –podría contarse Dubai, que es al aire libre, pero con un cemento muy veloz-, mejor rinde Roger. Juego por la línea de la cintura, como se apreció hoy en su revés.

Después de tantas quejas por la homogeneización de las superficies, que lleva a decir a jugadores como el doblista austríaco Julian Knowle que "este año, Roland Garros fue más rápido que Wimbledon"; luego de tanto césped duro y la cancha central de Wimbledon gastada sólo en la línea de base, es gratificante observar una diferencia en este partido en un césped indoor, más húmedo. Los quiebres que deciden un set, el saque que le gana a la devolución, las defensas más débiles. No implico que sea el tenis más vistoso, sino que bienvenida la variedad, al cambio con respecto a lo que ocurre en casi todo el resto del año.

En el primer enfrentamiento entre ellos en césped, el primer set se decidió en apenas 24 minutos, el segundo en 30... Total del partido, 2h19. Pasó volando, como un drive de Federer.

Wimbledon, el jardín de su casa
¿Cómo podría influir el hecho de que se tratara del primer enfrentamiento de ambos en la Catedral? Sorprendió la rapidez de la cancha, no sorprendió que Roger saliera agrandado como aquel equipo de fútbol que ruge desde el minuto cero para hacerle sentir la presión al rival.

En Wimbledon, Federer ha ganado el torneo junior, ha vencido a Sampras en el que sería el único enfrentamiento entre ambos, tiene público volcado enteramente hacia él, ha ganado su primer Grand Slam, ha recuperado el Nº 1 en 2009 y puede volver a hacerlo el domingo. Definitivamente, si bien Djokovic conoce el paño verde por ser el último campeón, el lugar y las condiciones terminaron alzando la moral de Roger.

La falta de pelea de Djokovic en el último game, los signos de presión de Djokovic –¡todos lo sienten!, por ejemplo, aquel smash en el 4-5 y 15-30 del tercero, otras doble faltas clave-, nos hablan del respeto que Nole sentía por el que estaba enfrente y lo relativos que puede llegar a ser el historial: el defensor del título había ganado seis de los últimos siete partidos entre ambos.

Djokovic no estuvo a la altura
Por momentos le funcionó el drive pesado sobre la derecha de Federer, en otros encontró su servicio, pero si la semifinal de Wimbledon no se puede calificar de "partidazo", es por una actuación poco vistosa del serbio. El revés paralelo se quedó en el hotel, los movimientos no fueron los acostumbrados –le costaba demasiado correr para el lado de su derecha- y la actitud guerrera de otros momentos (la final de Roland Garros, por ejemplo) no apareció esta vez en Londres.

¿Cuántas veces en los últimos años lo hemos visto buscar aire, tener el partido perdido, y aun así regresar? En rueda de prensa, el Nº 1 –al menos hasta el domingo a la noche- admitió un mal día con el segundo tiro, el que viene detrás de la devolución del rival. Según colegas en Wimbledon, el serbio estaba resfriado, pero nada que fuera determinante para justificar su derrota. Él tampoco lo utilizó como atenuante.

Entendimiento de una tarea inconclusa
El festejo de Federer fue moderado: alzó el puño derecho, miró a los suyos en el palco pero no soltó aquel famoso dedo índice con el que festejó la victoria sobre Djokovic en la semifinal de Roland Garros 2011.

El triunfo es trascendental, lo coloca en su octava final de Wimbledon (récord), pero el asunto no está terminado: resta la victoria del domingo, con presión agregada por lo demostrado ante Djokovic, la posibilidad del 17º Grand Slam, el séptimo Wimbledon (igualaría a Sampras) y el Nº 1 del mundo (también igualaría al gran Pistol Pete en cuanto a semanas en la cima, luego lo pasaría).

"Son muchas cosas en juego, pero me gusta la presión", dijo un triunfante Federer. Una a su favor: el suizo tiene un récord de 14-1 cuando enfrenta en finales de Grand Slam a rivales que no se llaman Rafael Nadal. La excepción: Del Potro en el US Open 2009.

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