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Una fábula en la derrota

Medallista de oro en Atenas 2004, Xiang tropezó en Londres Getty Images

LONDRES -- Posiblemente, con el tiempo se transforme en una de esas fábulas que alimentan el espíritu olímpico, como la desgarradora imagen de Derek Redmond terminando su carrera en pleno llanto, lesionado y abrazado a su padre en Barcelona '92. O la leyenda de John Stephen Akhwari, que terminó la maratón con una rodilla rota. Por el momento, no es más que una profunda decepción para un atleta que ya forma parte de la historia grande en los Juegos: el chino Liu Xiang quedó eliminado en las clasificatorias de los 110 metros con vallas.

Xiang corrió la última serie, justo antes de que se levantaran las vallas para dar paso a los 5000 metros femeninos. Sabía que su archirrival, el cubano Dayron Robles, había hecho su parte al clasificar primero en el arranque de la jornada. También sabía que el peligroso estadounidense Aries Merritt había logrado un intimidatorio tiempo de 13,07, la séptima mejor marca de la historia olímpica. Le tocaba a él.

Su mejor cronometraje de la temporada, 12,97, lo hacía presuponer uno de los favoritos para quedarse con la prueba. Después de todo venía acercándose a su mejor nivel, y sólo un ser humano en la tierra -Robles- pudo bajar su récord de 12,88. Nadie esperaba otra cosa que un trámite para su paso a semfinales. Para eso estaba la gente en el estadio: para verlo brillar, como a sus otros ídolos.

Pero su carrera de presentación se transformó en una despedida temprana. En su primer salto para evitar un obstáculo, Xiang enganchó su pie derecho y cayó al suelo. La serie siguió su camino y se impuso en británico Alan Turner, así que el estadio, hundido en una ovación, tardó en notar a ese pequeño asiático vestido de rojo, cruzado de piernas, cabizbajo, desconsolado y maldiciendo para sus adentros.

Medallista de oro en Atenas 2004, Xiang ya había vivido un golpe semejante en Beijing, donde una dolencia no le permitió competir para repetir su título. Ahora su ilusión no llegó ni a semifinales.

Tras la caída condenatoria, no supo qué hacer. Estuvo inmóvil durante algunos segundos. Luego se paró e intentó caminar hacia la salida del estadio. Se dio cuenta de que no podía apoyar su pie derecho. Comenzó a saltar sobre su pierna izquierda y enfiló hacia la partida. A mitad de camino, se dio cuenta de que algo andaba definitivamente mal: él quería terminar la carrera, aunque más no fuera a los saltos y por fuera de la pista.

Entonces giró, dio media vuelta y brincó directamente hacia la meta. El esfuerzo físico fue tan enorme que se vio obligado a desviarse hasta el medio de la pista descansar su humanidad en la última valla antes de la línea de llegada.

Una vez allí, ya no pasó inadvertido. La gente lo aplaudió como se aplaude a los héroes que quedarán en la memoria. Lo recibió Shane Brathwaite, atleta de Barbados que acababa de competir frente a él. Le dio la mano, y de inmediato le levantó el brazo cono cuando se consagra la coronación de un boxeador.

Xiang no tuvo ni fuerzas para sonreír. En cambio se apoyó en los hombros de otros dos corredores que se unieron a la felicitación: el vencedor inglés Turner y el español Jackson Quiñonez.

Finalmente desapareció del ojo público. Con el bolso cargado de penas y una historia emotiva que tiene gusto a fracaso, pero que no deja de ser conmovedora.