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La hora del recambio

Lamas sabe que la cita de Venezuela no será nada fácil para su equipo EFE

LONDRES -- Ya de regreso en Argentina, y con el paso de los primeros días, he comenzado a hacer el primer balance de nuestra participación en los Juegos Olímpicos de Londres. Todavía siento una mezcla de satisfacción por estar entre los primeros 4 del mundo, algo que tiene un gran mérito en la actualidad del básquetbol internacional, y por el juego desplegado por el equipo, y tristeza, por habernos faltado tan poquito para ganar la medalla de bronce, el gran objetivo que, aun sabiendo que no sería sencillo, perseguimos desde que el equipo se reunió en el primer entrenamiento...

En estos Juegos quedaron reflejadas varias realidades: Estados Unidos demostró que con los mejores NBA, y jugando seriamente, es el mejor equipo, sin discusión. España, a su vez, confirmó que está un escalón arriba del resto en el ámbito FIBA.

Detrás de ellos, Rusia y Argentina, que ocupamos el siguiente nivel, entramos justa y claramente entre los semifinalistas y cualquiera de los dos bien merecida tenía la medalla de bronce.

Nos preparamos y enfocamos para llegar a los partidos por las medallas y lo logramos. A pesar de la caída en semifinales ante Estados Unidos, alcanzamos lo que nos habíamos propuesto, que era llegar al último día con chances de pelear el bronce. No pudimos conseguir el objetivo de esa medalla, en un partido definido en el último balón, tras un desarrollo cambiante que pudo darle a victoria a cualquiera. No le pudimos poner el moño a la que considero una buena actuación realizada por el equipo.

Se sabe que en los Juegos Olímpicos el cruce de cuartos de final es decisivo. Ahí no se puede fallar y Argentina no lo hizo. Ese cruce no volvió a enfrentar con Brasil. En un partido decisivo y tenso, la buena defensa sobre los interiores brasileños, la lucha en el rebote, mas la calidad y el talento en ataque de nuestros jugadores principales definieron choque.

Luego el Dream Team nos superó claramente, imponiendo su poderío. Sin embargo, el equipo asimiló esa caída, porque el partido del bronce con Rusia era un desafío complicado por valioso.

Nos jugaron bien, con un plan de sobremarcar a Ginobili y Scola, casi jugando con 4 hombres sobre ellos dos. Ese plan, por cierto, ya habían desplegado otros equipos...

Sin embargo, esta vez tardamos hasta el tercer cuarto en jugar bien contra esa idea defensiva. Igual, la unión y la lucha constante de los jugadores nos mantuvo en partido.

También nos perjudicó el acierto en el tiro de 3 puntos de Shved, que llegaba con un bajo 23% de aciertos en triples y que terminó metiendo 6 contra Argentina. Tomamos precauciones contra su penetración y no nos resultó, porque se destapó con una gran puntería desde lejos.

Finalmente a 43 segundos del cierre un punto arriba en el marcador, hicimos un mal cierre, mientras que Rusia acertó, y nos alejó de nuestro deseo.

Las primeras horas fueron tristes, porque deseábamos mucho ganar ese partido y habíamos dado lo mejor de nosotros durante 45 días. Pero no nos alcanzó...

Luego, el paso de los días, fueron trayendo las primeras reflexiones.

Una de ellas es saber que el cuerpo técnico argentino es excelente, en capacidad, experiencia y compromiso con esta selección y el basquetbol en general. Dentro de él fue un lujo contar con Sergio Hernández, que aprovechando su experiencia como primer entrenador y asumiendo esta vez el de asistente hizo un aporte enorme, realizando por momentos el trabajo que no luce, en otros el fino con algún jugador o conmigo o en silencio en otros. Un placer de los grandes haber vuelto a compartir equipo con él.

Cuando regresé a la conducción del equipo nacional el año pasado muchos me hablaron de recambio. Estudiando la situación decidimos estirar hasta Londres la permanencia en el seleccionado de estos jugadores increíbles, que tanto habían dado por el básquetbol argentino en la última década.

Ahora, tras los Juegos, una etapa llegó a su fin. Seguramente será inminente el comienzo de otra, pero para desarrollarla hay que pensar bien. Eso no quiere decir que no se pueda guardar un lugar o dos para algún crack, si decide continuar.

Llegó la hora de encontrar algunos jóvenes que tomen responsabilidades nuevas y que lleven adelante el equipo. A los que decidan terminar no es justo pedirles más, solo hay que agradecerles por todo lo que dieron a la selección durante todo este tiempo.

A los que continúen, a los que aumenten su participación o protagonismo y a los nuevos que se sumen a la selección les va a ayudar mucho el liderazgo de Luis Scola, Carlos Delfino, Andrés Nocioni y Pablo Prigioni, quienes todavía seguirán aportando jerarquía y experiencia en la búsqueda de mantener al básquetbol argentino en la élite mundial.