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La última función de Kim

NUEVA YORK -- "Es mi culpa. Me siento horrible".

Hablaba al micrófono, en broma y en serio, Bob Bryan, ganador de 80 títulos en dobles, 11 de Grand Slam con su hermano Mike. Kim Clijsters sonrió, levantó la mano derecha y le hizo un gesto de desdén a las disculpas, pero realmente ocurrió como decía el estadounidense: el match tie-break, definición a 10 puntos que reemplaza al tercer set en el doble mixto, no lo tuvo en su mejor versión a Bryan, cuando ella más necesitaba la mano del hombre en los puntos decisivos.

Por un rato, el partido más importante del US Open fue un doble mixto y en la cancha 17, un miniestadio para 3.000 personas, terminado de construir este año. Filas de 20 personas por puerta, impedidas de ingresar hasta que no se vaya el equivalente de personas que están adentro, sueñan con presenciar al menos un game. Con toda lógica nos dedican una mirada de enojo al ver que, por un ingreso lateral, invocamos la palabrita mágica ("media"), mostramos la credencial azul y pedimos permiso para asistir a los momentos finales del doble mixto... y de la carrera de Clijsters. Sólo encontramos lugar en la escalera.

El tie-break del final, decidir los ganadores y perdedores en pocos puntos y breves minutos, le agrega dramatismo a una situación ya de por sí límite: no quieren que la carrera de Kim termine aquí. El estadio entero, salvo dos o tres, hinchan por Clijsters y Bryan, que además es local, lógicamente. Aplauden los puntos de la rusa Elena Makarova y el brasileño Bruno Soares, pero sin demasiado énfasis.

El doble mixto tiene las particularidades propias de esa situación extraña que significa juntar a hombres y mujeres en la misma cancha. El hombre es el más activo en la red y, en muchas ocasiones, cubre tres cuartos de cancha. Es el que va a buscar los globos aunque quizá no estén en su mitad de cancha, es el que se anticipa para cruzarse y definir.

La mujer sabe que deberá soportar los palazos no sólo de la rival, sino también del hombre, que no deberá tener contemplaciones a la hora de pegarle fuerte. Lo explicaba el mexicano Santiago González en entrevista con ESPNDeportes durante el último Roland Garros: "Tienes que ocupar más la cancha para cubrir espacio de ella y se le juega casi todo a la mujer rival, a menos que el punto esté casi ganado. Hay que jugar a ganar y ellas también saben eso. Obviamente no vas a ir por la cara pero hay que pegarle a la bola y el hueco es por ahí, por la mujer, en todos los partidos y en una final más".

En este tie-break en la cancha 17, no son los hombres los que se ponen los pantalones, sino ellas las que mandan. Soares abre con dos doble faltas consecutivas, pero Makarova le gana peloteos de fondo a Bryan. Clijsters provoca más errores de Soares, mientras Bryan deja globos cortos. La pareja que nadie quiere que gane se adelanta 9-6, gracias a dos aces de Soares (sí, dos doble faltas primero, dos aces luego).

Parece el final de Kim. Soares tiene la definición lista en la volea pero impacta mal, con parte del marco de la raqueta, y luego pierde el punto. Un duelo en la red entre los cuatro, cuales espadachines en sincronía tirando y atajando, termina con error forzado de Makarova. Clijsters y Bryan caminan hacia el fondo, abrazados. No ocultan la risa, son conscientes de que se salvaron de una increíble y tienen una vida extra.

Imaginen el momento: Clijsters debe recibir el saque de Soares, 9-8 abajo, dos match points levantados, uno más por recuperar. Un error significaba el fin de su carrera. ¿Cuánto pesa esa raqueta?

El envío de Soares resbala en la línea de saque, pero Clijsters lanza un bombazo de derecha al medio, y gana el punto en la bola siguiente. Tres match points levantados. Makarova logra el punto siguiente; hay que levantar uno más. Déjenmelo a mí, parecería decir Clijsters: notable globo cruzado sobre un Soares que se venía al humo en la red. La pelota pica al lado de la línea. La repetición de video en el estadio muestra la cara de Clijsters durante la trayectoria de la pelota y está abriendo la boca, mordíéndose los dientes, sufriendo porque no sabe si será buena. Lo es.

Un quinto match point no puede ser salvado. Makarova saca al drive de Clijsters y la belga deja la devolución en la red. Bryan la abraza, le dice "gracias", y la llena de elogios en el discurso posterior. "Una leyenda, la mejor persona que he conocido".

Jada, la famosa hija de Kim (y cada vez más parecida a ella), aquella que compartió con su madre el momento único de levantar dos trofeos del US Open, le pregunta a papá Brian qué pasó. "Perdió, Jada, perdió". No todas son malas noticias para ella: la semana próxima, comenzará las clases en Bélgica y mamá estará en casa.

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