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Más grande que Messi

Klose está más allá del bien y del mal Getty

MÉXICO -- En Italia ganar a la mala es considerado de buen gusto. Es el país del Catenaccio, de la compra de árbitros, del amaño de partidos al son que marquen los momios. Y bien orgullosos están de una bandera que les ha llevado a ganar cuatro mundiales de la mano de dictadores, apostadores y gañanes del calibre de Mussolini, Rossi o Materazzi. La verdad, no carecen de argumentos para enarbolar la cultura de la trampa: por las buenas Maldini, Baresi, Baggio, Facchetti, Mazzola o Rivera jamás salieron campeones del mundo.

Meter un gol más con la mano para la posteridad del Youtube o confesarse culpable en el acto ante la autoridad más cercana. Unirse a sus compañeros en el festejo del malogrado 1-0, o mantener el empate en riesgo de perder 0-3 al final del partido. Ser un gran delantero más en los libros de historia (digamos del nivel Thierry Henry) o canonizarse en vida como un mito de las canchas. Brindarle un gol sucio a la peor afición del mundo o regalarnos una inolvidable postal deportiva al resto del planeta. Tomar la decisión correcta sentados en frente de la computadora es fácil; Miroslav Klose tuvo una fracción de segundo para dejarse guiar por sus nobles instintos, los mismos que la vida entera lo han arrastrado a empujar el balón en el área chica.

Pudo hacerse el occiso como Lionel Messi en un partido que definía la Liga de 2007 y que de todos modos acabó perdiendo. Pudo argumentar en las entrevistas posteriores que en realidad le habían cometido penalti, y de hecho no sería mentira. Pero Klose optó por adentrarnos en un futbol que trasciende colores e intereses. Un futbol mucho más parecido a lo que debería ser que a lo que es.

Habrá quien matice la encomiable acción de Klose en el Napoli - Lazio como consecuencia de la estabilidad de un jugador maduro que nada tiene que perder, y que en el ocaso de su brillante carrera se encuentra más allá del bien y del mal. Tendrían razón si el alemán no hubiera hecho algo idéntico a los 26 años, la tarde en que jugando para el Werder Bremen resbaló en el área del Arminia y obligó al juez a rectificar sus sanciones (penal y amonestación al portero). "Nunca vi algo así en 25 años de carrera", confesó en sus memorias el árbitro del partido Herbert Fandel. Iban cero a cero.

Dista de ser carismático, ni siquiera tiene un apodo reconocido. No responde al prototipo de tanque alemán, no es un artillero virtuoso, ni mucho menos un astro caracolero. Jamás lo ví anotar un gol detrás del manchón penal. Pero mucho más que un vulgar cazagol, hablar de Miroslav Klose es referirse a un delantero rápido, intuitivo y sobre todo: trabajador. Su remate, movilidad y toque de balón lo convierten en un futbolista impecable más allá de sus inmortales virtudes humanas.

Un solo gol en Brasil 2014 convertiría al buen Klose, el más distinguido caballero que ha pisado las prostituidas canchas del futbol moderno, en el máximo goleador en la historia de las Copas del Mundo. El gran Ronaldo no pudo elegir a más benemérito sucesor.