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Los ojos del Huracán

Ramón Cairo

BUENOS AIRES -- Los dos comienzan a vendarse al compás de la música de Los infieles, un conjunto que ha grabado un tema especial, dedicado a Omar Narváez: Se viene el Huracán.

Pero los que están vendando sus manos, son dos Narváez, no uno. El mayor es Omar, se entiende, el campeón mundial supermosca de la WBO. El otro es su hijo, Junior, quien a los siete años, se entrena, se venda, y practica con la misma actitud seria, concentrada y profesional de su padre.

Luego, ambos comenzarán el trabajo. Ya falta poco para el miércoles 17 de octubre, cuando Narváez defienda su corona por quinta vez. Y ya han controlado ambos los guantes a utilizar en la pelea. Un ritual serio y comprometido entre el hombre y el niño, entre el padre y el hijo.

Omar Narváez, a los 37, suma 39 peleas como rentado, con una marca de 36 (19)-1-2. Su única derrota fue en Nueva York, por puntos, ante Nonito Donaire, el 22 de octubre del año pasado, cuando intentó el campeonato gallo WBO y WBC.

O sea que nunca perdió ni en la Argentina ni en las varias peleas efectuadas en Europa, incluyendo 18 defensas de la corona mosca. El miércoles hará su octava pelea -todas por títulos mundiales- en el Luna Park, enfrentando al mexicano Johnny El Laberinto García, que subirá con 16 (8)-3-1 y que, a los 23, es 14 años más joven que el campeón.

El mexicano viene de ganarle al ex campeón mundial mínimo Manuel Chango Vargas, a 8 asaltos, en agosto pasado. Y todo indica que su mayor carta de triunfo puede ser, ante todo, su juventud y vigor, elementos que no siempre constituyen una carta ganadora en el boxeo. Menos ante hombres de la experiencia del argentino.

-Lo estuvimos mirando en YouTube, y es un clásico peleador mexicano -explica Narváez-, que está siempre tirando golpes. A veces cambia de guardia, y tira golpes ascendentes de sorpresa, a veces se tira con cruzados. Le ganó a William Urina, un colombiano que a mí me dio bastante trabajo, pero estamos preparados para todo, y como siempre bien entrenados.

Narváez siempre habla en plural: "Ganamos", "Entrenamos", "Esperamos". Y hay una explicación. Son cinco hermanos, muy unidos, muy juntos. Mamá Beatriz falleció cuando Omar era casi un niño y, casi de golpe, se debió convertir en el jefe de la familia, porque siempre tuvo madera de líder.

Hoy, rodeado de sus hermanos, Narváez entrena y confía. Están Marcelo, conocido como El Facha (42), Omar (37), Jorge (35), Mario (34) y Daniel (29). Justamente, el menor, Néstor Daniel, irá por el campeonato mundial mosca WBO el 3 de noviembre en Japón frente a Toshiyuki Igarashi (16-1-1, 10 KO).

Daniel (20-0-2) viajará acompañado por sus hermanos Omar y Mario. Si el argentino gana, logrará la misma corona -la mosca- y por la misma entidad -la WBO- que su hermano, un caso muy curioso y especial.

-Desde hace cinco años lo entreno yo -dice Jorge-, pero es casi una manera de decir, porque ante todo soy su hermano, y porque Omar hace todo bien, jamás deja de entrenar y está atento a todos los detalles. Cuando vivía en Córdoba, estaba con Carlos Tello (veterano técnico, ya fallecido) y con Marcelo, nuestro hermano mayor, a quien todos conocen más como El Facha. Cuando se acerca una pelea, todos nosotros miramos los videos juntos, porque todos hemos boxeado o boxeamos, entonces diez ojos ven más que dos...

Narváez no piensa en retirarse, pero tampoco descuida la vida de todos los días:

-Ante todo cumplo con mis funciones de papá -explica-, llevo a la escuela al Junior, voy a buscar a Sharon, mi hija, les doy de comer, les hago la comida…

-¿El Junior va a ser boxeador?

-Eso nunca se sabe, pero jamás le pondría la idea en la cabeza... La historia demuestra que generalmente, al menos en el boxeo, los hijos no superan a los padres... Tal vez sea muy claro en el caso de Julito Chávez y su padre, pero el padre fue un gran fenómeno... Junior por ahora es chico, así que espero que luego se dedique más al colegio...

-Hablemos de tu gimnasio...

-Tengo un gimnasio en Trelew (provincia del Chubut, en la Patagonia argentina) que se llama Omar Narváez. ¿Qué otro nombre le iba a poner? -pregunta sonriendo y prosigue-, y vienen entre 80 y cien alumnos, porque está abierto de 10 de la mañana a once de la noche. Vienen chicos de todas las edades, y como se vienen los Campeonatos Evita (un ambicioso torneo amateur de carácter nacional, con equipos de todas las provincias), tengo también un gran apoyo de Chubut Deportes. Además voy viendo talentos nuevos y doy clínicas una vez por mes: de El Maitén a Lago Pueblo y de Caleta Olivia a Rawson... La Patagonia es muy grande y hay que viajar mucho. Yo voy con un nutricionista, un kinesiólogo, un deportólogo y un preparador físico, y me encargo de la técnica del boxeo. Es importante inculcar a los chicos que, ante todo, se trata de esfuerzo y trabajo, de constancia y actitud.

-Lo mismo dice Sergio Maravilla Martínez quien, dicho sea de paso, es un gran admirador tuyo.

-Y yo lo admiro a él, los dos fuimos compañeros de equipo cuando éramos amateurs, somos de la misma edad. Él ha logrado muchísimo y sobre todo, demostrar que un boxeador puede ser un tipo "normal", hemos tenido muy mala imagen, a mi me daba vergüenza decir que era boxeador. Maravilla ha demostrado que se puede hablar bien, ser educado y además un tremendo peleador, porque lo que demostró en el último round, cuando cayó frente a Chávez Junior, es que además tiene coraje y fortaleza.

-Es cierto que en tu caso, no lograste ganar un mercado internacional importante.

-Somos de categorías diferentes, no hay que olvidarse de eso. Martínez tiene un enorme carisma y a mi los reportajes no me gustan mucho. En mi quilaje, quizás hubiera ganado mucho dinero en Japón, pero allá no reconocen a la WBO. Cuando me dieron la pelea con Nonito Donaire, había mucha desventaja física y de edad, siempre me pregunto, ¿Por qué no me la ofrecieron unos años antes? No es disculpa alguna, pero la verdad es que ni me pegó... Bueno, así son las cosas, no he tenido grandes ofertas para salir del país y, cuando salí, hice varias peleas en Europa y el título siempre volvió conmigo...

-¿Qué es el Luna Park en tu vida?

-Es... ahora es parte de mi vida justamente, una parte muy especial, porque me consagré campeón en el Luna Park y con la del miércoles van a ser ocho peleas en ese estadio. Pero cuando yo era muy pequeño, y jugaba a que era boxeador, como lo hace mi hijo Junior ahora, siempre soñaba que iba caminando rumbo al ring y que subía de una manera especial, y que ese ring era el del Luna Park. Así que cuando hice mi primera pelea en el Luna Park, y caminé y subí al cuadrilátero como yo me lo imaginaba de niño, viví una de las más fuertes y curiosas experiencias de toda mi vida: no siempre uno puede cumplir con sueños que parecen increíbles.

Narváez obtuvo la corona mundial mosca WBO el 13 de julio de 2002, cuando venció en el Luna Park al nicaragüense Adonis Rivas, por puntos, tras enviarlo a la lona en el séptimo asalto. Fue el primer show de boxeo en el Luna Park luego de la muerte de Juan Carlos Lectoure, legendario y reconocido promotor de boxeo de la Argentina, el hombre que llevó a la cima a Carlos Monzón, Horacio Accavallo, Nicolino Locche y Víctor Emilio Galíndez, entre tantos otros.

Hoy el Luna Park abre sus puertas más esporádicamente. Y, cuando se presenta Narváez, hay una sensación diferente en el estadio, porque existe también una comunión especial entre el público y el boxeador.

Cuando suena la música con el "Saber que se puede...", se enciende el público, esperando la salida de su campeón. El miércoles 17 seguramente se vivirá una noche similar: "No puedo pensar en el retiro, porque mientras sienta la necesidad de entrenar y pelear, mientras todavía me emocione la caminata rumbo al ring, lo seguiré haciendo, como siempre, porque es parte de mi vida".