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Un problema de poder

David Stern le vendió con éxito el deporte "más negro" a un público blanco. Globalizó el básquetbol. Mantuvo a la NBA en la vanguardia de la ola de la tecnología. Y, sin embargo, hacia el final de sus 30 años de mandato, cedió aquello que más lo caracterizaba: el control.

Fíjate en los últimos años. Los Seattle SuperSonics se mudaron a Oklahoma City luego de que los legisladores del estado de Washington derribaran el intento de Stern de hacerlos pagar un nuevo estadio.

LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh tomaron sus carreras en sus propias manos al optar por terminar sus contratos temprano, obligando a los equipos a manipular sus nóminas sólo para tener la oportunidad de ficharlos, y decidir recién más tarde dónde querían ir.

Carmelo Anthony todavía estaba bajo contrato cuando obligó a los Denver Nuggets a doblegarse a su antojo y canjearlo a New York.

Y ni bien se ratificó el nuevo convenio laboral el año pasado, Chris Paul dejó atrás un mercado pequeño para dirigirse a Los Ángeles y Dwight Howard se embarcó en una odisea de seis meses que también lo condujo a L.A.

Ah, y la razón por la que tardaron tanto tiempo en acordar el convenio laboral en primer lugar fue que Stern no pudo evitar que los propietarios de línea dura fijaran el tono inicial.

La nueva ola de propietarios adinerados no están en deuda con Stern de la misma manera que Jerry Buss o Jerry Reinsdorf, hombres que estuvieron aquí el tiempo suficiente para ver los valores de sus franquicias dispararse durante el mandato de Stern. Hombres como Dan Gilbert compraron en el pico del mercado y gastaron cerca de 500 millones de dólares en sus franquicias sólo para ver la disminución de sus activos. Así que empujaron las negociaciones al borde de destruir la temporada. Luego, a fin de meter un buen número de partidos, tuvieron que conformarse con un acuerdo muy inferior a la dominación total a la que habían apuntado. No hubo tope salarial rígido, no hubo retrocesos salariales, y el reparto de los ingresos no se inclinó hacia los propietarios.

Los dueños igualmente ganaron esta ronda. Ellos nunca pierden. (Lo máximo que logró el sindicato fue un empate en las negociaciones del 2005.) Pero los propietarios simplemente no consiguieron la victoria abultada que salieron a buscar, y pagaron un costo de partidos y de apoyo de la base de aficionados.

Supongo que así es como debemos ver a Stern también. Tuvo una gran ventaja durante la mayor parte del partido, y luego dejó que la diferencia se achicara al final.

En el 2014 se despedirá como una historia de éxito. Su visión de elevar el básquetbol a una popularidad similar a la del fútbol en todo el mundo tuvo el doble efecto de la expansión del mercado a los confines del mundo y la ampliación de la cantera de talento disponible para los equipos locales.

Y su liga se pegó a Internet y a las redes sociales mejor que nadie. Es como si Twitter se hubiera creado para la NBA.

Quizás Stern fue demasiado exitoso. Dirigió una liga que hizo a sus jugadores -- la gran mayoría de ellos afroamericanos -- ricos, famosos e influyentes. Solía decir que ese era su mayor orgullo, que la liga de la que se hizo cargo en 1984 haya logrado superar el bagaje racial que creó un sub-texto dinámico para cada cambio de reglas y reacciones y prosperó. La culminación fue que un ex jugador afroamericano (Michael Jordan) haya comprado una franquicia de otro dueño afroamericano (Robert Johnson).

Sin embargo, el subproducto del empoderamiento de los jugadores fueron sagas como la Decisión y sus secuelas, seguidas de la Dwightmare [la pesadilla de Dwight]. El público deportivo tal vez estaba dispuesto a comprar los jerseys de los jugadores y los productos que lanzaban, pero se volvió menos tolerante con los mismos jugadores que decidieron determinar el balance de poder de la liga ellos mismos.

La reacción no fue responsabilidad de Stern. Tampoco llegó a reflejar su punto de vista. Él cambió su postura de crear reglas para incentivar a los jugadores a quedarse con un equipo durante el transcurso de sus carreras, a aceptar a regañadientes el movimiento de jugadores -- sobre todo después de ver el resultado de estos movimientos en los ratings de televisión y la audiencia de Internet.

Stern hizo de la NBA una liga dirigida por superestrellas. Es por esto que, cuando se despida, probablemente parecerá que baja del vehículo por la puerta del acompañante.

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