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"Pensé que nunca lo iba a conseguir"

El terreno alguna vez fue azul violáceo, dominado por sacadores que pasaban los 1.000 aces por temporada. Los cuatros de la sala de prensa de Paris-Bercy muestran a Becker, Forget, Ivanisevic, Enqvist, Rudsedski, Sampras... Hoy, el que levanta el trofeo con forma de árbol sin hojas es David Ferrer, tenista de Jávea formado en polvo de ladrillo, pero que hace rato es más que eso. De hecho, el título de París es el séptimo del año en tres superficies distintas: dura (superficie sintética o cemento), tierra y césped.

Ferrer reconoce ante la pregunta de ESPNTenis.com que "jamás me hubiera esperado que el primer Masters 1000 sería en indoor, en una pista bastante rápida. Eso es bueno porque significa que me adapto a todas las superficies. De hecho, títulos más importantes en pista rápida que en tierra". A su lado, en la sala de conferencias, espera el árbol de trofeo, que se descubre como el cuadro de singles del torneo: grupos de "ramitas" emparejadas que van aportando los ganadores de cada rueda, terminan en las dos ramas más gruesas (Ferrer y Janowicz) y el tronco, con el apellido del campeón.

Esta vez, el que se zambulló en la central del Palais Omnisports no fue el polaco, sino Ferrer, que vio cómo picaba larga la devolución de revés del rival y se dejó caer para celebrar su primer Masters 1000. No fue en Montecarlo o Roma, sino en Bercy. "Estaba en un momento de mi carrera en que cualquier Masters 1000 valía, pero es cierto que ganar en Montecarlo y Roma representa más para nosotros por la historia. Al menos para nosotros", dice el campeón, e incluye a los países con la tierra batida como superficie primaria.

"Tengo la sensación de haberme quitado una espina clavada", reconoce el español, que suele relativizar y poner en perspectiva triunfos y derrotas, por más significativos que sean. Esta vez, se lo nota feliz como nunca: ha lagrimeado en la cancha y reconoce que este momento es especial. "Llevaba cierto tiempo como top ten, había logrado bastantes títulos, y no poder ganar me entristecía. Más que entristecía, me daba pena no tenerlo. Me he sacado ese peso de encima. Sabía que con los cuatro mejores iba a ser siempre muy complicado, pensaba que nunca lo iba a conseguir, y por suerte en este torneo se ha dado todo para que pudiera ganarlo".

Ferrer suele incomodarse cuando es protagonista y prefiere un papel secundario. Donde mejor habla es en el entrenamiento y la cancha de tenis. Pese a la felicidad, al brindis que organiza para la noche del domingo con su equipo y su novia Marta, reconoce que las ausencias de Nadal y Federer, las derrotas de Djokovic y Murray, fueron centrales para su victoria. No deberá olvidar que el partido de cuartos de final ante Tsonga fue una parada brava, lo mismo el primer set de hoy ante el bombardero Janowicz. El polaco de 21 años no pudo sostener el ritmo, finalmente sintió el cansancio y no levantaba las piernas al final. La definición de París perdió cierta fuerza por ello.

"Todavía lo estoy asimilando. Al fin lo he podido conseguir. Ha sido todo muy rápido", expresa Ferrer, que fue aplaudido tibiamente por el público francés y, pese al título, quedó en un segundo plano también en la premiación. Janowicz disfruta del micrófono, pasó largos minutos agradeciendo a todo el mundo y hasta le robó por medio segundo el mic a Ferrer para decirle que se iba a apurar para tener revancha, antes de que el español de 30 años se retirara.

El año pasado, al llegar al Masters de Londres, Ferrer lamentaba ser "de los pocos jugadores que siendo Nº 4 del mundo, estando prácticamente tres años top ten, ocho top 15, no haya conseguido un Masters 1000... No lo sé, es raro pero me ha pasado. No puedo quejarme de mi carrera pero me ha faltado eso para la trayectoria".

Ahora jugará el Masters con otro semblante: en apenas dos días, debut ante Juan Martín del Potro, grupo que comparten con Roger Federer y Janko Tipsarevic. "Llego con mucha confianza. He ganado dos grandes torneos (Valencia, categoría 500), pero voy más cargado de partidos que los demás. No es excusa, será complicado ganar incluso un partido porque están los ocho mejores del mundo".

¿Podrá aguantar la seguidilla? Valencia, París, Londres y la semana siguiente ya estará practicando en Praga para la final de la Copa Davis. Cuando David tenía 15 años, un entrenador en Barcelona, Nito Llorens, le puso el apodo "Ferru". La fuerza y resistencia eran propias de un hombre de hierro y no de carne y hueso ("ferro" es hierro en catalán y valenciano). Por estos días, Ferrer deberá probar su composición una vez más.

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