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El dilema de Boca

BUENOS AIRES -- Boca sigue desganado, es decir en franco combate contra su tradición de pecho inflado y hazañas a empujones. Al igual que contra River, este domingo ante Colón, cuando se podía subir al último tren con destino al título, demostró una tibieza casi irritante. La viva expresión de un equipo que no cree demasiado en eso que dicen por ahí: que es capaz de salir campeón.

Porque cuando ya no queda nada, al menos la voluntad permanece. Pero en Boca ni eso. Ni el arrebato del desesperado. Es realmente curioso.

Eso sí, hay una buena noticia y es la aparición de Leandro Paredes. Un jugador de apenas 18 años al que, sin embargo, no le pesa el protagonismo que el propio puesto le asigna, ni el fantasma de Riquelme, ni los supuestos estertores de Falcioni.

Paredes juega con una soltura llamativa. Y con una claridad que envidiarían muchos jugadores maduros. Desequilibra por sí solo (aunque tal vez la pisa demasiado) y también tiene ojo para descubrir el lugar por el cual filtrar el pase profundo, doloroso.

Estos atributos, oro en polvo en estos confines del fútbol (la liga argentina está pobre de talentos), viene con un plus que hace pensar en un embrión de crack: una pegada potente y certera, en maridaje ideal con su vocación por el arco, más propia de un goleador que de un jugador "creativo".

A los futbolistas con el perfil de Paredes suele llamárselos "enganches". O "enlaces". Cuando escucho esto pienso en la reducción de un enorme potencial a una mera función. Me parece que hay algo despectivo en el nombre.

Como si lo único importante del "enganche" se limitara a esa tarea prevista por la táctica. Y todo el resto, que en algunos casos es un torrente de fútbol, fuera fuego de artificio. Un rasgo folklórico que se consiente como bonus track para la tribuna, pero que no suma.

De lo contrario no se entiende cómo Boca no insinúa un diseño de equipo que sintonice mejor con el lenguaje de Paredes. Es decir, gente de buen pie, que llegue por abajo y que releve a este chico de imaginar siempre los ataques. ¿Por qué Boca no se decide a jugar más para Paredes que, por ejemplo, para Silva?

Según los manuales no escritos de última generación, el enganche es una excepción. Un permiso que se dan ciertos equipos, cada vez menos. Pero siempre intentan que tales vicios no se generalicen, que el resto del equipo no siga esos pasos.

Los enganches, los diez de antes, serían futbolistas retrógrados, vestigios de un tiempo previo a la táctica, a la velocidad denodada con la que la mayoría de los equipos se dirige a ninguna parte.

Barcelona, acaso la formación más dinámica, plástica y eficaz de la historia, no tuvo prejuicios y colocó como pilares del proyecto a dos "enganches": Iniesta y Xavi. Ellos y Messi (un diez ofensivo) son los que bajan línea. Los que conducen la orquesta y traman la identidad del equipo catalán. No se pisan, no son redundantes sino que se multiplican e irradian su brillo.

Sin un libreto colectivo que las contenga, tal vez la destreza y la capacidad goleadora de Paredes terminen aisladas. Con el rango de show esporádico, no como el norte del equipo. Un desperdicio que a Boca le convendría evitar.

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