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Messi, Cambiaso y Maradona

BUENOS AIRES -- Uno nació en Fiorito; el otro, también futbolista, en Rosario. Uno y otro muy temprano lograron que la lista de adjetivos se vuelva escasa, finita, mortal.

Messi y Maradona están llamados a la comparación. Sin embargo, a cada instante se me hacen presentes las charlas de café con ese gran maestro, no del fútbol, sino de la palabra, de la vida y las anécdotas, como Quique Wolff: "para qué compararlos, simplemente hay que disfrutarlos, y entender que en su momento cada uno fue y es el mejor".

Claro que a la hora de hacer analogías o no, bien valía sumar al tercero de los protagonistas. Él nació en Cañuelas, y como diría Fontanarrosa, siempre tuvo dos problemas para el fútbol: su pierna derecha……..y la izquierda. Salvo por su pasión por la Selección Argentina, nada hay más lejano al mundo de la número 5 que Adolfo Cambiaso.

Sin embargo, su historia deportiva, sus registros, su manera de alcanzar y barrer con un récord tras otro lo emparentan con aquellos astros, aunque el mundo del fútbol y el del polo parezcan tan distantes.

En 1992, Diego cerraba su capítulo en el fútbol italiano y se ponía a las órdenes del Sevilla, dirigido por Carlos Salvador Bilardo. Hacía tiempo que el 10 había consumado su obra maestra en el Mundial de México y también de haber liderado al grupo de gladiadores que llegaron a la final de Italia 90. Sus lágrimas tras la derrota ante Alemania, mezcla de bronca y frustración, marcaron a fuego a Adolfo Cambiaso, un joven que en noviembre de ese año debutaba en el Abierto Argentino de Polo.

Del 10 todo estaba escrito, filmado y fotografiado. Del 1 de Ellerstina sólo se sabía que llegaba de hacer grandes temporadas en Estados Unidos, donde la gente viajaba de Texas, Michigan o Nueva York para disfrutar de su talento.

El estreno del 1 fue el de los elegidos. Triunfo en la cancha principal de Palermo 21 a 7 ante Los Indios, con 16 goles suyos. Récord para un jugador en el Abierto Argentino. La historia grande de Cambiaso recién comenzaba.

Y seguiría por esa vía en el mundo, pero principalmente en la temporada de la Argentina donde los triunfos toman una dimensión estelar.
Tortugas, Hurlingham y Palermo fueron cayendo a sus pies, mientras curtía su carácter al punto de cortar el cordón umbilical que lo unía con Gonzalo Pieres, ese Bilardo del polo en cuanto a organización, que tenía otros planes.

Así nació La Dolfina, el proyecto made in Cambiaso, que en sus primeras temporadas se animó a romper con todos los protocolos y no sólo jugaba con los colores de Nueva Chicago, también recibía el aliento y mucho más de la hinchada del club de Mataderos.

Claro que en materia de fútbol también se encontraron los caminos del ídolo y el admirador. Tanto creció la relación, que Maradona llegó en varias ocasiones para seguir desde el palenque de La Dolfina la definición de Palermo, y se fundieron en interminables abrazos tras las consagraciones.

Pero el tiempo sigue corriendo y mientras Diego, cree uno, sólo busca dirigir; el de Cañuelas sigue en carrera, y en esa marcha rompe otros registros que lo hacen emparentar con el otro 10, Lionel Messi.

Sus caminos aún no se cruzaron, aunque seguramente pronto se encontrarán. Los que sí se tocan de alguna manera son sus registros y su manera de voltear marcas una temporada tras otra.

Como Diego en su momento, la vida y obra de Messi se registra a cada segundo. La de Cambiaso se acota al mundo del polo y algo más.

El astro del polo, entre otros torneos, simplemente ganó el Abierto Argentino en 9 ocasiones; después de aquel debut con récord de goles en Palermo, subió su propia marca primero a 17 goles en un partido de Triple Corona y más tarde a 19; en 1998 fue el goleador de Palermo con 67 tantos y un promedio de 13,4 por partido, y desde que creó La Dolfina, su equipo llegó a la final del torneo más importante del planeta en 11 de 12 temporadas. Por números como estos se entiende que Cambiaso sea el Messi del polo.

Por animarse a conjugar una hinchada de fútbol con Palermo; por su alma de líder a tal punto de ser el único jugador en la historia que armó dos formaciones totalmente distintas que llegaron al tope de 40 goles de hándicap y por llevar los colores de Argentina en su casco para que el mundo no dude dónde nació, se entiende su similitud con Maradona.

Por todo esto, aunque las comparaciones generalmente son odiosas, en otras, bien valen la pena.