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El rol de llave maestra

Son llaves maestras para abrir caminos infranqueables. Dagas de doble filo, capaces de hacer daño con el frente o el reverso, han sido factores fundamentales para cambiar el juego de sus franquicias y también de la Liga.

Son alfiles disfrazados de caballos, torres que mutan en reinas. Piernas rápidas contra gigantes, centímetros contra los gnomos. Construyen una nueva lógica que se centra en el talento de sus manos pero que se desparrama de acuerdo a la lógica construida alrededor. Su tiro seduce, pero son sus asistencias las que concretan.

Estas acciones de primera línea figuran ciertas veces en las planillas y otras veces no, porque se trata del pase anterior a la asistencia.

Necesitaron tiempo, pero finalmente han entendido de qué se trata todo esto. Son fenómenos capaces de muchísimas cosas, pero no de hacer absolutamente todo. La sensación de ubicuidad es inevitable, pero sólo los dioses son capaces de estar en todos lados, al mismo tiempo. El básquetbol es un deporte de múltiples herramientas: un jugador, por más bueno que sea, es un hombre. Si juegan todos juntos, los hombres se transforman en una idea. Y esa idea, plasmada con sinergia entre las partes, construye una armonía que se aproxima al olimpo de los deseos.

Los aleros híbridos marcan una nueva tendencia. Carmelo Anthony y LeBron James forman parte del básquetbol NBA 3.0, que no significa una transformación concreta sino un cambio de enfoque. En esencia luce como lo mismo, pero si lo observamos con lupa es algo completamente distinto.

Lo que LeBron empezó la temporada pasada, lo continuó Melo en la Liga en curso.

La utilización del cuatro veloz forma parte del éxito de Miami Heat y New York Knicks. Su capacidad anotadora es fundamental para hacer diferencias en el apartado uno contra uno, pero lo más importante para comprender este cambio de enfoque es la capacidad de pase que tiene un jugador nacido en el perímetro a diferencia de un hombre construido en la pintura.

Lo que los bases hacen de afuera hacia adentro, los aleros convertidos en internos lo hacen de adentro hacia afuera. Han dado vuelta la cinta y nos han enseñado el lado B de este deporte.

Empecemos por el siguiente punto: ¿Cómo defender a Anthony o James sin doblarlo cuando recibe en el poste bajo? Apostar a una defensa individual contra esta clase de talentos es lo mismo que lanzarse desde un avión sin paracaídas y pretender, además de salvarse, salir sin un rasguño.

He aquí, entonces, la cuestión de éxito de ambos equipos. El concepto de extra-pass (o pase extra, en castellano) nace de una primera descarga del interno en la pintura. Tener un perímetro adiestrado permite que la rotación se convierta en puro veneno para las defensas. Y no se trata sólo de una idea construida en la cabeza de los bases -son importantes, eso seguro-, sino de especialistas en lanzamientos de distancia para que cada descarga sea un problema de cirugía mayor para las defensas.

Los Knicks promedian un alto de NBA de 11.8 triples convertidos por juego en esta temporada, y el 34.4 por ciento de sus puntos llegan de anotaciones desde la tercera dimensión. Por lejos, la marca más importante en toda la Liga, porque ningún equipo tiene más de 26.4% en este apartado.

Lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en New York es en Steve Novak, J.R. Smith, Rasheed Wallace, Raymond Felton. Okey, de acuerdo, pero es Jason Kidd quien lidera la NBA en porcentaje de triples, con 51.1.

Volvamos al principio, entonces. Anthony recibe en el poste bajo y tiene varias opciones: 1) jugar uno contra uno si no lo doblan 2) revertir el balón para buscar un pase extra y un tiro de un perimetral (es mejor un tiro cómodo de cualquier jugador del equipo que un lanzamiento incómodo de la estrella) 3) si la defensa rota bien en el perímetro puede aprovecharse un buen corte procedente del lado débil hacia el aro.

Esto es lo que convierte a estos equipos, ofensivamente hablando, en problemas de solución imposible para las defensas. El pase extra, además de los tiros de tres puntos, genera rompimientos más efectivos hacia el aro, sobre todo si la defensa es poco movediza en su desplazamiento lateral. En cuanto a recepción y quiebre, estos dos equipos tienen dos de los mejores jugadores de la NBA: J.R. Smith por el lado de New York, Dwyane Wade por el lado de Miami.

Todo esto que hoy están haciendo los Knicks, lo hizo el Heat para ganar el campeonato pasado. ¿Recuerdan los triples de Shane Battier, Mario Chalmers y Mike Miller? Todo eso nació en LeBron y en el concepto del pase extra. El básquetbol, en su esencia, es un trabajo de equipo. Juntos, todo puede ser maravilloso. Separados, es una película de terror: tarde o temprano, llegará el asesino y aprovechará encontrar a la víctima sola y desprovista de elementos para defenderse.

Quizás lo más importante que hay que entender es que si Anthony o James se abren afuera, New York o Miami pueden cambiar por completo su forma de jugar. Eso es lo dramático de las múltiples posiciones: cuando piensas que tienes un ratón en tus manos, las abres y te encuentras con un león. La vida para algunos puede ser increíblemente injusta.

En esta temporada, los Knicks están defendiendo muy bien y el Heat todo lo contrario. Miami figura 20° en eficiencia defensiva ya que recibe 103.2 puntos por 100 posesiones. En esa categoría, el Heat estaba entre los primeros cinco en los primeros dos años de su era Big Three.

Alguno me dirá, con razón, que Pau Gasol en los Lakers podría generar algo semejante, disfrazándose de Melo o de James. En esencia es posible, porque es uno de los mejores pasadores internos de la NBA, pero el problema aparece alrededor: el equipo no está construido a partir de la lógica del pase extra. Cuando la pelota sale, el portabalón, ya sea Kobe Bryant o Darius Morris, se queda tanto tiempo el balón que las ventajas de quiebre se diluyen muy rápido.

Si además pensamos que los Lakers -a excepción de Kobe y Jodie Meeks- no tienen especialistas desde la tercera dimensión, todas las respuestas están a la vista. Con un escenario así, Dwight Howard termina siendo un estorbo. En la NBA moderna cuesta jugar con dos grandes pesados como pretenden los Lakers. Y si pensamos en el sistema de Mike D'Antoni, este plantel luce completamente absurdo para la idea de base: un cambio, entonces, no suena descabellado.

Los Knicks y el Heat han demostrado que el básquetbol no depende siempre de barajar y dar de nuevo. Con sólo pequeños cambios de fisonomía, se pueden conseguir grandes cambios en los resultados. En el básquetbol actual, el cuatro híbrido es la llave que abre todas las puertas. En los próximos tiempos tendremos a Kevin Durant, Dirk Nowitzki, Andrea Bargnani y Danilo Gallinari, entre otros, como piezas de una nueva construcción en camino.

Algo tan necesario como inevitable.

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