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Ellerstina encontró su identidad

BUENOS AIRES -- Andaba por Palermo invicto pero sin rumbo. Navegaba sin brújula hacia un destino incierto, o no tanto. Porque para ocho de cada diez encuestados en la previa a la final del Abierto Argentino se marcaba como seguro ganador a La Dolfina.

Sin embargo, el conjunto de General Rodríguez buscó en su ADN y dio en el blanco en el momento preciso. Justo en el día más importante en la vida de cualquier polista.

Claro está que estos duelos entre Ellerstina y La Dolfina nunca fueron una lucha entre David y Goliat, porque aquí nunca hay, ni hubo un David; si no, qué queda para los Pilará, La Aguada, La Natividad y sigue la lista.

Pero entre rótulo periodístico y mucho de realidad Cambiaso y compañía no dejan de ser un Dream Team. La mayoría imaginó al conjunto de Cañuelas como ganador de la Triple Corona.

Por eso, para entender el alcance de la derrota ante Ellerstina, hay que retroceder en el tiempo hasta 2003, cuando un renovado equipo de La Aguada –como en este 2012, Ellerstina- venció precisamente a La Dolfina; o más atrás aún e ir a 1986, cuando un novel Indios Chapaleufú derrotó a La España, otro equipo que llegó a 40 goles de hándicap y es lo más parecido a La Dolfina de hoy.

En este 2012, Ellerstina llegó a la final minimizado sus chances por la combinación de los méritos acumulados de su rival y por la falta de funcionamiento propio.

Pero el día en que los ojos del mundo del polo se posan en la Catedral de este deporte, Ellerstina recuperó su identidad y mucho más, porque, vaya casualidad del destino, los Pieres y Mariano Aguerre comenzaron atacando con el desparpajo de aquel Indios Chapaleufú y cerraron la final defendiendo como La Aguada.

Ellerstina no recuperó su identidad, generó una nueva. El equipo, con la incorporación de Aguerre y el paso de Nicolás Pieres al puesto de back, seguía siendo Ellerstina sólo en el nombre.

Dos cosas se acomodaron en la semana para generar este cambio: Facundo Pieres entendió cuándo debía desprenderse de la bocha y su hermano mayor, Gonzalo, cuánto necesitaba el conjunto de sus palabras para asumir responsabilidades.

Así, en tiempos de clonación, Ellerstina fue un espejo de La Dolfina en cuanto a funcionamiento. Claro está que la referencia es al funcionamiento del equipo de Cañuelas previo a la final.

Nada resultó ser como lo imaginó La Dolfina, que transitó por el partido sumando principalmente por la vía de los penales y que quedó clavado un buen rato en 7 goles. Aunque se crea que a partir de allí perdió el encuentro, en realidad nunca se encontró cómodo, no con el resultado que podía ser parejo o no, sino con su realidad como equipo.

Salvo el primer tanto –golazo por cierto-, Mac Donough se desdibujó; Nero quedó atajando gente; Stirling, corriendo rivales, y Cambiaso, regresando a la antigua versión, donde buscaba hacer daño haciendo pesar su talento. Cuartetera, Buenaventura y Carla rindieron, pero no fueron decisivas.

En este juego de identidades y funcionamientos, Ellerstina y La Dolfina cambiaron de roles, y aunque en Cañuelas, Trenque Lauquen y Uruguay se lamente la caída de sus hombres, el polo lo agradece. No por la caída de un candidato seguro, sino porque Ellerstina ganó jugando en gran nivel y esto le devuelve al polo todo lo imprevisible que tiene el deporte en cada partido.

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