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El curioso caso de Greivis Vásquez

La NBA está plagada de jugadores talentosos que exhiben su juego a la velocidad de la luz. Piernas veloces, saltos acrobáticos y piruetas extravagantes son los argumentos obligados de una película que se difunde a lo ancho y a lo largo de Estados Unidos, traducida de manera simultánea a 42 idiomas.

De todos modos, esta lectura del juego, que bien se podía aplicar a la década de los '90, hoy luce imcompleta. La fórmula de la destreza física, que permite nuclear a los atletas más dotados del mundo en un mismo escenario, requiere de actores adicionales. Nuevas ideas para nuevos talentos. La apertura de la NBA, en definitiva, ha dejado en evidencia que el básquetbol se trata de mucho más que músculos privilegiados para competir al máximo nivel.

Existen jugadores con habilidades distintas para llevar a cabo el mismo objetivo. No hace falta que sean los más fuertes ni los más rápidos, sino que pueden ser los más inteligentes: destruir con los puños se torna innecesario si puedes usar tu cerebro.

Greivis Vasquez es uno de los talentos emergentes de la NBA. Es inteligente, carismático y con capacidad de liderazgo, pero lo que le permite conseguir una y otra vez sus objetivos es algo completamente distinto.

Hablamos aquí de perseverancia.

Greivis es un profesional modelo con un enfoque de hierro. Pertenece a esa raza diferente -antes, en Estados Unidos, era más que normal, pero hoy eso está cambiando- de jugadores que acabaron en tiempo y forma sus estudios universitarios. Tiene un orden en su cabeza y se maneja con esa lógica; graduado en la Universidad de Maryland en comunicación social, el armador venezolano tiene una cabeza construida en base a objetivos claros: conoce sus metas y se esfuerza en conseguirlas para, una vez alcanzadas, trazar nuevos caminos en el horizonte.

Vásquez le ha devuelto a Venezuela su dignidad en el básquetbol del mundo. Desde los tiempos de Carl Herrera que no se vive tanta emoción detrás de un atleta de la pelota anaranjada, y es más que justo. Greivis ha cumplido la profecía que contradice el orden establecido: fue quebrando una barrera tras otra, demostrándole a los escépticos que los sueños pueden materializarse si se persiguen con las armas adecuadas.

La temporada de Vásquez está siendo maravillosa y ha crecido una enormidad respecto a los ítems hablados a fines de noviembre. Sus números no mienten: 14.1 puntos y 9.1 asistencias por aparición lo ponen en el rango de los armadores estrella.

"Ese Greivis Vasquez será un All-Star", dijo Chris Paul, sin que nadie le consulte sobre el tema, cuando lo enfrentó con sus Clippers.

Es fantástico que el básquetbol latinoamericano reciba con alfombra roja a Greivis, pero diré algo que, bien entendido, no debería ofender a nadie: su aparición en el Juego de las Estrellas no debería ser un fin, sino que significa sólo un medio en el camino ya recorrido del armador estrella Vinotinto.

En definitiva, lo importante no es estar en un All-Star o no. Eso es sólo un relampagueo en la película real, que tendrá varios años de duración de aquí hasta el cierre. Veamos: lo maravilloso es saber que ha dado un salto tan grande que no sólo es discutible para la cita de Houston, sino que es candidato serio a Jugador de Mayor Progreso de la temporada.

Eso vale más que cualquier premio, sobre todo cuando se tiene en cuenta que ha sido todo gracias a su esfuerzo y a la confianza depositada por Monty Williams.

Sus números y su evolución en los New Orleans Hornets lo colocan ante un nuevo desafío. Ya no forma parte de la raza de 'jugadores-incógnita' sino que ya pertenece a los pasajeros de primera clase. Esto, que suena placentero y motivo de orgullo, también acarrea responsabilidades: ahora lo empezarán a mirar con lupa, lo defenderán con mayor ahínco y no le dejarán pasar ningún error de novato.

Es el precio de la fama y del progreso. Es la medida de haber rozado varias veces el triple-doble y de haber sido Jugador de la Conferencia Oeste a fines de 2012, con 21 puntos y 14 asistencias de media.

Vásquez ha evolucionado al punto tal de generar una sensación de ubicuidad en los Hornets. Está en todos lados al mismo tiempo, desarrollando múltiples acciones que ennoblecen al juego. Williams le ha dado las riendas y el crecimiento de la franquicia (que será uno de los equipos a seguir de aquí a un par de temporadas) está en sus manos. Greivis acaricia a sus fieras o maneja el látigo a gusto y placer: es su muñeca la que dictamina hacia dónde y hasta dónde debe ir el equipo. El kilometraje, en New Orleans, se escribe en español.

Su visión de juego -uno de los aspectos que más atención puso Vásquez en su evolución como jugador- ha crecido a pasos agigantados. En ofensiva estacionada encuentra fácil a los compañeros bien ubicados y es inigualable en transición. Su estatura le permite jugar en el poste ante cualquier base, con sólo un movimiento con corte UCLA por el medio de la llave, pero también le impide tener la velocidad justa para defender lateralmente a los pequeños prodigios de la Liga. En defensa, ese es su próximo desafío y deberá trabajar a sol y sombra para ponerse al tope de las prioridades.

Vásquez ha pasado el mayor desafío, que es pasar de ser un híbrido entre la posición 1 y 2, a convertirse en un base natural de control. Conserva una característica fundamental del mundo NBA: traer puntos bajo el brazo. Si uno lo observa de manera adecuada, su velocidad es una fortaleza y una debilidad al mismo tiempo: su paso cansino engaña, sirve casi como anzuelo.

Su porcentaje real de asistencias ha pasado, en su tercera temporada, a 46.8%, muchísimo si se tiene en cuenta que fue de 35.7% en 2011-12 y de 25.3% en 2010-11. Ha disminuido la tasa de pérdidas a 19.5% pese a aumentar su tasa de uso (23.6%). Y ha aumentado su poderío rebotero en defensa (14.0%).

Eric Gordon luce como la herramienta poderosa que le ha dado a Vásquez el salto que necesitaba. Primero por ausencia, luego por presencia. La baja por lesión de Gordon acumuló de responsabilidad a Greivis, quien sumó minutos y demostró estar a la altura de las circunstancias, despertando armas escondidas en el resto de sus compañeros.

Luego, su retorno le permitió a Vásquez estar más acompañado en el perímetro, pero ya en otro plano: Gordon no volvió como única referencia sino como parte de un proceso que se había iniciado antes. El básquetbol que intentan los Hornets -son un equipo joven, hay que tener paciencia- es el de equipo, teniendo como kryptonita generalizada el juego sin balón.

He aquí, algo fundamental de Greivis: los Hornets juegan mejor cuando él se luce. Su juego parecería ser el de un José Manuel Calderón joven: absorbe protagonismo y despierta armas dormidas. Su carácter empuja a sus compañeros, los contagia, porque es poseedor de una energía especial; un carisma que se despliega dentro y fuera de la cancha.

Algunos expertos dicen que lo de Vásquez ha sido una primavera basquetbolística y que próximamente se apagará. Que volverá a los planos anteriores, que no tiene lo necesario para dar un salto adicional a su carrera. Permítanme disentir de cabo a rabo: quien afirme algo semejante no está tomando en cuenta la perseverancia, el enfoque y la mente aguerrida de este joven venezolano.

Greivis, elegido en el tardío puesto 28 de la primera ronda de Draft de 2010 por los Memphis Grizzlies, ha demostrado que no necesita que nadie le diga lo que puede o no puede hacer.

La NBA es uno de los pocos terrenos que se nutre de causalidades, jamás de casualidades.

El curioso caso de Greivis Vásquez está dando sus primeros pasos. Aquí, creemos en su talento.

Otro ejemplo claro de que los límites fueron construidos para derribarse.

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