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Un amor binacional

BUENOS AIRES -- Queridos lectores, el mundo del fútbol da para todo. Despierta tantos, amores, sentimientos contradictorios, odios profundos y esperanzas a prueba de balas que, más de una vez, uno se tiene que cuidar el corazón sencillamente para no morirse.

¿De qué estoy hablando? ¡De fútbol, señores! Es que el fútbol da para grandes comienzos en materia de amor. Por eso quiero contarles esta historia.

Él, oriundo de la ciudad de Goias, en el centro del Brasil, a pocos kilómetros de Brasilia, vino a turistear a Buenos Aires.

La fama de la Reina del Plata llegó hasta esas latitudes de Brasil. Obnubilado por el tango, las bellas mujeres, la cultura urbana del graffiti y las grandes galerías de arte, empujaron a este goiano a aterrizar en el barrio de Congreso.

No sabía que el amor iba a aparecer en su vida de forma tan rotunda. ¡Y todo gracias al fútbol! A su amor por el fútbol...

La conoció el día antes de que la línea A dejara de funcionar y se la cerrara para realizarle futuras refacciones.

Él, Manuelizo Freire, se enamoró de ella, en uno de esos vagones antiguos de madera, de casi sin cien años de existencia. Ella es fotógrafa aficionada de fútbol. Él, lleva al fútbol y su querido River Plate en el corazón.

Es difícil encontrar a un brasileño admirador del fútbol argentino y más difícil, es encontrar a una argentina fanática de los estadios brasileños. Pero lo más imposible es que ambos se encuentren y se enamoren en un vagón de subterráneo.

El amor pronto se rompió y Manuelzino me acaba de mandar un mail desesperado para que encuentre a su bella amada porteña. Manuelzino es hincha enloquecido del Burrito Ortega, a quien tuvo la oportunidad de conocer. Ella es loca del Palmeiras.

"Cucu, ayúdame a encontrarla", me escribe este lector desesperado. "Tu columna es leída por miles de argentinos. Necesito decirle cuánto la amo y que me arrepiento de haberle cortado la camiseta...".

El último párrafo de su carta me sorprendió. ¿Qué camiseta había quemado? En un momento de celos, en el Bar Orsai de San Telmo, él le cortó su camiseta del Palmeiras. Manuelzino odia al Palmeiras, es el rival de su tierra Goias. Además, ella como muchas porteñas, es de Boca Juniors.

Pese a estos detalles futbolísticos, el amor floreció y tuvo un pequeño tropezón.

Desde este pequeño espacio le pido a Estela Rubinevich, perdone a este humilde hincha goiano de River Plate. No siempre se encuentra una pareja tan especial, tan binacional y tan futbolera. Uno ama el fútbol del otro y viceversa.

Manuelzino llora en la Plaza de Mayo aferrado a su camiseta de River Plate firmada por el Burrito Ortega. Espera, espera, y confía en mi columna.

Ojalá se dé. Ojalá ella lea esto.