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¿Y la cobertura política?

BUENOS AIRES -- "Lo que pasó hay que condenarlo desde lo verbal y además dándole todo el respaldo al fiscal y al juez para que lleven adelante las acciones que correspondan", dijo el intendente del municipio de Tigre, Sergio Massa, a propósito del enfrentamiento a tiros entre dos sectores de la barra brava del club Tigre, institución de la que Massa es el principal referente aunque formalmente no ejerza la presidencia.

Tratando de enfatizar su condena a la batalla callejera que produjo un muerto, agregó que "un tipo que usa un arma no es hincha de nada sino un delincuente" y que el club se "ensucia" por la presencia de estos señores.

En suma, le pasó la pelota al poder judicial y sólo expresó su repudio y escándalo como si fuera un vecino cualquiera y no alguien que conoce la entretela de las mafias de la tribuna.

En un gesto corporativo, sus omisiones intentan diluir un hecho central en la supervivencia de las barras: el vínculo directo con los líderes políticos, sindicales y deportivos.

Daniel Paz o El Negro Fiorucci, según su nombre de guerra, comanda una de las dos facciones en pugna (La 13). Reconocido veterano del tablón, viajó a Sudáfrica a ver el último Mundial, entre otros privilegios como el manejo de entradas y demás quioscos de los que actualmente viven las hinchadas y que son difíciles de regentear sin el visto bueno de los clubes.

Según el especialista Gustavo Grabia, a Paz se lo ha fotografiado entregando plaquetas en nombre de Tigre en alguna ceremonia.

Por lo demás, en el legajo de Fiorucci, que Massa conoce muy bien, figura un proceso por haber golpeado brutalmente a militantes radicales durante la Convención Nacional del partido, en noviembre de 2012.

La tarea, según opinión unánime (las remeras de los agresores dieron una clara pista), la habría encargado un hombre de la zona, el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, quien procuraba imponer un frente con el PRO.

En la vereda opuesta a Fiorucci se yergue la patota llamada La Banda de Pacheco, que tendría preferencias por Massa. Los de Pacheco, se dice, respondían al kirchnerismo cuando la barra estaba al mando de Walter "Tonga" Servant Díaz, actualmente prófugo por narcotráfico. Precisamente, el vacío de poder debido a la ausencia de Tonga fue el que desencadenó el cisma sangriento.

Massa tiene proyección provincial y trama con escrúpulo un provenir político que muchos auguran venturoso. Por lo tanto, cualquier proximidad con las barras sería un lastre altamente peligroso.

Es razonable que tome distancia, pero la ajenidad con que se expresa es digna de sospecha. Como también lo es que las cámaras de seguridad de reciente instalación no funcionaran el día de los incidentes.

Endilgarle a la justicia el peso de la solución es un facilismo inaceptable para alguien con responsabilidades políticas. Sobre todo si ese alguien, como dice, pretende combatir la violencia organizada de la barras.

Los dirigentes deportivos, políticos y sindicales, como se aprecia no sólo en la interna de Tigre, son el sostén del engranaje destructivo.

De no se atacarse esta alianza, este negocio perfecto, no servirá de nada, nunca, la intervención de fiscales y jueces, por muy competentes que sean.

Que Massa lo oculte detrás de su altisonancia legalista equivale a consentir que todo siga como hasta ahora.

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