Nigel Collins 11y

De la mano el karma y la controversia

Nunca será bien visto cuando un boxeador llegue a la conferencia de prensa posterior a la pelea en una silla de ruedas, ¡sobre todo si él es el ganador! Pero eso fue lo que le ocurrió a Tim Bradley el año pasado cuando derrotó sorpresivamente a Manny Pacquiao.

La confusión ocasionada por el veredicto opacó la euforia del vencedor, nulificando cualquier gloria que hubiera llegado en caso de una victoria clara. Además, la lesión de ligamentos en ambos pies fue como si se le hubiera echado "limón a la herida".

El veredicto pertenece ya al sinnúmero de controversias en el boxeo, destinadas a ser recordadas más por el resultado extraño que por la pelea en sí. Bradley obviamente quiere desechar los residuos de eso y tendrá su oportunidad el sábado, cuando defienda el fajín de la OMB (Organización Mundial de Boxeo) -- que le arrebató a Pacquiao -- ante Ruslan Provodnikov. Es una pelea en la cual Bradley es favorito, aunque quizá tenga algo de qué preocuparse a diferencia del púgil ruso.

La suerte de los boxeadores que han ganado títulos de manera controversial ha sido desafortunada, y su primera defensa frecuentemente fue la última. Llámenlo maldición, karma instantáneo o coincidencia, pero antes de eliminar esta teoría, examinemos el récord y veamos si podemos encontrar una línea común que aporte una explicación a la premisa.

Un ejemplo fue el 7 de septiembre de 1908, en la pelea por el título medio entre Stanley Ketchel y Billy Papke, que incluyó un golpe ilegal que influyó en el resultado. En esos días, se acostumbraba que los peleadores chocaran guantes cuando la pelea iniciaba, no durante las instrucciones del réferi como se usa hoy. Cuando Ketchel ofreció un saludo de manos, Papke le metió un derechazo a la cabeza, conocido como el "golpe sorpresa más cruel en la historia del boxeo", de acuerdo al libro "The Ultimate Book Of Boxing Lists".

Ese golpe fue la primera de tres caídas que sufrió Ketchel durante el primer round. Increíblemente, logró vencer la cuenta en cada ocasión, y aguantó hasta el round 12, donde sucumbió al castigo incesante por espacio de 36 minutos. Pero el reinado de Papke fue efímero. Dos meses después, Ketchel recuperó el campeonato con un nocaut. El hombre conocido como el "Rayo de Illinois" nunca fue el mismo después de esto, y aunque peleó hasta 1919, sus épocas como campeón terminaron.

Cuando el campeón complete Gene Tunney se retiró tras noquear a Tom Heeney en 1926, dejó la división con un grupo de peleadores mediocres. Finalmente, dos años después de que Tunney colgó los guantes, el alemán Max Schmeling y el estadounidense Jack Sharkey disputaron el título vacante. En el cuarto episodio, Schmeling cayó a la lona, sujetándose la ingle y gritando de supuesto dolor, tras absorber un izquierdazo al cuerpo. El que fuera o no un golpe ilegal, además de los talentos histriónicos de Schmeling, quedan como herencia de la pelea. Aunque Sharkley no niega que le conectó un golpe bajo a Max.

"Le conecté el golpe al cuerpo", dijo Sharkey. "Quizá fue bajo, y en caso de ser así, no fue intencional. Estaría loco para hacer algo así ya que yo era el campeón".

Luego de consultar con otros oficiales, el réferi Jim Crawley dio el veredicto a favor de Schmeling, y descalificó a Sharkey. Fue la primera y única ocasión en que el título mundial pesado cambió manos por una falta, y la primera pieza de un "efecto dominó" en fiascos del pugilismo.

La revancha, en junio de 1932, fue casi tan controversial como el primer duelo. Al final de los 15 rounds, Schmeling parecía el vencedor claro, pero la decisión dividida fue para Sharkey, ocasionando que el mánager de Schmeling, Joe Jacobs, dijera su famosa frase de protesta: "Nos robaron, debimos quedarnos en cama".

El episodio final de esta "trilogía de farsa" llegó en la primera defensa de Sharkey, cuando cayó a los pies de Primo Carnera (que trabajaba en un circo como "hombre fuerte") y quien era manejado por gángsters, que presuntamente le arreglaron muchas peleas. Sharkey sostuvo hasta el día de su muerte que la conmoción que sufrió ese día fue legítima, pero quedan dudas al respecto. Igual que el hecho de que tres peleas consecutivas en la categoría de los completos terminaron de forma sospechosa, con el vencedor perdiendo el fajín tras un breve reinado.

Y para aquellos que piensan que esta tendencia llegó a su fin en la época de los gángsters y de la prohibición del alcohol, les tengo dos palabras: Antonio Margarito.

Aunque nunca se comprobó que Margarito había "cargado" sus guantes con yeso previo a ser descubierto antes de su pelea en 2009 contra Shane Mosley, se sospecha que su sangrienta pelea seis meses antes, donde ganó por nocaut técnico a Miguel Cotto, fue arreglada.

La segunda parte de la "maldición" llegó en la primera defensa de Margarito, cuando Mosley lo noqueó en el noveno asalto y le arrebató el título súper welter de la AMB.

Aunque la evidencia es apócrifa, estos acontecimientos no fueron escogidos de manera selecta para probar algo.

Este fenómeno ha ocurrido muchas veces a lo largo del tiempo. En 1978, cuando el CMB le quitó al título a Muhammad Alí por pelear contra Leon Spinks en lugar de enfrentar a Ken Norton, el organismo nombró a Norton como monarca sin la formalidad de obtener la corona arriba del ring. Por supuesto, Norton perdió el campeonato en su primera defensa, en una decisión dividida ante Larry Holmes.

Luego está Rocky Lockridge, víctima de una decisión "localista" en 1985 cuando perdió el cinturón AMB de las 130 libras contra Wilfredo Gómez en Puerto Rico. Según la revista The Ring, Pepe Cordero, "creador" de campeones en la AMB, "negoció una paga de $55,000 dólares al contendiente número uno, Alfredo Layne", quien aceptó hacerse a un lado, despejando el camino para un combate Lockridge-Gómez.

Tras la pelea, Gómez detonó las sospechas cuando declaró: "le debo este título a Pepe Cordero".

Luego, vino el "efecto boomerang" familiar: Layne noqueó a Wilfredo en su primera defensa, mientras Lockridge conquistó los cetros súper ligeros del CMB y la FIB antes de retirarse en 1992.

Pocas personas podrán olvidar la mirada de Manuel Medina, tras perder el título pluma de la FIB ante Johnny Tapia en abril de 2002. Aunque había peleado bien, y merecía el veredicto, Medina sabía lo que venía. "Nos dijo antes de la pelea que iba a ganar, pero que el resultado se lo darían a Tapia, porque era un nombre más importante", confesó Larry Merchant, analista de HBO.

Medina era un peleador aguerrido, que logró una carrera con varios títulos pese a tener deficiencias como poco poder en sus golpes, ser lento arriba del ring y sufrir cortadas de manera fácil. Y, aunque su profecía se hizo realidad, no merecía ese castigo de los jueces esa noche en el Madison Square Garden. De cierta forma, Medina tuvo una revancha indirecta cuando Tapia renunció al campeonato para tomar una pelea con buena paga ante Marco Antonio Barrera.

Tapia perdió ese combate y nunca obtuvo otro título de renombre, mientras Medina se recuperó para proclamarse campeón pluma de la OMB años después, con una victoria sorpresiva ante Scott Harrison.

Aunque claro, no hay garantía de que todos los boxeadores que ganan un título de forma dudosa tendrán su "castigo" de inmediato. El caso más notable es el de Muhammad Alí, quien obtuvo el fajín de peso completo ante Sonny Liston, en una pelea rodeada por rumores y acusaciones, incluyendo el de que Liston se tiró a propósito. Fue algo similar en la revancha, cuando Liston se desplomó en el primer round, pero Alí sobrevivió a la sombra de las peleas contra Liston y tuvo una carrera legendaria.

La verdad es que no hay "justicia cósmica" que corrija los errores del boxeo, sino un equilibrio de las básculas causado por la recompensa a un peleador con menos cartel a expensas de su rival, en el papel superior. Falta ver lo que esto significará para Bradley cuando ingrese al ring en el Home Depot Center de Carson, California. En teoría, deberá brillar ante Provodnikov, quien se acelera de forma férrea bloqueando golpes con la cabeza en todo momento.
Pero, si se da alguna sorpresa, podría ser la confirmación de que, finalmente, Pacquiao sí fue robado.

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