Jeff Carlisle 11y

La máxima hazaña en el Azteca

Cuando la Selección de Estados Unidos venció 1-0 a México en un partido amistoso en agosto de 2012, fue la primera vez que el cuadro estadounidense logró un triunfo en el famoso Estadio Azteca. La victoria fue algo significativo, dado que en 19 ocasiones previas, Estados Unidos había salido del histórico escenario lamentado otra derrota contra el odiado rival del sur.

Pero, junto con esa victoria histórica, llegó también el deseo de que eso hubiera ocurrido en la eliminatoria mundialista, lo que trajo recuerdos de la otra ocasión en donde Estados Unidos logró asegurar un resultado en el Azteca.

Se trata del famoso empate 0-0 el 2 de noviembre de 1997, cuando Estados Unidos jugó con un hombre menos durante casi 60 minutos, pero logró rescatar un punto valioso en camino a calificar para el Mundial de Francia 1998. Este partido se mantiene como uno de los más respetados en la historia del futbol en Estados Unidos, sobre todo por todos los obstáculos que se libraron.

LA PREPARACIÓN

Está de más decir que la tensión crecía en el campamento estadounidense. La misión por calificar, primera en los últimos ocho años luego de ser sede el Mundial 1994, cayó en un bache tras un decepcionante empate 1-1 como local ante Jamaica. Estados Unidos tenía tres partidos por disputar –duelos consecutivos como visitante ante México y Canadá, seguido por el cierre del Hexagonal como local ante El Salvador.

Estados Unidos fue de tener todo controlado, a ubicarse en el tercer lugar de la eliminatoria, con 10 puntos. México y Jamaica le sacaban ventaja de cinco y dos puntos, respectivamente. Sin embargo, el grupo perseguidos de El Salvador y Costa Rica estaban muy cerca, con los Cuscatlecos a sólo un punto y los Ticos a dos.

Estados Unidos todavía controlaba su destino. Pero, como lo refiere el defensa Marcelo Balboa, "ese destino se hizo cada vez más pequeño con algunos resultados, sobre todo el partido contra Jamaica. Esa victoria pudo afianzar un poco más nuestra posición como 'piloto' del vehículo. En lugar de eso, manejábamos sin un cinturón de seguridad, y en cualquier momento podíamos salir expulsados del auto".

El técnico en ese entonces, Steve Sampson, recuerda que los jugadores no tenían dudas acerca de si calificarían, pero admite que él sentía mucha presión.

"Los jugadores no tenían ninguna preocupación, pero Alan Rothenberg (presidente de la Federación Estadounidense de Futbol), Hank Steinbrecher (el secretario general) y Sunil Gulati tenían algunos apuros", dijo Sampson. "Sé que Carlos Queiroz estaba en la ciudad, trabajando con la Federación y listo para reemplazarme. Estaba 'disfrazado' con la explicación de que iba a preparar un plan técnico, pero yo estaba al tanto de que él estaba listo para tomar mi trabajo si las cosas no funcionaban".

Estados Unidos había tenido éxitos recientes contra México, incluyendo una victoria 4-0 en la Copa U.S.1995, pero el más reciente enfrentamiento en el Azteca había visto cómo México maltrató a su vecino del norte por el mismo marcador, en la final de la Copa Oro 1993.

Con ese resultado en mente, Sampson ideó un plan para que el equipo entrenara durante 16 días en la altura en Big Bear Lake, California, ubicado a 6 mil 700 pies sobre el nivel del mar, solamente 500 menos que la Ciudad de México. Ya que la temporada de la MLS finalizaba en octubre en esa época, Sampson tendría a casi todo su equipo disponible, dándole a los jugadores tiempo suficiente para aclimatarse.

Las opiniones varían acerca de cuánto se benefició el equipo en el aspecto físico, pero hay unanimidad en que el impacto psicológico fue profundo, ya que la escuadra creía por primera vez que eran capaces de sacar un resultado en el Azteca.

"Nos aislamos. Nos la pasamos muy bien", recordó el ex seleccionado de Estados Unidos y actual analista de ESPN, Alexi Lalas. "Entrenamos, rodamos en bicicleta, y disfrutamos la preparación para lo que sería un ambiente muy difícil. Y recuerdo que ese tiempo fue solamente diversión. No es que no trabajáramos, sino que fue divertido. Pienso que eso nos ayudó más en lo psicológico que en lo físico, porque muchas de las mismas dificultades y retos aparecieron en ese partido".

El estado mental comprobó ser importante, dada la premura con que se armó el equipo que Sampson llevó a la Ciudad de México. El portero Kasey Keller se perdió el partido al tener dislocado un pulgar, el mediocampista Earnie Stewart quedó fuera por una lesión en la pantorrilla y Tab Ramos sufrió ruptura de ligamento cruzado anterior a escasos días del juego.

Por si algo les faltara, el mediocampista Claudio Reyna estaba suspendido.
Pero, cuando el equipo llegó a la Ciudad de México para el partido, los dioses del futbol comenzaron a sonreirle al equipo de Estados Unidos. Llovió durante tres días previos al partido, disminuyendo los niveles de smog legendarios en la ciudad. La lluvia terminó el día del partido, pero la temperatura se mantuvo en un nivel razonable, pese a que el partido iniciaría a medio día.

"En mis partidos previos en el Azteca, simplemente no podías respirar", confesó el ex delantero estadounidense Eric Wynalda, actualmente analista para Fox Soccer Channel. "Pero se sentía diferente, el aire no estaba tan contaminado como de costumbre".

PRIMER TIEMPO

Con el equipo a tope físicamente y mentalmente, Sampson colocó a una formación de 4-4-2, que se apegaba más a un 4-5-1, con Joe-Max Moore apoyando al delantero Roy Wegerle. Estaba diseñado con la intención de atacar.

"Sentíamos que queríamos dejar nuestra huella en el Azteca por primera vez", dijo Sampson. "Históricamente, nunca habíamos siquiera ganado un punto ahí. Y los jugadores, dándoles mérito, jugaron con mentalidad ofensiva desde el silbatazo inicial".

Y sí lo hicieron. Wynalda tuvo dos oportunidades claras, estrellando el balón en el travesaño en una de ellas. Pero, al minuto 32, el juego cambió por completo cuando el árbitro argentino Javier Castrilli expulsó a Jeff Agoos por un codazo sobre Pável Pardo.

"Recuerdo eso, y puedo entender la tarjeta roja", dijo Agoos. "Miré atrás de mí, cuando llegaba el balón y vi a un jugador acercándose a gran velocidad. Podías sentir que iba a impactar fuerte, así que levanté mis brazos para absorber el impacto, los moví hacia atrás. No recuerdo el nivel de contacto, pero fue mínimo. Fue cerca de su cara o en el hombro, pero se tiró al césped y se sujetó la cara. El árbitro mordió el anzuelo y me sacó la tarjeta roja. En ese momento, lo único que podía hacer es aceptar la decisión y retirarme".

Debido a la forma en cómo estaba jugando el equipo, Sampson optó por no hacer cambios en ese momento, moviendo a John Harkes a la banda izquierda, con Wynalda aportando ayuda adicional a la defensiva.

"Volteé a la banca y ellos hicieron una cara como de 'aguántese'", recordó Wynalda. "La boca cerrada, viendo para otro lado, aguantándose… eso es lo que vi. Y eso es básicamente lo que hice".

Poco después, Estados Unidos generó su mejor oportunidad del partido. Un pelotazo largo al área grande le cayó a Thomas Dooley, quien se sacudió la marca y metió un tiro que pegó en la parte interna del poste, pero que no entró. El balón se paseó por la línea de gol, el contrarremate de Wegerle fue bloqueado y uno más de Wynalda salió desviado.
Que Dooley fuera el que se lanzara a la ofensiva no le sorprendió a Lalas.

"No importaba si jugábamos con 10 hombres", recordó Lalas "A Dooley le gustaba aventurarse a la ofensiva, y sabíamos que iba a pasar. Era muy bueno para eso, básicamente era 'nos vemos, me voy'. Era algo difícil de predecir, no sólo para los rivales sino también para los compañeros. Llegamos a ser buenos para reaccionar a sus travesías".

Pese a que Benjamín Galindo amenazó minutos después, con un tiro que salió ligeramente desviado, Estados Unidos llegó al medio tiempo con ventaja 7-2 en disparos a gol, algo impensable previo al partido.

SEGUNDO TIEMPO
Estados Unidos sabía que se margen cambiaría en el segundo tiempo. El planteamiento 4-5-1 de Sampson se convirtió esencialmente en 4-5-0. Además, con Agoos fuera, México se aferró a atacar por el costado izquierdo de la defensiva estadounidense. Wynalda recuerda el haber defendido "unas 50 veces" por ese costado.

Pero Estados Unidos conservó su formación defensiva, y cuando México lograba atravesarlos, los tiros a gol salían desviados o llegaban a las manos del joven portero Brad Friedel.

"Fueron muy predecibles ese día, algo que no es normal para México, especialmente en esa época", recuerda Friedel. "Lograron meter algunos centros, pero cuando lo hicieron –Alexi, Dooley y Balboa, tres jugadores que son mejores en el juego aéreo que cualquiera de sus jugadores- lograron defenderlos".

Los cambios de Sampson fueron atinados. Metió a Chris Henderson por Cobi Jones al minuto 56, Mike Burns por Wynalda al 73, y a Martín Vásquez (actual auxiliar de la Selección) por Wegerle cuando faltaban 11 minutos. Las piernas frescas permitieron que el equipo estadounidense conservara la posesión de la pelota, y que a la vez pudieran descansar.

Eso no implica que no hubiera algunos momentos de nervios. Un remate de cabeza fulminante de Luis García salió apenas arriba del travesaño. Ramón Ramírez metió un disparo desde el borde del área grande, que salió desviado, ya cuando el tiempo expiraba.
Pero no fue un caso en donde el portero estuvo hasta de cabeza para rescatar un valioso resultado. Al final, Friedel solamente hizo dos atajadas en los 12 disparos a gol de México.

"Fue uno de esos partidos en donde hice lo menos posible para un portero jugando contra México", recuerda Friedel.

Pero, el momento memorable del segundo tiempo ocurrió cuando la afición local sacó sus frustraciones contra su propio equipo, coreando "¡Ole!" con cada pase que lograba Estados Unidos. Eso, cuando no estaban ocupados gritándole "¡Fuera Bora!" a Bora Milutinovic, en ese entonces director técnico de México (y quien también había sido técnico de Estados Unidos).

"Es la máxima señal de respeto", dijo Lalas. "Tu rival acérrimo reconoce que algo especial ocurre, y tiene la perspectiva y el respeto para ofrecer el máximo elogio en el escenario más grande. Nunca lo voy a olvidar. Aunque fue un comentario reprobatorio hacia la manera en cómo jugaba su equipo, también fue una aprobación increíble a lo que veían del equipo de Estados Unidos, algo difícil por la historia que tenemos".

Cuando sonó el silbatazo final, los jugadores de Estados Unidos, exhaustos, se quedaron un momento para disfrutar un resultado histórico, mientras que los elementos de México se fueron rápidamente al vestidor.

LAS CONSECUENCIAS

Lo irónico fue que el punto le alcanzó a México para calificar al Mundial, mientras que Estados Unidos todavía tenía trabajo por hacer. Pero uno nunca hubiera podido adivinar por la reacción que hubo, sobre todo en el lado estadounidense.

"Tras el partido, el vestidor era algo fenomenal, porque había este agotamiento increíble", confiesa Lalas. "Pero, junto a la tos y la dificultad para respirar que llega por la altura, la contaminación y jugar contra un gran equipo en un ambiente increíble, había la sensación de haber logrado algo que, aparte de ser importante para calificar, era algo que permanecería. Tanto así, que estoy aquí, en 2013, hablando al respecto."

Poco más tarde ese día, Milutinovic invitó a los jugadores y cuerpo técnico de Estados Unidos a cenar en un restaurante cercano, acompañados por los seleccionados y dirigentes mexicanos.

Sampson recuerda que, mientras todos los invitados de Estados Unidos acudieron, nadie lo hizo por México. Solamente Milutinovic.

"Estábamos contentos por tener ese momento con (Milutinovic), como señal de respeto hacia él", agrega Sampson. "Pero al mismo tiempo, fue triste ver que ningún directivo o jugador mexicano acudió".

Dooley señala que no le sorprende nada de lo que ocurrió en la cena.
"Ellos casi pierden, y lo que querían era convivir con su familia y amigos", dice. "No querían compartir con el enemigo".

Incluso, Dooley bromeó con Bora –quien lo dirigiera en el Mundial 1994-, diciéndole que había estrellado su disparo en el poste en lugar de anotar, "porque no quería que te despidieran".

Pero, como ocurre muchas veces con ese tipo de resultados, Milutinovic fue despedido tres semanas después del último partido del Hexagonal, reemplazado en el puesto por Manuel Lapuente.

Mientras que para Estados Unidos, el resultado inyectó confianza, y el equipo aseguró la calificación en su siguiente partido, con una victoria 3-0 sobre Canadá.

Lalas recuerda a ese periodo como una etapa donde había una conexión muy fuerte entre Sampson y el equipo.

"Era una mentalidad de 'nosotros contra el mundo'", afirma Lalas. "Sampson estableció una confianza de 'nosotros decidimos hacer esto, salimos y lo hicimos'. Quizá pueda debatirse el efecto de Big Bear, pero al final, resultó en algo histórico y se le debe dar mérito".

Pero Estados Unidos no pudo sostener este sentimiento. Los cambios en las convocatorias que hizo Sampson posteriormente hicieron que la vibra positiva se evaporara, y el equipo explotó en el Mundial de 1998.

Pese a esa decepción, lo ocurrido el 2 de noviembre de 1997 no pierde su valor histórico o lo sorprendente.

"Cuando obtienes un resultado como ése, sientes que estás en la cima del mundo", dijo Friedel. "Ocurre en cualquier deporte. Cuando vas a una 'caldera' como ésa, sales sintiéndote muy bien por lo que hiciste".

Para todos los jugadores y entrenadores de Estados Unidos involucrados, es un recuerdo feliz que nunca olvidarán.

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