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Una injusticia

ROMA -- Lazio recibió en el estadio Olímpico de esta capital a Fenerbache, en el match de vuelta de los cuartos de final de la UEFA Europa League: el desafío terminó igualado por 1 a 1, lo que significa que los albicelestes fueron eliminados de esta competición, puesto que el encuentro de ida había terminado con un 2 a 2 en favor del conjunto turco.

Fue realmente una injusticia, porque este resultado y la consecuente salda del equipo italiano fue fruto de los "favores" del referí que los negroamarillos recibieron en su propia casa; de no ser por ello, el Águila hubiese superado el turno porque demostró ser superior a su rival.

Claro, el cuadro de Petkovic cometió sus yerros y tiene su parte de responsabilidad en la salida, pero especialmente por cuanto visto en la vacía cancha romana (Lazio descontaba una penalización por algunas expresiones racistas de su hinchada en un partido anterior), si había un equipo que merecía y debía pasar el turno, ese era el italiano.

Así, el país "de la bota" se quedó sin representantes en el continente, otra vez más, y sigue perdiendo terreno en el Ráking UEFA, lo que significa sumar cada vez menos chances de recuperar el cuarto cupo para la Champions, por encima con el peligro de perder hasta el tercero.

DOMINIO TOTAL
Recordamos que en el enfrentamiento de ida Lazio había controlado muy bien el primer tiempo, sin lograrse mostrar con peligro pero jugando con grande atención y concediendo apenas una ocasión de gol.

En ese marco, como ya quedó subrayado la semana pasada, pesaron tanto las decisiones equivocadas del referí de negarle un penal a los albicelestes al inicio del encuentro (que debía costarle también la roja al defensor local) y de concederle un penalty a Fenerbache que era, cuanto menos, ampliamente discutible.

Pero aún más pesó la administración del trámite, porque el referí les permitió a los turcos un juego muy violento, mientras que terminó por echarlo a Onazi al inicio de la segunda etapa por doble amarilla, con dos faltas cometidas que, de colmo, fueron el fruto de la violencia permitida por el juez.

Ese resultado le imponía al Águila disputar un partidazo en Roma y, en realidad, eso fue lo que hizo: los capitalinos no le dejaron ningún espacio a su rival, que terminó pegándole una sola vez al arco mientras que sufrió por todo el desafío, especialmente en el complemento, cuando el anfitrión construyó por lo menos seis claras ocasiones de gol, más muchas otras menos nítidas pero igualmente peligrosas.

El dominio albiceleste, en suma, fue total, y por momentos los muchachos de Kocaman no lograron ni siquiera salir de su propia mitad de la cancha. Por lo visto sobre el césped, Lazio hubiera debido vencer con dos o tres goles de ventaja, lo que hubiese significado jugarse el alargue o pasar directamente el turno.

No fue así y mucha culpa la tuvo, claramente, la enorme presión de tener que remontar dos goles de desventaja, factor que le permitió a los turcos defenderse con todo desde el principio, apelándose a cada tipo de solución y truco, como las larguísimas perdidas de tiempo que se verificaron ya desde la primera etapa.

Además, esa obligación o obligo al equipo de Petkovic a jugar siempre al máximo y con una intensidad y una propensión ofensiva que, al final, terminaron por costarle esa única jugada de peligro en la que la visita metió el 1 a 1, luego de que Lulic con un gran cabezazo había puesto en ventaja a su cuadro.

LÍMITES PROPIOS
Si embargo, a pesar de todo, también Lazio tuvo sus límites y cometió sus errores que, en nuestra opinión, fueron fundamentalmente dos: la esterilidad ofensiva y el hecho de haber "contado mal".

El primer factor fue determinante, pero bastante compresible por las circunstancias. Además, no se puede afirmar que el Águila, mostrándose incapaz de transformar en gol su enorme mole de juego, para darle un sentido a su superioridad evidente, haya demostrado en ese ámbito su inferioridad respecto a Fenerbache.

En efecto, hay que recordar que en el desafío de ida los turcos crearon menos de lo que creó el cuadro albiceleste en esta ocasión y, por encima, a pesar de jugar casi un tiempo entero con hombre de más, precisaron un penal (como decíamos antes, entregado con cierta generosidad) para pasar en ventaja, cosa que quizás no hubiesen logrado nunca sin ese episodio.

El segundo factor es algo bastante típico en los equipos italianos, porque hace parte de la manera de pensar de todo el pueblo, y en nuestra opinión fue determinante en el resultado final. Con la expresión "contar mal" nos referimos al hecho de que Lazio, por todo el encuentro, pensó en que tenía que anotar tres goles para pasar el turno; así, también cuando anotó el 1 a 0 a media hora desde el final, el equipo siguió empujando con todo, como si tuviera que cumplir la misión casi desesperada de anotar otros dos tantos en 30 minutos.

Como primera cosa, hay que precisar que no parecía tan desesperada la idea de poner dos tantos en el tiempo que quedaba, considerado el enorme e indiscutible dominio del equipo italiano. Pero lo más importante es que, en realidad, el Águila no debía anotar dos tantos más, sino que apenas otro.

El tema es que lo importante, para cumplir remontadas como estas, es ponerse en paridad respecto al adversario: con un 2 a 2 los albicelestes no perdían y seguían en carrera, en la peor de las hipótesis para irse al alargue y como máximo a los penales.

Razonando de esa manera, Floccari no hubiese ingresado por Ederson, como pasó al final, sino que González hubiera entrado. El uruguayo podía pararse por derecha, dándole cobertura por el único lado por el que Lazio concedió algo y por el cual terminó por llegar el 1 a 1, justo un minuto después del cambio.

Realmente, analizándolo a "mente fría", el ingreso del uruguayo hubiese sido la mejor decisión, porque seguramente el conjunto albiceleste podía seguir dominando y, si el segundo no llegaba, el cambio de Floccari por un volante podía siempre efectuarse un poco más tarde.

Además, no hay que subestimar la señal que recibe un equipo que, de golpe, se encuentra a jugar con dos aleros muy ofensivos y un tridente de delanteros de área, lo que en definitiva significa atacar con todo, casi olvidándose de cuidarse en fase defensiva.

Lástima que haya llegado ese error que, por encima, fue fruto de un golpe de mala suerte, porque en realidad Floccari debía entrar por Kozák, sin cambiar la disposición táctica, pero algunos problemas físicos de Ederson le hicieron cambiar decisión en pocos segundos a Petkovic, quien terminó por cometer el que fue, a a postre, un claro yerro.

Así Lazio se va. Con la cabeza alta, pero se va. Así el fútbol italiano se encuentra sin Europa. En este caso, pero, de cabeza alta no queda ni el rastro, porque esta parece la enésima señal de peligro de un sistema que necesita ser renovado de manera profunda y, posiblemente, con cierta velocidad.

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