Sergio Martínez 11y

De 200 a cuarenta mil...

BUENOS AIRES -- Una vez, hace muchos años, tantos que ya ni recuerdo cuando fue, oí una frase por la que jamás dejé de sentir curiosidad.
Un cantante de un grupo muy nuestro, de esos argentinos hasta la médula dijo: "Nosotros comenzamos actuando para 50 personas y terminaremos actuando para 50 personas".

Mal, pensé desde apenas oírla. Coincidió con mis comienzos boxísticos. Allá por el año 1995, donde era ese pibe amateur con más sueños que medallas y con más hambre que gloria.

Mi idea, mi concepto sobre el boxeo, el amor, la gloria y la vida son básica y en esencia el mismo. Comenzar de cero y finalizar en lo más alto.

No concibo ni acepto que comencé en los suburbios de un suburbio, un barrio de Florencio Varela llamado Zeballos, para unos ciento y pocos asistentes y, para finalizar mi campaña, volver a mis comienzos cual fantasma deambula sin un rumbo ascendente. No voy a permitirlo, no porque Zeballos sea más o menos que otro sitio. De hecho, fue mi cuna en mi vida profesional y le debo el primer paso en esta senda que escogí. Sino porque la vida no es más que una escalera donde, paso a paso, asciendo sin pausas pero sin ninguna prisa.

No acepto que quien escribiese una letra tan significativa como"Matador", cual cordero resigna su destino añorado y consume sus deseos de gloria musical.
Titulé esta nota "de doscientos a cuarenta mil" porque ese es el resumen de mi carrera como boxeador. Entre amateur y rentado un puñado de combates aquí, allá y muchos más algo más allá, juntan más y menos alegrías, más que menos triunfos y mucho más orgullo aún.

Tengo a mi cuerpo trabajando, mi espíritu luchando y mi alma abriendo paso a puñetazos

-- Sergio Martínez

El volver con la frente marchita, el cuerpo que no es ajeno a las palizas diarias que la vida me ofreció como desafío, y la mente curtida por los desvaríos de este mundo, hacen que sienta cual brisa de sudor cuarenta millones de gotas empapan mi cuerpo abrazándome.

Mi sensación es tan particular que la necesidad imperiosa de continuar se hace imparable a cada hora en estas ocho semanas de preparación. Tengo a mi cuerpo trabajando, mi espíritu luchando y mi alma abriendo paso a puñetazos.

Cuarenta mil albicelestes atrincherados en el corazón del Fortín. ¡Qué nombre más apropiado! Otros tantos millones desde casa y al pie del cañón a la espera de mi siguiente batalla. ¿Qué más podría pedir? Nada, todo se simplifica con dos palabras. Solo dos y nada más.

Este próximo dos de mayo será mi dieciocho aniversario de vida pugilística. Mucho tiempo ya. Kilómetros de vendas ya recorren mis viejas lesiones. Muchas cirugías en un tiempo muy corto. Muy alto el precio de la gloria. Alto pero proporcionalmente valioso ante la evidencia ofrecida por una remuneración no solo económica, sino "de la otra", la que es importante de verdad. Esa que los niños recordarán y tejerán leyendas urbanas por siempre jamás. Esas que se depositan hoy en la memoria y dibujarán con hilos de oro la historia contada por los abuelos.

Esa que no se borrará con el codo del necio ignorante que pretende ensuciar una fiesta ofrecida para todos. Ese necio estará ahí, escondido como siempre, agazapado y no tendrá el azul y blanco en el pecho, tiene el verde de envidia recorriendo sus venas, buscando al gato de cinco patas, queriendo ser popular entre los bajos fondos de su inexistencia moral. Ese necio siempre estará ahí, aquí y allá porque hace falta. Es "el mal necesario" para que quienes trabajamos codo con codo frente a toda adversidad y en equipo, estemos siempre por encima de su vergüenza. A ese necio ignorante de quien estoy hablando, acabo de dedicarle dos minutos y cuatro renglones... Demasiado acabo de darte, no mereces ni eso porque, como dije algún tiempo atrás: "solo se vive una vez", y tu ni siquiera eso "porque quieres la vida de otro y odias la tuya".

Hoy, pasadas ya casi seis semanas de mi preparación, vuelvo a tener un entrenamiento de los que dejan huella en mí, día a día tengo una respuesta psicofísica jamás registrada. La velocidad combinada con fortaleza está muy por encima de cualquier rendimiento en todos estos años de boxeo. La experiencia juega el papel esperado y el voraz apetito de triunfo acapara todo espacio por llenar.

Tengo aliados, inseparables compañeros de trinchera, ese tipo que veo en el espejo, yo mismo y mi otro yo. Conmigo a todos lados y esta vez no solo "los de atrás vienen conmigo". Hoy, mi espíritu, mi alma y mi cuerpo van devorando las hojas del calendario porque desean más que nada este combate. Me confunden a veces, me presionan pero nunca me abandonan.

Victoria se escribe con mayúscula, en mi corazón está grabado su nombre. Y orgulloso de portarlo en mi por siempre en esta vida que elegí

-- Sergio Martínez

Mi espíritu tiene el pelo largo, suelto y arrastra sus manos en el fango, tiene las uñas sucias y los dientes afilados. Mi alma se pelea con él. Mi alma, tiene dos puñales como armas, dos puñales disfrazados de suaves y blandos guantes de cuero de cabra. Entre los dos corre la misma sangre que alimenta mi piel, mis huesos y mis músculos. Soy un todo en mí mismo. Soy un alma llena de furia con un espíritu armado hasta sus largos dientes, un cuerpo preparado y una mente lista para disparar, apretar el gatillo a discreción y correr hacia el frente. Buscar al enemigo y pelear cuerpo a cuerpo. Ese guerrero siempre viene conmigo a todos lados. Cubierto con un disfraz, de tipo sobrio, discreto, con el pelo engominado y la corbata ajustada, de traje gris oscuro y vocabulario fastuoso. Ese es mi cuerpo, la cara visible de un guerrero por naturaleza.

Comencé mi carrera en el ring el nueve de junio de 1995, ciento y pico de personas estaban presentes. Lo recuerdo al detalle. Como si todos estos años fueran tal vez unos pocos dias, quizá semanas y poco más. Hoy, esa misma cifra de personas estará esparcidos entre las cuarenta mil. Algunos, desde algún estrellado, celestial y luminoso lugar estarán mirando, observando sabiendo que siguen en mí. Siempre presente. Ahora, siendo algo más de la una de la madrugada de este frio y lluvioso viernes madrileño, tengo que despedirlos amigos míos, en tres horas estaré en pie siguiendo con mis entrenamientos, casi ocho horas me esperan este sábado.

Ocho horas de arduo y tedioso trabajo para el holgazán que llevo dentro y quiere seguir despierto ahora y durmiendo mañana. Pero, tengo tres aliados en mí que asustan a cualquier monstruo. Tres aliados hoy--ya--hora, y cuarenta mil encerrados en el corazón del Fortín pidiendo sangre y sudor el próximo 27 de abril. Cuarenta mil dentro y cuarenta millones fuera, esparcidos en toda la piel más sureña de América.

¿Qué más podría pedir? Nada, ya lo dije antes... Todo se resume y simplifica utilizando dos mágicas palabras. A todos los presentes, oyentes y televidentes solo puedo decirles "Muchas gracias".

Victoria se escribe con mayúscula, en mi corazón está grabado su nombre. Y orgulloso de portarlo en mi por siempre en esta vida que elegí.
El 27 de Abril seremos reyes por un día. Vivamos nuestro reinado con gallardía y hagamos de la fiesta una algarabía.
Gracias por este espacio al director de Ring Side y a ustedes, por leer cada renglón de mis delirios de grandeza.

Hasta la Victoria siempre.

Nota: material cedido por la Revista Ring Side a Espn.com

^ Al Inicio ^