Especial para ESPNDeportes.com 11y

El mundial de la justicia social

PARÍS -- Queridos lectores. Ya estamos llegando al fin de esta peripecia delirante por todos los mundiales y por las décadas y los tiempos del mundo. Estamos demostrando que el fútbol nos acompañó durante toda nuestra historia contemporánea más que nada. ¡Fútbol, siempre junto al hombre de mi tiempo! ¡Fútbol, pelota de trapo o pelota Adidas, o como quieran llamarla, gracias, gracias!

Finalizando ya esta aventura delirante que vivirá en el corazón de los hinchas cibernautas, déjenme decirles que no hay vida sin conventillo, así como no hay vida sin fútbol ni mujeres.

Y regresaron mis amigos del conventillo, con el conventillo mismo de sombrero, para llevarme directo a uno de los Mundiales mas emotivos que recuerdo, Francia, año 1998.

¡París es una flor, el barrio Pigalle, las calles del barrio de Montparnasse donde dicen nació el tango, es una delicia! ¡Si hay una ciudad en el mundo que puede brindarle un homenaje espectacular al fútbol y a la vida y a la belleza, esa ciudad es París!

Las calles parisinas se llenan de latitas de cerveza y los bares a punto de explotar porque Francia ha llegado a la final de esta Copa del Mundo fascinante. Pero eso pasará dentro de un par de días porque ahora estamos en el estadio Stade Gerland, en la bella ciudad de Lyon y se juega un partido histórico: Irán-Estados Unidos.

Aunque es cierto que el fútbol puede solucionar algunas penas, jamás solucionará los graves conflictos sociales y políticos. Pero este día, este 21 de junio de 1998, ante 23.000 espectadores Irán tendrá su día de gloria.

El partido entre estadounidenses e iraníes se juega a cara de perro. Irán demuestra tener un fútbol más arrollador y con fantasía sudamericana por momentos. Nosotros caemos del conventillo volador expulsados a golpes de toalla y terminamos en las gradas donde están los simpatizantes de Irán, todos con las caras tapadas, llenas de velos de seda gruesa.

"¿Qué les pasa a estos muchachos?" Los iraníes estaban rezando para que su equipo gane, como ganó, porque enseguida hizo un golazo, un tal José Estillí, desde muy lejos, un gol que gritamos todos como si hubiera sido un gol de Batistuta.

Todos queríamos que Irán le ganara a Estados Unidos. Y le ganó. Estados Unidos empató con un gol de Mac Bride, pero enseguida nos pusimos todos a rezar e Irán convirtió un golazo a través de un tal Mandarivike y se acabó la causa, se acabó la guerra.

Irán, por un momento en su dura historia, pudo ganarle a Estados Unidos y darle a los iraníes una alegría infinita. El fútbol tiene estas cosas, hasta Alá gritó el gol y todos los liberamos de nuestros distintos velos de seda o mas profundos, velos de egoísmo, de incomprensión, velos de ambiciones, velos petroleros, velos de maltratos, velos violentos, todos en la gran tribuna iraní nos abrazamos aunque nosotros seamos católicos y ellos musulmanes. ¡Fue un golazo, un gran triunfo y el fútbol nos hermanó por siempre!

De todas formas, la Copa se la llevó Francia con un equipo de morochos y de inmigrantes en su totalidad, con un Henry y un Zinedine Zidane haciendo de las suyas goleando a un Brasil de figuras que ya ni vale la pena nombrarlas porque todo el mundo las conoce y aburren.

El fútbol hizo justicia social.

(continuará...)

^ Al Inicio ^