Ramiro Guillot 11y

CASI recuperó su mística

BUENOS AIRES -- Los esperó a la entrada del vestuario y los abrazó uno por uno. Y mientras lo hacía, mientras los estrujaba de felicidad, Enrique Pichot, coach de este CASI exultante, le dedicaba dos o tres palabras exclusivas al oído. "Sos una bestia", se alcanzó a oír que le susurró a Jerónimo Pandelo, debutante en el clásico, autor de un tackle salvador en el primer tiempo, y una de las gratas apariciones de este modelo 2013. "Gracias, muchas gracias", le respondió el pibe, con un nudo en la garganta, producto de la alegría, el desahogo, la adrenalina, la emoción y vaya a saber uno cuántas sensaciones más.

Desde arriba de todo, desde el pico más alto de las tribunas hasta su base, los aplausos caían, sin cesar, en sintonía con el riego del cielo. Tuvieron que pasar diez años para que la Academia pudiera festejar en su casa ante el San Isidro Club. Tuvieron que pasar más de 3600 días para que el equipo fuera despedido con sonrisas después de 80 minutos de acción frente al vecino -la última vez había sido 13-6 en 2003-. En aquella oportunidad, luego de llevarse puesto a Lucio López Fleming -debutaba en un clásico-, el que pateó el tablero fue Federico Martín Aramburú. Y, vaya casualidad, el sábado pasado también fue un wing el que se empilchó de héroe: Nicolás Cotella. El rapidito le dio la puntada final a una acción de lujo, que no es figurita repetida por estos lados. "Esa jugada se practicó durante toda la semana", explicaron desde las entrañas académicas, como para dejar en claro que la fortuna no metió la mano en el dibujo diseñado por los ligeritos de negro y blanco.

Desde 2009, cuando accedió a la final del torneo -cayó con Hindú por 31 a 22-, que no se observaba a un CASI tan sólido, compacto y vehemente, como éste. El pack somete y somete, mostrando que recuperó la pimienta de otras épocas -enorme nivel de Martín Sabatté, Mariano Zinani y del eterno Juan Campero-; el line, desdibujado en las tres últimas temporadas, volvió a convertirse, al igual que el scrum, en una plataforma confiable de obtención; y la pareja de medios, conformada por Andrés Nicholson e Ignacio Almela -dueño de un futuro inmeso-, comienza a mostrar similitudes de aquella que integraban Agustín Figuerola y Martín Landajo. Pero sobre todo, el equipo, en su esencia, parece haberle vuelto a tomar la mano a la mística del club; se reencontró con su ADN histórico. "El CASI cambió sustancialmente su juego hace tres años y estos cambios llevan tiempo", decía Enrique Pichot, luego del primer gran éxito de 2013 frente a La Plata, explicando por qué ahora sí y antes no.

Por eso, si este CASI necesitaba una prueba de carácter para demostrar y, sobre todo, demostrarse que realmente camina por la vereda del sol, fue la del sábado pasado. Porque más allá de la década errática de local ante el SIC, de su prematura clasificación al Top 14 y de los últimos tres años de vacas flacas, necesitaba un triunfo así, clásico, para convencerse de que este año, al fin, tiene con qué pelear arriba. Que tiene bases sólidas como para ilusionarse en grande.

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