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Algo habrá hecho

BUENOS AIRES -- Tarde pero seguro, el Comité Ejecutivo de la AFA dio conocer su "repudio" a los hechos de violencia que se desataron en la Asamblea de representantes de Independiente el 28 de junio, cuando una patota irrumpió en la reunión a los sillazos.

Al margen de la reacción lenta, la jerga burocrática que caracteriza estas notificaciones convierte lo que debería ser un gesto solidario en una mera formalidad.

Los dirigentes no salieron a hablar, por su cuenta ni en nombre de sus clubes, para cerrar filas con la lucha que, con sus luces y sombras, ha emprendido el presidente de Independiente, Javier Cantero, contra las barras profesionales y sus sostenes políticos y sindicales.

Salvo algunas reuniones convocadas por funcionarios del gobierno nacional en los albores del mandato de Cantero, la soledad de este dirigente no sólo ha sido evidente sino, al parecer, fomentada por sus propios colegas.

Para colmo, Florencia Arietto, una experta en temas relativos a la seguridad -de legajo impecable además-, decidió bajarse del barco del club de Avellaneda por supuestas concesiones a los violentos de parte de su presidente.

La soledad de Cantero proviene de su modo de encarar el problema, de su defensa del club como patrimonio del socio y del hincha. Para él, existe escaso margen de negociación y ha decidido un combate frontal.

Para la mayoría de la dirigencia, en cambio, los barrabravas son parte del ecosistema del fútbol. Útiles escuderos a veces, incordios en otras ocasiones, la tolerancia con ellos resulta indispensable.

El costo de enfrentarlos sería muy alto y, por el contrario, si se los mantiene a raya y se les ceden algunos kioscos, pueden integrarse civilizadamente al sistema de negocios del fútbol y, llegado el caso, prestar algún servicio valioso a sus protectores.

Es una manera de pensar. El entuerto surge porque estos directivos que imaginan las barras como organizaciones bien gerenciadas no se atreven a blanquear esa postura. Entonces acuden al doble discurso, y no invierten un gramo de energía en la batalla que dicen librar contra la mafia de la tribuna, la violencia y todo eso que reluce en las declaraciones radiales.

Una coartada sencilla es invocar la tecnoloía. ¿Quién se opone a la tecnología? Pero mientras se ajusta el AFA Plus, el control biométrico para estadios a lo Philip Dick que nos traerá el santo remedio, en Boca, por ejemplo, existe un mercado clandestino (y muy bien planificado) de alquiler de carnets.

Se presume que algunas autoridades y otros advenedizos que hicieron sus palotes en el paravalanchas se reparten esta caja chica que no es tan chica (500 pesos cada carnet en un partido de Copa).

La solución al poder de facto de las barras no la dará la biometría. Antes bien habría que meterse con el entramado político de los clubes y en los pequeños o grandes negocios paralelos al fútbol. Cantero lo entendió así y actúa en consecuencia, decidido a la confrontación. Por ahora -y por haber elegido ese método-, en solitario.