Alejandro Caravario 11y

Contra la interpretación

BUENOS AIRES -- Hasta aquí, lo más comentado del Torneo Inicial ha sido la actuación de Carlos Maglio en el partido Belgrano-Boca. Se dice que privó a los cordobeses de dos goles legítimos y tampoco les dio un par de penales.

Maglio, que reconoció su mal arbitraje, agregó sin embargo que no podría haber actuado mejor. "Tengo que morir con lo que me marca el asistente, porque está mejor ubicado que yo", se justificó el árbitro en referencia a los goles no validados por supuestas posiciones adelantadas.

Si bien coloca la pelota lejos de su campo, no le falta razón. Hasta que la FIFA no introduzca formalmente la instancia de la revisión, extendida en otros deportes, los jueces son esclavos de sus asistentes, que siempre tienen un punto de vista ventajoso.

En cuanto a los presuntos penales no sancionados, se trata de interpretación lisa y llana. Y es aquí justamente donde residen los mayores problemas del sufrido gremio de los referís.

Los árbitros ya tienen un trabajo delicado, que les exige máxima concentración, además de tolerancia hacia el entorno siempre hostil. ¿Por qué sumarles entonces ambigüedades reglamentarias?

¿Por qué obligarlos a determinar si el jugador que metió la mano lo hizo con intención o accidentalmente? La mayoría de las veces es imposible notar la diferencia, por más que la televisión repita la acción a velocidad de tortuga (las cámaras no leen la mente todavía).

Por qué entonces la International Board (IB) no establece que toda pelota tocada con la mano será infracción, sin que importe la voluntad del futbolista. Sería todo mucho más fácil. Y los jugadores se cuidarían que usar los brazos como aspas cuando intentan bloquear el remate de un adversario.

El sentido de justicia tampoco se vería lesionado. ¿O acaso los goles accidentales, los córner accidentales y las patadas accidentales (que las hay) se dejan de cobrar?

No conformes con escatimarles ayuda reglamentaria, los legisladores de la pelota, con los últimos cambios, les complican aún más la vida a los referís. Precisamente forzándolos a resolver jugadas mediante su interpretación.

La famosa Regla 11, la que especifica el offside (eso tan difícil de explicar a las chicas), ha sufrido algunos ajustes a partir de julio de este año, en cuanto a la "interferencia" (o no) de los jugadores en posición indebida y sobre un aspecto tan sinuoso como los rebotes que habilitan a los adversarios.

No todos entienden los retoques a la norma (incluidos aquellos que tienen que aplicar el reglamento cada domingo), y ese ancho margen de vaguedad, de vacío legal, debe ser llenado por el famoso criterio del juez.

Quizá la idea es ser menos quisquillosos con el offside, de modo tal que haya más goles. Y más confusión. Y más árbitros en el patíbulo.

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