Magdalena Kairuz 11y

Silencio de gol

BUENOS AIRES -- "Sin ellos, no podemos jugar como uno quiere", rezongó un Ramón Díaz un "poco caliente" el martes anterior, cansado de esperar la habilitación de sus dos delanteros, Rodrigo Mora y Teófilo Gutiérrez.

Venía de un 0-0 con gusto a muy poco en Mendoza. Fue una semana de tironeos. Lo de Mora parecía estar, pero no. De Teo no había novedades. El partido del jueves por la Copa ante San Lorenzo era el objetivo. Ramón quiso "forzar" las cosas confirmando al colombiano como titular por Twitter, pero fueron sólo 12 caracteres desperdiciados.

Parecía que la bendita novela de Teo se iba a dilatar, al menos, una semana más, pero el viernes, Cruz Azul recibió su plata y liberó al jugador. Sí, en la cuarta fecha contra Colón, el delantero colombiano iba a poder hacer su presentación con la camiseta albirroja.

Gran expectativa. Se acababan las excusas...

Y el juego que quiere Ramón Díaz resultó ser...el de un equipo lento, partido, sin llegada, con dos delanteros aislados y muy vulnerable ante el contragolpe.

No, claro que ese no es el juego que quiere el riojano, es el que le salió.

Rubén Forestello no le propuso una oposición asfixiante ni demasiado atrevida. Fue simple y eficaz. Una defensa ordenada y plantada. Si marca personal, pero sí pegajosa. Un mediocampo recuperador, con un muy buen primer tiempo de Sebastián Prediger. Nadie le pudo ganar en toda la noche. Y con sentido de la oportunidad: atacó sólo cuando lo dejaron. Y supo aprovecharlo.

Para River, este partido, con sus nuevos delanteros y todo, fue un retroceso en su rendimiento. Manuel Lanzini, una de las figuras ante San Lorenzo, no funcionó como conector para los delanteros. Jugó muy tirado a la derecha, buscó muy poco a Mora y nunca se la dio a Gutiérrez, excepto en el gol, casi de casualidad.

Quiso hacer de Carlos Carbonero su principal salida por la banda derecha, pero el colombiano tuvo una noche olvidable, sin profundidad ni resolución. Siempre el toque atrás o al costado. River lateralizó demasiado. Ariel Rojas aportó a esa tendencia, salvo cuando intentó algún disparo propio.

Leo Ponzio aceptó jugar como laternl, pero claramente no lo siente. Chocó, se encimó con Carbonero. No encontraba su lugar. Lo suyo es el mediocampo, el panorama, distribuir, luchar. Y también, algún balazo al arco, como el que tuvo que manotear Germán Montoya para evitar el gol.

Y entonces, Cristian Ledesma tuvo que ser el hombre que le aportó un poco de claridad un equipo atascado, que no supo ver que Leonel Vangioni podía ser la llave. El ex-Newell's sí podía llegar al fondo, tirar a meta o centro, pero lo usaron poco -hasta casi el final- e insistieron con Carbonero.

Tras un primer tiempo en el que, prácticamente, no se hicieron daño, en el segundo, Colón vio a un River que no reaccionaba y lo probó con un contragolpe rápido y con mucha gente, donde cambió de frente, mientras todos los defensores locales pasaron de largo para que Lucas Mugni entrara solo por la izquierda (Ponzio se había ido al medio con un rechazo fallido), tiró el buscapié que Barovero tapó una vez y al primer rebote, Facundo Curuchet sólo tuvo que empujarla a la red. Silencio de gol en el Monumental. Y es que, ante la ausencia de público visitante, eso es lo que se siente en los estadios argentinos ante una anotación ajena.

El gol sirvió para darle un poco más de vida al partido, pero no necesariamente a River que siguió con pelotazos, pero sin precisión. Mora salió (por Giovanni Simeone) con apenas una chance de riesgo y nada más. Teo Gutiérrez no recibió ni una pelota clara y perdió en casi todas las divididas. Mientras que, del otro lado, Tito Ramírez avisó dos veces y la tercera fue la vencida. Otra vez, la defensa de River fue anticipada para que todo termine en una volea de Ramírez, que entró solo al área. Sí, el goleador de Colón perdió a su marca. Y de nuevo, el festejo sin volumen.

Desesperado y apurado, llegó el descuento de Teo, pero demasiado tarde. Con un centro desde la izquierda -tras una subida de Vangioni-, y el cabezazo de Lanzini fue desviado con lo justo por el colombiano. Pero ni mereció festejo. Casi no se gritó. Casi pasó en silencio. River perdía. River perdió.

Desde luego, esto no es lo que quiere Ramón Díaz, este no puede ser el juego que quiere tampoco. Pero apuntar al arbitraje, por una mano involuntaria en el área de Oscar Carniello - y así se vio en el estadio- no es el camino. Autocrítica, trabajo y a buscar gritos de gol.

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