Nicolás Baier 11y

El desprecio por la palabra

BUENOS AIRES -- El guión se leyó al pie de la letra, sin cambiar siquiera una coma, tal cual se esperaba. Los protagonistas pusieron cara de circunstancia frente a la audiencia y seguramente expresaron sus reales sentimientos detrás de bambalinas. Se sabía que el equipo de maquillaje había trabajado para tapar lo indisimulable. En definitiva, la puesta en escena no podía resultar más previsible.

El espectáculo era evidente porque podía considerarse un déjà vu o simplemente un absurdo plagio de algún acto anterior. De hecho, Independiente y Racing, que raramente logran ponerse de acuerdo en algo, coincidieron en echar a sus técnicos el mismo día y en montar un espectáculo similar para despedirlos, casi en simultáneo, a 200 m de diferencia.

El maquillaje se basó en hacer pasar como "decisión de común acuerdo" una decisión unilateral, que no tenía marcha atrás. El "acuerdo", en todo caso, consistió en que la parte afectada acepte sin chistar y resignando dinero, para no comprometer económicamente al club ni sufrir el "castigo social" simplemente por respetar lo pautado.

El arranque de la escena se llenó de flores. No parecía una despedida. Al contrario, se asemejaba bastante a una presentación. Un derroche de virtudes del técnico al que, paradójicamente, estaban echando.

No empezaremos a analizar sus ciclos deportivos, ni sus manejos, ni sus condiciones humanas, ya merecidamente destacadas por el ambiente. El punto es marcar la contradicción, el desprecio por la palabra.

Apenas 40 días después de haberle renovado, Gastón Cogorno tomó la decisión de desprenderse de Luis Zubeldía. Sí, luego de jactarse de ser el presidente de Racing que le dio continuidad a un ciclo, lo terminó intempestivamente luego de cinco partidos. Para el dirigente, el proyecto de la temporada, que recién empieza, no estaba cumplido, aunque aclaró que "bajo ningún punto de vista esto fue un fracaso". Al menos, extraño.

Javier Cantero encontró a un DT que aceptó poner la cara en la caída libre de Independiente rumbo a la B Nacional. Miguel Ángel Brindisi dudó y finalmente aceptó, creyendo que de no poder asegurar la permanencia, iba a poder tener revancha logrando el ascenso. "En el fútbol y en la vida no conocí gente como Miguel y su cuerpo técnico. Estoy eternamente agradecido", declaró Cantero tras ratificarlo hace pocos días y echarlo en la 4ª fecha. Linda manera de retribuirle su gesto.

Los actores salieron un poco de libreto. Zubeldía dijo que le hubiera gustado quedarse "mucho tiempo" y Brindisi señaló que "las decisiones no se discuten, se aceptan". También buscaron desdramatizar la cuestión. Para el ahora ex-DT de la Academia "no hay un abismo" si no se pelea el título y el ahora exentrenador del Rojo llamó a reventar el estadio porque "el aliento compromete más que el insulto".

Uno de los problemas que surgen es la naturalización del despido. Los entrenadores que pasaron por Charla Técnica, y los que aún no también, coinciden en las presiones y las urgencias del fútbol argentino. Eso los hace sentir preparados para dirigir en cualquier lado. "Yo sabía a lo que me sometía", admitió Zubeldía con sinceridad. Eso no quita que sea lógico que deba irse a poco más de un mes de haber firmado.

Para continuar con las semejanzas, no es casual que el clásico de Avellaneda hoy sea la crisis dirigencial. La interna de Racing es feroz, al punto de que se duda sobre quién toma las decisiones. En Independiente la situación no es mejor. Cantero siempre batalló contra los opositores y ahora no sólo perdió crédito entre los neutrales, sino que varios de los suyos abandonaron su gestión. Brindisi se fue de la conferencia y lo dejó al presidente solo. Una imagen que ilustra su momento.

Entre las culpas propias y los intentos de desestabilización, la única victima es el club. Egos exacerbados, caprichos, soberbia y luchas de poder. Lo que llama la atención es la pasión de aquellos que esperan que al que está le vaya mal para tomar el control, ¿no?

Si hasta acá no se usó la palabra "proyecto" es porque básicamente no existe. El único proyecto es ganar el próximo partido. "El único enemigo es el tiempo", describió Zubeldía. Y si a eso se le suma la presión de la gente, la poca responsabilidad periodística y la falta de palabra/conocimiento de los dirigentes, ni te cuento.

Cuando todavía se están yendo los descartados, ya se habla de reemplazantes. En la danza de nombres vuelve a recrudecer la interna, mientras surgen otros técnicos impuestos por operaciones mediáticas o de representantes. Lo raro es que dicen buscar alguien parecido al que se fue. Sea quien sea el elegido, asume sin haber hecho la pretemporada ni elegido a los jugadores, y sabiendo que entra en la ley de la selva.

Las reglas de juego son así y difícilmente cambien. Cuesta creer que todo este contexto quede afuera de la cancha. Sin palabra, paciencia, reflexión ni inteligencia, no seamos ingenuos: no tiene ninguna chance de mejorar el fútbol argentino.

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