Especial para ESPN.com 11y

Zaire fue el hazmerreír del Mundial

Zaire deja el Mundial. Lo hace tras una actuación bastante triste, que fue de mayor a menor y que terminó entregando un par de imágenes difíciles de olvidar: un tiro libre a favor de Brasil que contra toda ortodoxia pateó el zaireño Ilunga Mwepu cuando el árbitro dio la orden, una serie de suplentes fumando tranquilamente en el banco en pleno partido... Esas postales del ridículo han transformado al conjunto africano en el bufón de la Copa del Mundo, pero también han dejado traslucir los enormes prejuicios que existen hacia el fútbol de ese continente.

Es cierto que la primera selección sub sahariana en clasificarse para esta competencia perdió sus tres encuentros del Grupo 2 y que terminó con 14 goles en contra y ninguno a favor. Eso no significa que sus futbolistas sean unos novatos que desconocen del reglamento, como se ha deslizado. Sin ir más lejos, el comentarista de la televisión británica John Motson se refirió a aquella insólita reacción de Mwepu ante Brasil como "un extraño momento de ignorancia africana".

Frases como esta se escucharon multiplicadas y legitimadas durante el torneo cuando, de hecho, Zaire llegaba al torneo como el campeón de la Copa África, torneo en el que Mulamba N'Daye, parte de este equipo mundialista, fue el máximo anotador con nueve goles en seis encuentros.

En efecto, el fútbol del país comenzó a tener mayor vuelo a partir de mediados de los '60, cuando el presidente Joseph Mobutu tomó el deporte como una causa nacional. Siguiendo el ejemplo de Ghana, donde el presidente Kwame Nkrumah había logrado gran popularidad a través de las victorias futbolísticas, Mobutu trazó un plan para el renacimiento futbolístico del país. Permitió la profesionalización de jugadores y dejó que regresaran muchos de los que habían dejado la nación para jugar al fútbol en Bélgica. También contrató a un entrenador extranjero: el húngaro Ferenc Csanádi, que logró el título del torneo continental en el '68. El tiempo pasó, Mobutu se mantuvo en el poder y pasó a llamarse Mobutu Sese Seko, renombró al equipo nacional -les puso Leopardos, en vez de Leones, por una cuestión de pertenencia nacional- y logró que su segundo DT foráneo, el yugoslavo Blagoje Vidinic, se coronara otra vez en el continente y los trajera hasta Alemania '74.

Antes de comenzar el torneo, el capitán Mantantu Kidumu declaró que Mobutu había premiado a cada jugador por su trofeo africano con una casa, un auto y unas vacaciones para ellos y sus familias en los Estados Unidos. La ilusión de lo que podía llegar a venir si tenían una buena actuación mundialista estaba más allá de la imaginación.

Pero analicemos paso a paso su performance en este Mundial, para aclarar algunos malos entendidos. El primer duelo fue frente a Escocia y terminó con un 2-0 en contra bastante decoroso. Los británicos contaban con algunos nombres ilustres -Kenny Dalglish, Joe Jordan, Dennis Law, Billy Bremner, Danny McGrain y Peter Lorimer- y pensaban en golear fácilmente durante su debut. El entrenador escocés, Willie Ormond, sostuvo que sus muchachos debían "empacar todo e irse a casa" si no lograban vencer a Zaire en aquel duelo inicial.

Hay que decir que el partido no fue parejo: los dos goles llegaron en el primer tiempo, uno de ellos tras un error grave del arquero Muamba Kazidi, que se redimió con varias atajadas y una buena actuación que lograron mantener a su equipo con una módica diferencia en contra.

Después de aquel match, los jugadores de Zaire denunciaron haber sido racialmente hostigados en el campo por los futbolistas de Escocia. Incluso dijeron haber sufrido escupidas durante el juego. Su reclamo no fue escuchado por las autoridades.

Lo peor empezó después de ese partido. El principio del desastre fue una cuestión económica. Antes del duelo con Yugoslavia, los asesores del gobierno que habían viajado con el equipo le informaron al plantel que no iban a cobrar el dinero acordado por estar en la competencia. Los futbolistas, en principio, decidieron no jugar el partido. Finalmente se presentaron en la cancha, aunque no prestaron demasiada oposición para un conjunto que los vapuleó: fue 9-0 para Yugoslavia. "Francamente, podríamos haber caído por 20, habíamos perdido nuestra moral", comentó N'Daye más tarde.

Aquel encuentro tuvo una fuerte polémica alrededor del arquero Kazidi, que fue reemplazado tras el tercer tanto en contra aunque no había tenido responsabilidad en ninguno de los goles (se podría discutir que no estiró los brazos en el segundo, un tiro libre ejecutado al palo de la barrera, pero eso es todo). Muchos adujeron que el técnico yugoslavo sacaba del campo a quien había sido el mejor ante Escocia para beneficiar a su país de nacimiento. En realidad, Vidinic recibió amenazas de los gobernantes zaireños que estaban en Alemania para reemplazar al jugador sí o sí, en ese momento. Como marca la lógica del poder, lo hizo: prefirió no averiguar cuáles eran las consecuencias posibles de desobedecer.

Esa sustitución no dio demasiado resultado, ya que en la jugada inmediata posterior al cambio, Yugoslavia anotó el 4-0 tras una distracción colectiva en un tiro libre, y N'Daye debió dejar la cancha, expulsado por patear al árbitro en una protesta.

Claro, pequeño detalle: el que pateó al árbitro en realidad fue Ilunga Mwepu. El juez le mostró la tarjeta roja al jugador equivocado. "Los árbitros no nos distinguen, ni siquiera lo intentan. Ellos sólo ven nuestro color y piensan que somos todos iguales. Le dije que no fui yo el que lo golpeó. Mi compañero le dijo que había sido él, no quiso escucharnos. Lloré terriblemente tras aquella injusticia", aseguró N'Daye. Otro signo de discriminación ignorado por las autoridades.

La paliza recibida en el segundo partido no cayó demasiado bien en las altas esferas del poder de Zaire. Mobutu impidió el ingreso de la prensa en el hotel donde se concentraban los jugadores y envió a sus guardias presidenciales para amenazarlos. "La consigna era clara: si perdíamos por cuatro goles contra Brasil, ninguno de nosotros iba a regresar a casa", relató Mwepu.

Zaire logró perder "apenas" por 3-0 frente al Brasil de Jairzinho, Rivelino, Valdomiro y compañía. El dato de color fue aquella acción desesperada de Mwepu, que fue tomada como un gesto de salvajismo e ignorancia. Claro que, cuando lo hizo, Brasil ya ganaba por tres goles, faltaban cinco minutos para que terminara el encuentro, había un tiro libre al borde del área con Rivelino frente a la pelota y en la cabeza del africano rondaba la amenaza de su presidente. Así que actuó con locura y desesperación para desorientar a su rival: salió corriendo, pateó el balón, se hizo el distraído, generó sorpresa en la multitud y en sus rivales.

Al final, el truco pareció haber funcionado. El tiro libre terminó lejos del arco y el plantel de Zaire se salvó de una posible reprimenda gubernamental. Igual dejó el Mundial como el hazmerreír de la Copa. En medio de algunos comentarios televisivos hirientes -un relator inglés dijo que Etepe Kakako "una vez alcanzó a una zebra" y deslizó que Tshimen Buanga era "como Beckenbauer, sólo que negro"- y una imagen general que trató a sus futbolistas de ingenuos, el país que había logrado una clasificación histórica volvió a su tierra como un plantel olvidado, víctima de amenazas explícitas y discriminaciones constantes en la civilizada Europa.

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