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Dinero y respeto

Messi hace malabares para que le den los números EFE

BUENOS AIRES -- Hace unos días se supo que Lionel Messi le pagó al fisco español más de cinco millones de euros "en concepto de cuota e intereses" luego de una causa abierta por supuesta defraudación.

La cifra asombra, en especial porque si semejante toco se desembolsó en calidad de cuota y demás penalizaciones por hacerse los distraídos, cuánta plata maneja entonces la marca Messi, regenteada por el padre.

Nada del otro mundo dentro del turbio escenario del fútbol, dónde pocas veces se sabe de dónde viene el dinero, cuánto es exactamente ni a qué bolsillos va a parar.

Un caso testigo es el de Neymar, cuyo pase al Barcelona desató una cadena de dudas y especulaciones que hicieron temblar los cimientos de las ciencias matemáticas. El club catalán juró haber pagado 57 millones de euros, pero los documentos oficiales ventilados por la prensa brasileña desdicen esta afirmación.

Allí figuran sólo 17 millones. ¿La diferencia? Vaya uno a saber. Dicen que el padre del futbolista, que el entorno, que hubo abuso de coimas y compra de voluntades. En fin, negocios con sello futbolero.

Ahora bien, en ningún caso se escuchó la voz de queja de Gerardo Martino. El actual DT del Barcelona, para perplejidad de muchos (me incluyo) había tildado de "falta de respeto" los 100 millones de euros que, se dice, pagó el Real Madrid por Bale.

Mi perplejidad, por lo menos, parte de un dato elemental. Si el propio Martino, que es un gran entrenador y una persona honesta, mostrara su recibo de sueldo, probablemente una masa de millones y millones de asalariados en todo el mundo se sentiría poco menos que esclavizada.

Quiero decir, el sueldo de Martino es también una falta de respeto. Y no sólo en las factorías donde las empresas del primer mundo abaratan costos violando los más elementales derechos laborales.

No digo que a Martino no lo haya guiado la buena intención. Es que no creo que en la isla del fútbol haya lugar para comparaciones más o menos solidarias, más o menos integradoras.

El fútbol no se parece a nada. Lo gobierna la exorbitancia y la ajenidad. En su burbuja, los conflictos sociales (la crisis en Europa, por caso, donde circulan los millones de los que acabamos de hablar) son un dato lejano con los que se empecinan los diarios.

En el fútbol no pueden entrar de manera sincera y verosímil los dilemas morales surgidos de las cifras disparatadas que son su pan de cada día.

En cambio –y es algo en lo que Martino podría insistir–, se pueden reclamar mayores controles y mayor transparencia. El caso de Messi merece atención sostenida y acaso una explicación detallada del fisco español sobre los usos y costumbres de los ricos deportistas que abundan en aquella liga y los modos en los que el Estado regula sus movimientos financieros.

Sería una forma, esta sí, de infundir algo de respeto.