Rafael Ramos 11y

Vecinos de pasión y distantes por el marcador

COLUMBUS, Ohio -- Vecinos Distantes. Alan Riding cruzó varias veces la frontera entre México y Estados Unidos, pero nunca entendió la cicatriz que era esa magnífica frontera.

Una cicatriz nunca cerrada. Una cicatriz siempre abierta. Una cicatriz que marcó su libro: Vecinos Distantes.

Interpretó al mexicano a través de los estadounidenses y a través de algunos mexicanos. Nunca se dio cuenta que el mexicano es un historiador privado que hace de su tragedia una comedia, y de su comedia una tragedia, para que entonces sus congéneres acepten convivirla con él.

Riding habría sido más puntual, más genuino, en su libro, si no hubiera cruzado el precipicio volando. Si hubiera pisado las huellas. Empatía, pues.

Y para ello, nada mejor que un estadio de futbol. Para ello, nada mejor que calibrar las pasiones por algo tan profundo como el futbol.

Cada vez más vecinos por una pasión hacia el futbol. Y cada más distantes por un marcador.

El Crew Stadium de Columbus, por ejemplo, es otro de esos laboratorios perfectos para leer el apéndice, el capítulo pendiente, el capítulo final de Vecinos Distantes.

Como lo pudo ser el Rose Bowl de Pasadena o el Memorial Coliseum de Los Ángeles o el de Foxboro, Massachusetts.

Cohabitan. Se ven sin mirarse. Se rozan sin tocarse. Se olisquean sin olfatearse. Vecinos distantes.

Se forman en las mismas filas, beben la misma cerveza y mientras unos se consuelan con hotdogs hechos casi de purina, otros tiran aromáticos, jugosos, lúdicos, trozos de carne sobre parrillas improvisadas. Sí: vecinos distantes.

Se visten de bandera. Unos, los más, son capaces de ponerse calzoncillos con las franjas y las estrellas, y acomodar su trasero así en las butacas, o sobre esos mismo limpiarse las manos embarradas de sobras de comida.

Los otros, los menos esta tarde soleada en Columbus, guardan exclusivamente bordado al corazón el escudo nacional, la mítica y mitológica Águila devorando la Serpiente.

El inolvidable cronista mexicano de futbol, el mejor de todos los tiempos, Ángel Fernández narraba una vez: "El escudo nacional debe ir pegadito al corazón, para que sus hijos, los hijos de su patria, los hijos de Tenochtitlán, entiendan los sentimientos de su sangre".

Hasta sus semejanzas los distancian. Y el futbol llegó a convertirse en un pacto de guerra eterna. No hay emisarios de paz, por el contrario, hay guerrilleros eventuales que encienden e incendian las trincheras de la repugnancia deportiva.

El último de ellos fue Landon Donovan, hoy devoto de una paz espiritual y del discurso pacifista de las obviedades.

"A México quiero verlo de rodillas, humillado. Quiero verlo en el piso", dijo Donovan en este mismo Columbus antes de las eliminatorias para el Mundial 2002 en Corea del Sur/Japón.

Después de él, los emisarios de ambas selecciones se han vuelto taciturnos, apocados, timoratos, acobardados. Inofensivos. Castrados.

El futbol, en los tiempos de paz entre estas naciones, se convierte en el único motivo, inocuo, inofensivo, para la guerra, una cita bélica para la que mandan a sus once legionarios con la única misión, con arte, talento y potencia física, de dirimir la supremacía de un reino conkakafkiano donde el tuerto se consagra como rey en la colonia de ciegos.

Y son tiempos en que la supremacía es estadounidense. Son tiempos en que los de la camiseta en verde, que a veces se cambia por el negro, han dejado de bullir esa sangre rebelde que acunaba victorias que hoy ya viven el sueño eterno en libros empolvados, al menos en las eliminatorias mundialistas jugadas en este país.

En este escenario que albergará esta noche de martes 23 mil aficionados, los mexicanos, procedentes de Monterrey, California, Chicago, Kentucky, Nashville, serán minoría. Como siempre en este país, pero, harán sentir, también, que son la minoría más grande de este país.

Y al final, con el veredicto de los 90 minutos, la verdad será más absoluta que nunca: serán Vecinos Distantes.

Cada vez más vecinos por una pasión hacia el futbol. Y cada más distantes por un marcador.

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