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Positivo el impacto de Selig

Bud Selig está tomando el camino deliberado al retiro establecido por Mariano Rivera en vez de esperar hasta el final y soltarle la noticia al público como lo hizo Todd Helton. Confirmó que se retirará luego de la temporada 2014, lo que le deja todo el verano que viene para una última corrida victoriosa y que le regalen sillas mecedoras y pinturas durante su gira de despedida en todos los estadios de Estados Unidos.

O quizás no.

El comisionado de un deporte tiene un trabajo difícil, y Selig tiene evidencia de ello de primera mano cada vez que se para a hablar frente a un micrófono en un Juego de Estrellas o en una ceremonia del Salón de la Fama y comienza a recibir abucheos. No se necesitan binoculares para ver las expresiones de desagrado de los dignatarios en sus asientos en Cooperstown cada vez que esto sucede.

Cualquier persona con un mínimo de objetividad sabe que es más una cuestión de estilo que de sustancia o logros. Selig no es un orador consumado al estilo de A. Bartlett Giamatti, y no tiene la presencia de un miembro de la lista de los Fortune de Peter Ueberroth. Es más que conveniente que en el medio de uno de los puntos más bajos de su carrera -- el empate 7-7 en 11 entradas en el Juego de Estrellas del 2002 en Milwaukee -- Selig reaccionara a caos con una expresión atribulada y con sus manos lastimosamente en el aire.

En una era de creadores de imagen y opiniones absurdas, él es un objetivo conveniente para el abuso. Fay Vincent, el hombre que Selig reemplazó en la silla de comisionado, está convencido de la razón por la que él no tiene tanto favor dentro de los fanáticos del béisbol.

"Bud sufre porque no se siente cómodo en el ojo público", dijo Vincent el jueves. "No es un orador cómodo. En sus inicios recibió golpes, por lo que se mantuvo alejado de eso. No se le ve mucho haciendo charlas o conferencias, áreas en las que Giamatti y Ueberroth se sentían mucho más cómodos".

Cuando se le vea a través del prisma del tiempo más que en la emoción del momento, Selig debe ser tratado con más cariño -- como un comisionado que guió al béisbol a muchas innovaciones y que deja al deporte en una posición más fuerte que la que lo encontró. Su rol en la cancelación de la Serie Mundial de 1994 y la era de los esteroides mancharán su legado y será carne de cañón para ser disectado por los historiadores del béisbol. Pero hay muchas más cosas positivas que negativas en su record final.

Cambió el juego

Solo piensen en los cambios sísmicos que han ocurrido bajo el mandato de Selig. Su liderato resultó en nuevos estadios y asistencias records, la llegada del sistema de comodines y el Clásico Mundial de Béisbol. Las PED's (sustancias para mejorar el rendimiento por sus siglas en inglés) siguen siendo un tema recurrente, pero el béisbol ha perseguido agresivamente a los ofensores con un sistema de pruebas que MLB alaba y alega (con sobrada justificación) que es el más riguroso y exigente en todos los deportes.

La repartición de ganancias y el impuesto de lujo también han llevado a establecer un ambiente de competencia más equilibrado. Un total de nueve equipos han ganado las últimas 12 Series Mundiales, y 26 de los 30 equipos han llegado a la postemporada en la pasada década.

Por encima de todo eso, Selig presidió un crecimiento sin precedents y las dos décadas de paz laboral seguirán presentes hasta el final del actual convenio colectivo en el 2016. Desde que asumió el puesto de comisionado en 1992, las ganancias de MLB aumentaron de $1.2 billones a $7.5 billones -- un aumento del 600 por ciento.

"Pienso que va a ser recordado de forma bien positive, porque el béisbol ha tenido una enorme corrida en el aspecto económico desde mediados de la década de los 90", dijo Vincent. "Luego del desastre del 94 con la Serie Mundial y la huelga, el juego realmente se puso los pantalones largos. Mucho de ello llegó gracias a la Internet y las ganancias de TV. Pero miren, cuando uno está ahí, y el dinero ha estado entrando como lo ha hecho por los últimos 15-20 años, va a recibir mucho crédito por ello".

Selig sobrevivió -- y brilló -- gracias a su habilidad de trabajar con los teléfonos y construir consensos en la forma en que los políticos lo hacían en Washington antes de que la terquedad se convirtiera en la norma. Persuadió aquí, dobló brazos y consiguió favores allá, y encontró la manera de hacer que el resultado final fuerse acceptable para todos los equipos en diferentes mercados con agentes tremendamente dispares.

Una salida apropiada

El momento de su salida es ciertamente apropiado. Como hijo de Milwaukee, Selig siempre se sintió identificado por los equipos de mercado pequeño que tratan de competir contra los equipos grandes. Así que es apropiado que anuncie su retiro en el mismo año en que los Piratas de Pittsburgh están haciendo historia por su cuenta.

En 1992, los Piratas tuvieron marca de 96-66 y se quedaron a un juego de la Serie Mundial en ese octubre antes de comenzar una infame racha de 20 años jugando por debajo de los .500.

En septiembre de 1992, los dueños del béisbol forzaron a Vincent a irse y nombraron a Selig como su reemplazo en forma interina. "Todo esto es muy halagador", le dijo Selig al diario USA Today luego ese mismo año. "Pero no tengo interés en convertirme en el comisionado de forma permanente".

Al final, Selig se convirtió en el "comisionado interino" de la misma manera en que las Pirámides son una atracción turística interina en Egipto. A él le encantaba el puesto, los dueños valoraban su contribución lo suficiente como para pagarle $22 millones al año, y dijo tantas veces que se iba a retirar que se convirtió en una broma permanente en la industria.

Pero esta vez -- a juzgar por la lista de dignatarios que alabaron sus logros en el comunicado de prensa oficial de MLB -- Selig habla en serio. Quiere trabajar en sus memorias, y aparentemente se le acabaron las excusas que le daba a su adorada esposa, Sue.

La gente que ha tenido que lidiar con Selig en el aspecto profesional a lo largo de los años lo recordará más que el público en general. Yo he tenido menos interacciones con Selig a lo largo del tiempo que otros miembros de la prensa, pero ocasionalmente él me llamaba y le expresaba su descontento por algo que yo había escrito. Una vez me criticó cuando cité a un consultor de imagen que había sugerido algunas ideas para mejorar sus relaciones públicas. Se ofendió cuando escribí que algunos de sus comentarios iniciales sobre esteroides fallaron en tocar el tema de que el beísbol no estaba consciente de la magnitude del problema.

Esas llamadas telefónicas eran incómodas, pero eso es parte del atractivo de Selig. Él prefería llamar personalmente en vez de contratar a una batería de consultores e intermediarios. Y cuando te reprendía, uno sentía como si lo estuviese regañando un tío.

Hay una similitud reconfortante sobre Selig. En cada mes de julio, él asistía a un almuerzo con la Asociación de Escritores de Béisbol de EEUU y contestaba la misma cantidad de preguntas sobre esteroides, la repetición en video y los espinosos probemas sobre los estadios en Oakland y Tampa Bay. Él se retorcía y de forma artística evadía preguntas sobre Pete Rose, utilizaba la palabra "francamente" en muchas ocasiones, hablaba con orguillo sobre el "notable renacimiento" del béisbol, y hacía las inevitables referencias a Gussie Busch y John Fetzer en las reuniones de dueños de hacía muchos años atrás.

El modo metódico de Selig cambiar cosas podría parecer algo terco para algunos. Mientras todo el mundo clamaba por la expansión de la repetición en video, él expresó sus preocupaciones por el ritmo del juego y la remoción del "elemento humano" en la ecuación. Como resultado, MLB ha adoptado la repetición en forma demasiado lenta para el gusto de algunos. Pero cuando el béisbol finalmente decidió comprometerse más con las nuevas tecnologías, lo hizo considerando todos los ángulos posibles.

Al final, Selig ha valorado su contribución como alguien a quien le importa el juego, porque es un fan de corazón. El escenario económico ha cambiado con el tiempo, y el asunto de los esteroides ha sido algo feo, pero él nunca podrá olvidar lo bien se sintió al ver el cuadrangular que le conectó Billy Bruton a Gerry Staley en el primer partido en casa en la historia de los Bravos de Milwaukee en 1953.

En algún punto del año que viene, sabremos si Rob Manfred, Tim Brosnan, George Will, o alguien más asumirá el mandato como el próximo comisionado del béisbol. Bud Selig podrá levantar sus pies en casa y ver un partido, seguro de saber que el béisbol está en un mejor lugar.