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Gago lo hizo

BUENOS AIRES -- Jugar y hacer jugar. Tal es la consigna de los grandes futbolistas. Mejor dicho, el don que los distingue. Una disposición muy diferente a la de aquellos que necesitan del rol subsidiario de los compañeros para sobresalir.

Estos últimos suelen atravesar adaptaciones difíciles (la propia y la del equipo), les cuesta encontrar la horma de su zapato, a la que deben subordinarse los demás. Los primeros (los imprescindibles, diría un cantautor), en cambio, gozan de una compatibilidad absoluta. Llegan, juegan y hacen jugar. En cualquier club.

A esa categoría ha demostrado pertenecer Fernando Gago. Su demorada y esperada alianza con Riquelme, monarca indiscutido de Boca, lo ratificó con creces.

En la victoria ante Quilmes (primera vez de la dupla), la presencia de Gago no sólo le dio a los dirigidos por Bianchi el espesor futbolístico que ahora les permite ser más profundos, más imaginativos para decidir el destino de la pelota. También relevó a Riquelme de algunas funciones que recargaban su tarea de cerebro ofensivo.

Seguramente por instrucciones del entrenador, Riquelme depuso su adicción a la pelota y se abstuvo del desgaste que implica participar siempre en el origen de la jugada.

Unos metros más adelante que de costumbre, el diez dejó ese protagonismo en buenas manos y estuvo más libre para actuar en la zona caliente.

Así lo hizo en el primer gol de Gigliotti, cuando corrigió magistralmente un accidente desafortunado (cuando la paró, la pelota se elevó en forma inesperada) y colocó un pase estupendo para la definición sutil del delantero.

Tal vez algunos esperaban una sociedad más explícita. Que se juntaran con mayor frecuencia, que se buscaran para hacer paredes y sumar destrezas de ese modo. Lo intentaron poco (una vez, en el primer tiempo, casi termina en gol de Gigliotti), pero eso no opacó la productividad de la yunta.

Lejos de superponer roles, la presencia de Gago y Riquelme en simultáneo duplicó las posibilidades creativas de Boca (no hay que subestimar tampoco a Sánchez Miño, un pie sensible y de asistencia permanente para ensanchar el horizonte).

Incluso cuando, con el correr de los minutos, Román empezó a frecuentar la posición a la que está más acostumbrado y tuvo más incidencia (o trató de tenerla) en el arranque de las acciones, en ningún momento se estorbaron mutuamente.

La inteligencia de Gago para aportar siempre lo que hace falta, para adaptarse a la contingencia con su claridad inalterable, fue fundamental para una convivencia feliz.

La jugada del segundo gol refleja el valor de un futbolista polivalente. En una especie de compendio de sus saberes, Gago se tiró al piso para recuperar la pelota con tanta vehemencia como plasticidad. Y, acto seguido, colocó un pase milimétrico para la corrida de Sánchez Miño previa a la definición.

Los dos toques determinantes (entre líneas, como les gusta decir a los relatores) a cargo de Riquelme y de Gago alternativamente son una expresión elocuente de la ganancia de Boca al haber logrado la complementariedad de ambos. Gago es el gran responsable de este maridaje.