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Todos son interinos

BUENOS AIRES -- Expresión acabada del desconcierto que domina el club, Carlos Ischia renunció como entrenador luego de una pobrísima prestación. Durante su gestión, Racing consiguió un solo punto sobre quince posibles. Dijo que el plantel no le respondía. En pocas palabras, no sabía qué hacer.

Ante un panorama desolador (el equipo enhebró ocho derrotas y dos empates en este tramo del campeonato, una marca histórica) y mientras se barajan posibles candidatos a la sucesión, los dirigentes ungieron a un hombre de la casa, Nacho González, para ocupar el cargo en forma interina. Hasta que llegue el técnico "definitivo", que sería Mostaza Merlo.

Pero lo que otros entrenadores acatan mansamente (en parte porque no quieren la exposición salvaje de dirigir en Primera, y mucho menos a un equipo en crisis permanente), a González no le parece justo.

Y luego de decir sí juro ante los Santos Evangelios (no se conoce la letra chica del acuerdo), el exarquero confesó en una entrevista con La Red que él se considera un entrenador permanente. Nada de interinato. "Si eligen a otro entrenador, me voy del club", lanzó.

Razones no le faltan a Nacho para plantarse. Si técnicos de extendida reputación, aquellos que los clubes contratan para que permanezcan un largo rato, no lograron ganar un partido en diez fechas, por qué él habría de considerarse inferior.

Como siempre, la suerte la decidirán los resultados inmediatos. Vale recordar que, en marzo de 2012, Independiente hizo ascender provisoriamente al cargo de DT de la Primera a Cristian Díaz. Se suponía que iba a durar un par de fechas, pero como arrancó con un triunfo homérico en la Bombonera (5-4), le extendieron el crédito.

Pero Independiente, amenazado por el promedio, no abandonó su posición acuciante (obtuvo el 38 por ciento de los puntos en disputa) y Díaz fue removido al cabo de veinte partidos.

Muchos pensaron que el desafío le había quedado grande al joven DT, acostumbrado al ambiente más relajado de la Reserva. Desembarcó entonces el gurú reclamado a gritos por hinchas y dirigentes, Américo Gallego.

El libreto del Tolo tampoco funcionó. La fama y los antecedentes poco cuentan en las horas desesperadas. Como cualquier entrenador de escasas credenciales, Gallego vio antes de lo previsto la puerta de salida. Aguantó un poco más que Díaz (24 partidos), pero consiguió menos puntos, el 33 por ciento.

Quizá la moraleja es que, en la inasible ciencia de los entrenadores, las experiencias exitosas y los saberes demostrados no inciden en las futuras campañas. Sólo que algunos nombres se ganan una tolerancia mayor ante la adversidad.

En algún sentido, todos los entrenadores son interinos. El derrotero de Independiente hasta descender así lo demuestra. Todos cumplieron el breve ciclo concedido por la paciencia endeble de público y dirigentes.

Así las cosas, ¿por qué Nacho González tendría que aceptar la fugacidad de antemano? Que lo juzguen los resultados, como a cualquier mortal.