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El festejo de Arsenal

Arsenal le ganó claramente la última final a San Lorenzo Télam

BUENOS AIRES -- ¡Ring, Ring! ¡Ring! Sonó de golpe el teléfono en mi casa, fue hace un par de días, pero por vergüenza lo pensé mucho antes de escribirlo. Siempre es bueno, cuando suceden acontecimientos fuertes, dejar pasar un par de días para reflexionar sobre lo sucedido.

Arsenal acababa de salir campeón de la Copa. Con su fútbol sorprendente, acabó en pocos minutos con el candidato indiscutido, San Lorenzo de Almagro. El primer gol fue un acierto del delantero de Arsenal, el segundo el defensor no llegó a cerrar y el tercero fue un golazo. Tres a cero rotundo y Arsenal otra vez campeón.

Todos saben que, por cuestiones familiares, tengo mi corazoncito en Arsenal, aunque soy hincha declarado de Independiente de América. No importa mucho esto.

Mi teléfono sonó a las tres de la mañana y era mi hermano que me llamaba de un boliche de chicas de Constitución. Mi hermano Cacho, ha jugado en las inferiores de Quilmes y de Arsenal, ahora está viejo, pero su pasión por el fútbol no se agotó nunca.

-- Hermanito, estamos tomando algo con unas chicas de Sarandí, fuimos a ver el partido con ellas. Son tres primas y dos hermanas y hay dos vacantes. Pensé en vos, hermanito...

El llamado primero me asustó y luego me irritó.

-- ¿Cómo se te ocurre llamarme a las tres de la mañana para invitarme con unas putas?
-- Epa, hermanito, no te pases. Estas son chicas del barrio, hinchas de Sarandí. ¿Por qué menospreciar a la gente de tal manera?

Mi hermanito, mi podridito hermano, me llamaba para fastidiarme, para que me enterase que su equipo había goleado a un grande como San Lorenzo y se había quedado con la Copa. Corté el teléfono y me tiré a la cama. La noche estaba calurosa y una luna redonda, fucsia entraba por la claraboya de mi cuarto.

Encendí el televisor y Fantino entrevistaba a De Narváez, fueron tantos los lugares comunes de la charla, que apagué el televisor con bronca.

No estaba dispuesto a soportar a los políticos en tiempos electorales. Me puse el jeans, mi camisa floreada de bailantero y salí al Superconsti. Cochabamba y Santiago del Estero.

Paré un taxi en la madrugada desierta, pero me dijo que para esa zona a estas horas no iba. Ofreció dejarme a un par de cuadras. Hace un par de horas llevé a unos hinchas de Sarandí para el mismo lugar. Iban a festejar el gran triunfo ante San Lorenzo.

-- ¿De verdad?" "¡Vaya casualidad! Yo voy a encontrarme con unos hinchas...
-- Arsenal ganó con suerte, me dijo el taxista.
-- 3 a 0, te parece suerte...

No me gusta la gente que no reconoce los méritos de los demás. Arsenal ganó y está bien. Es un gran equipo al cual San Lorenzo no le encontró la vuelta. Y le ganó convirtiéndole goles, no con ayuda de los árbitros.

Cuando llegué al boliche, no se veía nada, la bachata, o la salsa, retumbaba con una fuerza del demonio. Muchas mulatas iban y venían bichando las mesas. Yo me senté y pedí una cerveza. En ese momento vi a un grupito de revoltosos que cantaban con las camisetas de Arsenal.

Mi hermano Cacho y sus amiguitos del barrio bailaban agitando cervezas en sus manos. Cuatro morochas espectaculares de shorcitos y minifaldas de jeans, zarandeaban las caderas dispuestas a enloquecer a cualquiera.

Cacho me vio y me gritó. "¡Chicas, este es mi hermano Cucu, vengan a saludarlo!". Y las gurisas saltaron encima de mí, dándome besos y abrazos y diciéndome. "¿Vos descubriste a Alfaro?"

Eso de Alfaro y mi pasión por Arsenal, no lo conté nunca. Mi hermano lo hizo antes. Pero prometo la próxima semana contar por qué Arsenal salió campeón.