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Escuela de repetidores

BUENOS AIRES -- Arsenal volvió a estar en boca de todos. Le ganó con holgura a un equipo promisorio como San Lorenzo y se quedó con la Copa Argentina y un ticket para la Libertadores. Toda una hazaña.
Claro que los logros de Arsenal, que incluyen una Sudamericana y el Clausura 2012, todo en apenas seis años, siempre están rodeados por un halo de desconfianza. Porque hablar de Arsenal implica hablar de uno de sus fundadores, Julio Grondona, autoridad sin contrapunto en el fútbol argentino.

Se sospecha que el club de Sarandí goza de ciertos beneficios de parte del poder. Y algunas decisiones arbitrales parecen corroborar esta hipótesis conspirativa.

Los fallos de Diego Ceballos en la semifinal de la Copa Argentina, por citar un ejemplo cercano, perjudicaron nítidamente a All Boys y allanaron el camino de Arsenal a la instancia más importante del certamen.

En paralelo, el entrenador Gustavo Alfaro sostiene que también hubo decisiones de los jueces que perjudicaron a sus dirigidos, pero que no las invoca para no igualarse con sus detractores, que según él alientan una polémica fútil. Quizá tenga razón.

Lo cierto es que la final de la Copa Argentina, con un árbitro advertido sobre este mar de fondo y los observadores calibrando la lente para detectar el favoritismo, resultó de lo más normal. Y dentro de esa normalidad, Arsenal se divirtió con San Lorenzo. Lo borró de la cancha.

Aquí no terciaron los supuestos emisarios del poder. Arsenal, solito con su méritos, con su equipo de nombres comunes, le arrebató el trofeo a un adversario de mayor jerarquía.

No es la primera vez que sucede. Arsenal no se limita a sobrevivir. Hace buenas campañas, se recicla de manera envidiable sin renunciar a la austeridad, y siempre está ahí, al borde de los grandes placeres. De bajar a los candidatos, de levantar una copa.

Exprimiendo su capacidad futbolística y el presupuesto, se las arregla para renovar la solidez defensiva y extremar el oportunismo cuando se trata de pisar el área del adversario.

Esfuerzo, conciencia de los límites, sujeción a un dispositivo táctico. Todos esos valores sustituyen con éxito los talentos de exportación que nunca firmarán para el equipo de Sarandí y que, al parecer, tampoco hacen falta.

"Sé que para hacer un equipo competitivo debo optimizar los recursos. Apostar a jugadores sin continuidad o que no hayan tenido la mejor temporada, y que en Arsenal encuentren la chance de recuperarse. Les digo que tienen que venir a vivir el mejor año de su carrera", explicó su receta Alfaro en un entrevista con el diario Olé.

La descripción hace pensar en una escuela a la que asisten los repetidores rebotados por otras instituciones. Sólo que con final feliz. Los repetidores llegan al instituto modelo de Alfaro no para prolongar su fracaso escolar sino a reivindicarse. A demostrar que, en el fondo, son buenos estudiantes. Y que con un porcentaje moderado de dedicación, todos pueden serlo.

El asunto es que el sacrificio y la perseverancia no le dejan, al menos en este caso, mucho espacio a la belleza. No tenemos con qué, se justificará Alfaro muy sensatamente.

De manera que los buenos resultados de Arsenal, antes que ofrecer dudas sobre su legitimidad, plantean un horizonte de laburantes aplicados y escasos atractivos técnicos como postal del éxito.
Por suerte, todavía lo tenemos a Newell´s.