Carlos Irusta 10y

Madre hay una sola

BUENOS AIRES -- Si no se imagina a algún guerrero del ring pidiéndole a su mamá el desayuno favorito, hágalo. Después de todo, fuera del ring son seres mucho más sensibles y necesitados de ternura de lo que se puede imaginar –aunque ellos mismos traten de demostrar otra cosa.

El Día de la Madre permite, haciendo un repaso, encontrar historias de todo tipo. Por ejemplo, y para tomar dos casos similares y actuales. Lucas Matthysse concentró los últimos quince días antes de viajar a Las Vegas, para pelear con Danny García, con su madre. "Hasta duermo con ella", nos contaba. "Yo la quiero mucho y la necesito y por eso le pedí que viniera conmigo a Junín". A su vez, su madre, Doris, tiene muchas vivencias con el boxeo. "Mi marido era boxeador, tengo tres hijos que han boxeado o boxean: Walter, Lucas y Soledad...y yo misma hice una pelea, que además gané". Y lo dice sonriendo, mostrando una taza de café con la figura de Violetta: "¿Vio la taza que usa Lucas, a usted le parece?", dicen riendo.

Marcos Maidana vive todo lo que puede con su madre, Olga Susana y con su hermana, Andrea. Y, de hecho, la invitó a Carson, para la pelea que realizó el 8 de junio frente a Josesito López. Luego de pegarle a su rival todo lo que pudo –porque para eso es boxeador- luego se sentó pacíficamente junto a su madre en la cena post pelea. "Es devoto del Gauchito Gil, como todos nosotros", cuenta doña Olga. "Y en casa tenemos un altarcito. Cuando está conmigo, lo despierto todas las mañanas con los juguitos y el desayuno que a él le gusta".

No son todas historias felices o risueñas. En el caso de Oscar De La Hoya y Omar Narváez, las cosas fueron difíciles para ellos. Oscar perdió a su madre, Cecilia, antes de viajar a Barcelona y cuando logró la medalla dorada se la llevó a la tumba, para cumplir con una promesa. A su vez, Narváez perdió a su madre cuando era muy chico. "Crecí de golpe y tuve que hacer de padre y madre de mis hermanitos de un día para otro". Hoy, cada vez que gana una pelea, Narváez exhibe la foto de su madre.

Fue gracias a su madre que Emile Griffith se metió en el boxeo, puesto que ella, Emelda, trabajaba en una fábrica de sombreros para mujeres en Nueva York y él comenzó a ayudarla. Allí lo vio uno de los encargados. "Con ese precioso físico que tiene, su hijo debería probar suerte en el boxeo", dijo el hombre. Emile le hizo caso y el resto ya es historia. Aunque no estaría demás aclarar que fue también un hijo abandonado por el padre siendo muy pequeño...

A veces el tema de la madre funciona también como una gran motivación. La primera vez que entrevistamos a Víctor Galíndez, era un profesional incipiente, lleno de futuro. Contó que había hecho su primera pelea casi de casualidad, simplemente porque lo invitaron a subir a un ring. Pero cuando le preguntamos por qué se había decidido a continuar, se puso serio y dijo: "Porque siempre soñé con comprarle a mi mamá una casita blanca con techos rojos y supe que a través del boxeo lo iba a lograr". Y, por supuesto, lo logró.

Por supuesto, hay madres boxeadoras, aunque no son tantas. Muchas postergan la maternidad por su carrera boxística, como Yesica Bopp o Yesica Farías, y lo admiten. En cambio, La Tigresa Acuña tiene dos hijos que ya boxean, Maxi y Josué. "Cuando debutó en el ring uno de ellos, yo también peleaba y ni pensé en mi hijo, al que por supuesto quiero mucho, porque no podía desenfocarme de mi combate. Fue una circunstancia muy curiosa de mi vida, sobre todo porque mis hijos han sido siempre mi mayor motivación para todo". A su vez, Mónica La Gata Acosta, tiene una historia difícil. "Mi hijo sufrió mucho con mi pareja, y tiene ataques de epilepsia. Con todo lo que padecí, me metí a boxear para defenderme y hoy es mi medio de vida habitual", confiesa quien, además, es pastora de un templo cristiano.

A veces, la madre ha sido también el padre para algunos boxeadores. "Los hijos sin padres somos como lobos", dijo alguna vez el gran maestro de ajedrez, Bobby Fischer. Es un caso en el boxeo. Tanto Sonny Liston, como Mike Tyson o Roberto Durán, prácticamente no conocieron a sus padres y eso los hizo más duros todavía. De hecho, cuando ya siendo exitoso, apareció el padre de Mano de Piedra, éste le dijo una sola frase: "Cuando te precisé, no estuviste".

A su vez, Gustavo Ballas, por ejemplo, no conoció a su madre. De la misma forma que pasó con Ramón Jara o Pastor "Vaca Mala" Maurín. Sin embargo, las reacciones ante la misma situación no fueron iguales. Ballas cuenta que, ya siendo campeón mundial, su madre se le apareció en la plaza mayor de Villa María, en la provincia de Córdoba. "Soy tu madre", dijo ella. Y la respuesta fue muy dura: "¿Y ahora que soy campeón mundial apareces? Yo te necesité cuando era chico, no ahora". Y, dándole la espalda, se fue.

En el caso de Ramón Jara, que llegó a ser fondista del Luna Park, y pupilo de Carlos Monzón, la historia fue diferente. "Mis papás se separaron cuando mis hermanitos y yo éramos muy chicos. Y siempre la extrañé mucho. No me quedó de ella apenas una foto. Así que un día decidí hacerme boxeador, con la ilusión de que, si era famoso, era volvería a mí". Fue algo parecido, porque en algún momento lo ayudamos a encontrar a su madre y, por cierto, si no hubiera sido por su condición de boxeador, tal vez no lo hubiera logrado.

Hay muchos casos más, pero se hace casi imposible no concluir con algunas reflexiones de Oscar Natalio Ringo Bonavena, que, como se sabe, era muy pegado a su madre. Después de cada pelea en el Luna Park, decía por radio: "Vieja prepará los ravioles que ahí voy..". Y tanto insistió –de hecho hasta invitaba a sus rivales a almorzar al día siguiente del combate- que su madre, doña Dominga, llegó a tener su propio programa de televisión en el que cocinaba y recibía invitados.

Ringo una vez dijo que "Me hablan del complejo de Edipo...y no ven que mi vieja tiene unas várices así de grandes". Luego de alguno de sus viajes le trajo a doña Dominga un perfume. "Vieja, esto es perfume francés, es extracto, ponetelo que también hace bien para la presión". Y agregó: "Mi vieja me dijo que a los nenes los traía la cigüeña. Y con ese sistema crió nueve hijos. Y ninguno le salió conflictuado".
Hasta que una vez, poniéndose serio, dijo: "Mi vieja es capaz de desnudar y cambiar a un hijo de cuarenta años que llega a casa borracho o accidentado. Mi vieja es Dios".

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