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¿Agresividad o técnica?

La pelea entre Canelo Álvarez y Floyd Mayweather Jr. fue un fracaso boxístico Chris Trotman/Getty Images

La eterna disputa entre boxeo-técnico elusivo vs. boxeo agresivo-fajador ha vivido este año varios capítulos que han servido para ratificar hacia dónde camina la preferencia de los fanáticos.

La esperanza de los mexicanos y la mayoría de los que pagaron para ver a Floyd Mayweather ante Saúl Canelo Alvarez, era que el mexicano impusiera el poder y la agresividad. Fue una gran decepción. Floyd, "el rey correcaminos", dio clase de pureza técnica, sobre velocidad de piernas y golpes que llegan a destino, pero no lastiman. Ganó sin agitarse, por supuesto.

El pasado 13 de abril, el olímpico de oro cubano Guillermo Rigondeaux tapó varias bocas y con velocidad, piernas, movimientos de cuerpo y una técnica exquisita venció e hizo ver mal al entonces invicto filipino Nonito Donaire por la unificación del título súper gallo OMB-AMB. Los amantes de ese tipo de boxeo lo aplaudieron de pie y al otro día apareció entre los diez mejores libra por libra.
Son dos casos emblemáticos. Floyd apagó a Canelo y Rigondeaux le cortó la luz a Donaire, que empieza pronto su camino de vuelta y con la lección aprendida: va el 9 de noviembre contra un fajador como Vic Darchinyan.

En el caso de Canelo, desapareció de las candilejas. Su ascenso vertiginoso fue interrumpido por el estilo de Floyd, que no gusta a todos, pero que todos ven. Es posible que su inteligencia empresarial, la elección de sus rivales, la cartelera que lo respalda y la elección de sus fechas de pelea (feriados patrios mexicanos), tengan mucho que ver con ese éxito, pero esa es otra historia.
Rigondeaux venció a uno de los mejores libra por libra, pero terminó criticado por su propio promotor. Bob Arum, con la frustración pintada en su rostro, dijo ese día que "habrá dificultades para encontrarle rival (a Rigondeaux) por su poco fascinante estilo no habrá mucho de donde escoger". Al igual que al campeón ligero FIB, Miguel "Títere" Vázquez, por nombrar a uno de los más conocidos, son pocos los que desean enfrentar a un rival cuya mayor fortaleza estriba en su habilidad para que no le peguen o para que no lo encuentren.

¿Y qué pasa en la otra vereda? ¿Qué ocurre con los agresivos? Es muy sencillo, los últimos episodios nos demostraron cual es el boxeo que desea la mayoría de los fanáticos.

El ruso Ruslan Provodnikov, un monumento a la agresividad y la presión sin pausas, se consagró campeón mundial junior welter OMB, en una guerra contra otro fajador, Mike Alvarado, y apenas en su segunda intentona consecutiva. ¿Sorpresa? En absoluto. Por algo HBO colocó esa pelea junto a la presentación del especial sobre el Gatti-Ward III. Los fanáticos la adoraron.

Timothy Bradley se cansó de que lo abuchearan por su estilo elusivo, de pura pierna en movimiento y salió a fajarse contra el mismo Provodnikov. Fue un peleón y si bien para muchos Bradley pudo haber perdido, nadie criticó lo dudoso de su victoria.

Pero hay más. Con esa guerra, Bradley valorizó su siguiente batalla contra Juan Manuel Márquez y si bien ganó en decisión dividida, fueron muy, pero muy pocos los que dudaron de su victoria. Timothy Bradley cambió, mantuvo su velocidad, pero incluyó mayor agresividad y el fanático lo recompensó, aceptándolo. Por si algo faltara, subió y mucho en el ranking de los Libra por Libra.

Pero hay algo más, la cereza sobre la torta o la comparación más dramática cuando de definir lo que desea el fanático se trata: Miguel Angel Cotto. El boricua puede ser cuestionado, pero jamás negado como boxeador que busca dar espectáculo y brindarse por entero. Le ha ido mal o le ha ido bien, pero el público no le falla. En los últimos tiempos, sin embargo su estrella se iba apagando y esperaba decir adiós en breve, pese a sus jóvenes 32 años.

Hasta que llegó su pelea contra el dominicano Delvin Rodriguez el pasado 5 de octubre en Orlando, Florida. Cotto fue un aluvión, una aplanadora a la que Delvin no le aguantó tres asaltos. Y allí estuvo la paradoja. El Cotto antes desahuciado, contando las horas para el retiro, se transformó con una sola pelea y gracias a su recuperada agresividad, en el rival más ansiado del momento.

Cotto se convirtió en el único que puede extender con éxito la carrera de Sergio Maravilla Martinez o en el único que puede recuperar o terminar de hundir la carrera de Canelo Alvarez. También en uno de los pocos oponentes que puede permitirle a Floyd Mayweather (luego de su pelea contra Canelo) superar el millón y medio de PPV en un solo evento.

Bob Arum ya imagina verlo ante Cotto peleando durante la próxima parada portorriqueña de Nueva York en el Giant Stadium contra Maravilla y en términos de números, ya lo avizora en primer PPV entre latinos con una mega venta a hogares de Estados Unidos.

Mientras Floyd estudia con mucho cuidado que oponente puede enfrentar el 3 de mayo o a Rigondeaux le llevó seis meses encontrar un rival, a Cotto le llueven ofertas, Bradley finalmente se ganó el respeto y con Provodnikov, Top Rank-HBO encontraron un pozo petrolero.

Todo ello es sencillo de explicar. El boxeo es un negocio, donde gobierna la preferencia de los fanáticos. Con campeones agresivos, fajadores que se la juegan en el intercambio y su primera mala intención es lastimar y noquear al oponente, se hace muy fácil montar buenas carteleras. Y por si fuera poco, también se le facilita el trabajo a los jueces. No es lo mismo evaluar a un campeón que cuenta los golpes que da y los que esquiva con una calculadora en la mano a evaluar a otro que solo piensa en lanzar más de setenta trallazos por asalto, como los Brandon Ríos, los Mike Alvarado o los Ruslan Provodnikov.

Por ello, seguiremos respetando la vieja frase de quienes defienden al boxeo de guante blanco: "el boxeo es el arte de golpear sin que te golpeen", pero seguiremos apoyando a los que aspiran a ver a su campeón preferido, salir a "lanzar más golpes de los que esquiva y a devolver todos los golpes que reciba". ¿Y ustedes que prefieren?