Especial para ESPN.com 10y

Gran decepción en Brasil

PARIS -- Todo Brasil esperaba repetir el festejo de Estados Unidos 94 y se había preparado una verdadera fiesta popular en el país más grande de Sudamérica. Sin embargo, Zidane y Francia se interpusieron en el ánimo de los torcedores y por un día esa nación alegre y festiva se convirtió en un mar de lágrimas. Así relató lo sucedido tras la derrota el enviado especial del diario Olé de Argentina.


La lluvia fue un mal presagio. El insólito frío invernal que se había adueñado de esta ciudad desde el mediodía fue todo un indicador. La pantalla de 180 pulgadas estaba instalada en el escenario montado en la avenida Antártica y Rua Duvivier, en el corazón de Copacabana, esperando que la gente copara la playa. Fueron unos cuantos, no tantos como se esperaba. La mayoría eligió quedarse en casa, gambetear el mal clima y después sí... a festejar el Penta.

Pero no. Siguió lloviendo. El frío fue creciendo y los goles franceses derrumbaron las ilusiones brasileñas. La situación parecía ideal para que en el horizonte, entre el cielo gris oscuro y el mar azul, emergiera Godzilla y arrasara con todo.

Algunos descargaron su bronca contra el Lobo, otros contra Roberto Carlos, varios le reprocharon al equipo el exceso de "lujos" en vez de jugar más en serio. Como ese carioca con una musculosa con la cara de Ronaldo, que clamaba enojado a favor del otro Ro, Romario: "El tenía que estar en este equipo". El, en cierta forma, estaba: su voz se escuchaba en los comentarios de la Cadena O Globo.

Igual hubo batucada. Tres franceses de la TF1, una emisora de TV de su país, chocaron sus cervezas festejando la victoria. Hicieron ruido y hubo respeto.

Pero también los brasileños tuvieron su espacio para la sonrisa. Más de prepo que espontánea. Ni bien Deschamps recibió la Copa del Mundo, y mientras algunos de los que miraban en Copacabana no podían frenar los lagrimones, se subió al escenario la Scola do Samba do Ilha Governador. Eran más de 30 armados con instrumentos de percusión, y se largó con la samba. Algunos torcedores empezaron a mover la cintura, como demostrando que la tristeza, sí tem fin... La mayoría se quedó mirando. A los que batían tambores y a la pantalla del fondo, que mostraba imágenes desde Champs Elysees, donde curiosamente los franceses parecían estar bailando la música ajena.

A la alegría y la tristeza del fútbol, a veces la separa un hilo muy fino. Dentro de lo que la lluvia permitía, un par de horas antes del partido ninguno pensaba en una frustración. Había cautela y se trataba de no festejar a cuenta, pero el Penta parecía un logro seguro. Los puestos de venta en las playas, los comercios y hasta los guardias de seguridad de los edificios. Todos tuvieron delante un televisor con imágenes del Stade de France que habían empezado a llegar a las 7 de la mañana.

Pero 90 minutos bastaron para cambiar el foco. Llantos, miradas perdidas quién sabe dónde, muecas de bronca... Fundamentalmente, una mezcla de decepción y resignación. Durante la vuelta olímpica apretaban las muelas para no llorar. Y algunos hasta descargaron su bronca con aplausos cuando la gloria ya era ajena. Mientras, el relator de TV, decía: "Brasil no puede ganar todos los mundiales".

Brasil es playa, mar y fiesta por siempre. Pero ayer en Río llovió, hizo frío y el Pentacampeonato quedó postergado. Sin dudas, no fue un día brasileño.

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