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Hoy, el mejor del mundo

BUENOS AIRES -- Cristiano Ronaldo es, hoy en día, el mejor futbolista del mundo. Habrá quienes no quieran admitirlo a partir de su simpatía por Messi o por la extraordinaria temporada que acaban de vivir -y continúan durante este reinado de Guardiola- Ribéry y Robben en el multicampeón Bayern Múnich. Pero su presente no tiene equivalencias.

Si quedaba alguna duda, ha quedado despejada después de la increíble demostración de velocidad, destreza, personalidad y definición que entregó ayer para dejar a su seleccionado sentado en el Mundial. Porque cumplió la que, posiblemente, fuera su única materia pendiente: la de arrastrar al éxito a la camiseta de su nación. Porque respondió como los caudillos de antaño para dejar sellado un duelo histórico, que pareció más un duelo individual de pistoleros entre Zlatan y él que una justa en un deporte colectivo.

No me resulta grato decirlo, créanme. Soy uno de esos puristas que se irrita con algunas actitudes del crack de Real Madrid. No siempre me agradan sus declaraciones. Miro con dudas cuando les protesta a sus colegas dentro del campo. Su modo de festejar me resulta un tanto despectivo para con sus compañeros. Me saca de quicio cómo se para al patear los tiros libres -e incluso cuestiono su efectividad en ese aspecto-. Posiblemente la crítica más acertada que pueda hacerse es que su juego, por más vistoso y efectivo, no hace mejores a los demás futbolistas de su equipo. Es una evolución personal, un crecimiento hacia adentro.

Sin embargo, durante lo que va de temporada no ha habido otro jugador que haya sacado tantas ventajas, que haya logrado tanto desequilibro personal, ni explotado tan a fondo y con tanta persistencia su alto nivel. Es, por escándalo, uno de los hombres más rápidos de la historia del fútbol: un atleta que avanza prácticamente a la misma velocidad con y sin pelota. Tiene lectura de los espacios, tiene una capacidad de definición envidiable, un salto suprahumano, un cabezazo letal.

Es cierto, hay un factor que ayuda a la evaluación, y es la ausencia de Messi en cancha por sus lesiones. Pero cuidado: no es cierto que CR7 sea el mejor durante estas semanas, sólo porque el argentino está sentado en la enfermería. No es así. Incluso antes de su lesión, Leo no venía rindiendo en el pico de su rendimiento. Lo preocupante, en todo caso, no era su falsa sequía goleadora agitada por la prensa, sino cierta limitación -posiblemente física- que impedía verlo en su total dimensión.

Uno tiene su subjetividad y sus simpatías. Como argentino, incluso, sus preferencias. El mejor momento de Messi para mí es superior al mejor momento de Cristiano. Pero este momento del portugués, que posiblemente encuentre sus orígenes a comienzos de año, es muy pero muy superior al momento de Leo en la presente temporada. Debo admitirlo aunque crea que es el personaje antipático de esa rivalidad futbolera. Negarlo sería necio: en el balance desde enero hasta hoy, Cristiano ha sido más.

Además, a mi gusto el portugués ha evolucionado técnicamente. Es difícil de notar cuando el nivel general es tan alto, pero hay detalles. Mejoró su tiro de pierna izquierda, mejoró su definición con cara interna, mejoró sus diagonales en busca del arco, mejoró su repentización, su control... Nada es MUCHO mejor, pero la suma de las pequeñas improvisaciones generaron una virtud superadora.

Para colmo, apareció cuando tenía que aparecer -otra costumbre que parece andar tomando- para que los diarios del planeta vuelvan a hablar de él. Para alcanzar a Pauleta como el goleador de su Selección (10 de los 47 goles que convirtió con esa camiseta los hizo este año). Para llegar a los 66 goles en 2013 (incluyendo 36 en Liga y 14 en Champions, 8 en cuatro partidos -¡8 en cuatro partidos!- en la presente edición).

Se viene la entrega del Balón de Oro, ese premio del que Cristiano asegura no vivir pendiente, aunque muchas veces demuestre lo contrario. Le pese a quien le pese, no parece haber un candidato mejor.