Alejandro Caravario 10y

Ante la paridad general, Piatti inclina la cancha a favor del fútbol

BUENOS AIRES -- El torneo argentino, se dice con razón, está para cualquiera. También se dice, y acá habría que empezar a discutir matices, que esa paridad lo hace interesante.

Claro que resulta más interesante un desenlace incierto como el del campeonato en curso, que las previsibles ligas europeas, por caso la española, donde la grilla de aspirantes a campeón se ve cada año reducida a dos.

Eso sí, dos con un fútbol inalcanzable, muy superior a lo que puede verse en cualquier cancha de estas pampas.

En el presente argentino no hay ninguno decididamente bueno. Newell´s ha dejado de serlo. ¿Los exilios (con el DT a la cabeza)?, ¿el hastío?, ¿una fórmula en crisis? Vaya uno a saber. Siguen fieles a su apuesta, a sus bases doctrinarias, pero con eso no se ganan títulos. Las nobles intenciones abundan en el mundo.

Lanús tal vez se distrajo con la Sudamericana y por eso se opacó, a Boca lo afecta una esquizofrenia grave, y Arsenal, con su ropa de fajina, con sus loas al sacrificio y la pelota parada, siempre acecha pero es imposible que enamore.

Hay algunos anotados de último momento. Y, en rigor, cualquier nombre es verosímil. Todos los equipos han gozado de sus quince minutos de fama, de esa racha que los ha colocado en la vereda del sol.

Creo que el único que asoma con una mínima ventaja es San Lorenzo. El último fin de semana, ante Rafaela (el nuevo cuco del fútbol argentino, también prendido entre los que pretenden el premio mayor), cuando su funcionamiento y el resto anímico comenzaron a flaquear, apareció un jugador que, per se, le devolvió la vida.

Hablo de Ignacio Piatti, convertido en un compendio de despliegue, destreza y eficacia. De recursos múltiples, que fue demostrando progresivamente (en su primera etapa en San Lorenzo parecía bastante tibio), es peligroso cuando encara, cuando patea de lejos (lo hace como pocos) y cuando decide un pase. Y a la hora de definir en la zona caliente jamás le tiembla el botín. Ha hecho los goles más importantes del equipo de Pizzi.

Su velocidad también sorprende. A tal punto que puede recibir de espaldas y girar con la pelota (algo que los manuales desaconsejan) antes de que el defensor intente interrumpirlo.

No sé si Piatti merece las credenciales de crack o si es el mejor del fútbol argentino. Simplemente está en la cúspide de sus posibilidades. Y eso, en la llanura donde nadie desentona para bien ni para mal, cambia el destino de un club. Hace la diferencia.

No está solo Piatti. Tiene una idea de juego colectivo como colchón. Y otro delantero de singular talento, acaso el joven más promisorio en el actual escenario del fútbol: Angel Correa.

En Rafaela no se lució (aunque hizo la mejor jugada del partido, que arrancó con un sombrero, de espalda a su marcador), pero sus invenciones son tan decisivas como las de Piatti.

No todo es superioridad táctica (perdón, Gustavo Alfaro), las fuerzas individuales, inspiradas y comprometidas, pueden inclinar la cancha y definir campeonatos. San Lorenzo está dando claros indicios.

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