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Argentina, 20 años sin una semifinal

CIUDAD DEL CABO -- Víctima de una catástrofe impensada, Argentina se fue del Mundial sufriendo una de las peores goleadas de su rico historial.

Un lapidario 4-0 ante Alemania dejó al equipo de Diego Maradona cumpliendo 20 años sin poder jugar una semifinal pese a contar con el mejor jugador del mundo en la cancha que es Lionel Messi.

La misma historia en cuartos de final del 2006 pero con un final aún peor porque entonces Alemania le ganó en los penales, después de un empate en uno durante el partido y el alargue.

Antes fue parejo. Ahora los argentinos se comieron una goleada novelesca, igual a la que sufrieron 4-0 ante Holanda en Alemania 1974 y tan dura como el 6-1 ante Checoslovaquia en Chile 1962.

Para un país que ganó dos copas mundiales, una eliminación en cuartos de final está emparentada con el fracaso.

"Yo estoy tan desilusionado como todos los argentinos", dijo Maradona en la reunión de prensa posterior al partido.

"Ver caer a mi país en un partido de fútbol es muy duro", agregó el técnico con voz monocorde, a veces quebrada por la tristeza y dando claros síntomas de estar muy abatido.

Maradona, quien recién está haciendo sus primera armas como técnico, reveló que Messi lloró en el vestuario y elogió al delantero del Barcelona, diciendo que "jugó un gran mundial".

Y no se equivocó.

Messi fue por lejos el mejor jugador de Argentina, incluso ante Alemania. Pero le faltó ese plus que tienen los grandes de verdad y que lo demuestran en las grandes citas como es un mundial.

La Pulga no metió goles pero sus gambetas o asistencias fueron clave en los triunfos de la primera ronda ante Nigeria (1-0), Corea del Sur (4-1) y Grecia (2-0), además del 3-1 sobre México en octavos de final.

Además, había creado una buena sociedad con Carlos Tevez (2 goles) y Gonzalo Higuaín (4), en un trío ofensivo que fue un acierto de Maradona, al menos en parte, ya que decidió por esa variante a último momento.

¿CONTINUIDAD A MARADONA?

Diego Armando Maradona murió con sus ideas, un equipo volcado en ataque, empeñado en buscar el área rival, dotado de muchos quilates ofensivos en detrimento de otras facetas del juego, un gigante con pies de barro que Alemania derrumbó con estrépito.

La goleada en cuartos de final contra los germanos (0-4) arrasó con la imagen que venía dando el equipo, una apuesta descaradamente ofensiva, conducida por Lionel Messi y secundada por Gonzalo Higuain y Carlos Tévez.

Contra Alemania no bastó con eso. El equipo había tapado hasta ahora sus carencias bajo el manto de los goles, había suplido a base de ataque un centro del campo débil e inconsistente, una defensa envejecida y lenta, un equipo deshilachado.

Joaquim Löw supo ver que Argentina era un equipo roto, que pensaba sólo en atacar sin preocuparse del resto. Leyó sus carencias y aplicó el manual a la perfección, llevó la batalla al centro del campo, maniató la zona de creación, anuló a Messi y aplicó la velocidad al ataque para poner en evidencia a la defensa.

Argentina no pudo atacar como había hecho hasta ahora y, desposeído de su escudo, se encontró desnuda.

La goleada abre el debate sobre la continuidad de Maradona, una cuestión que había quedado supeditada al bien del equipo, pospuesta por los triunfos y la euforia.

Pero el técnico ha mostrado sus limitaciones. Ha sabido crear un grupo, motivarlo hasta los mayores límites posibles, convertirlo en un grupo dedicado en cuerpo y alma a la camiseta y, así, cerrar toda polémica, acabar con toda disidencia.

Todos iban tras el mismo fin, la victoria en el Mundial, por el mismo camino, el trazado por Maradona, con las mismas armas, su fe inquebrantable en la victoria y la calidad incuestionable de sus delanteros.

Pero la senda trazada por Maradona no llevaba al camino soñado, a volver a levantar la Copa Mundial 24 después de que el Pelusa lo hiciera en México. Ni siquiera sirvió para regresar a las semifinales 20 años más tarde. La Argentina de Maradona se quedó en cuartos, como hace cuatro años la de José Pekerman, contra el mismo rival, Alemania.


CAMBIO SOBRE LA MARCHA EN EL PLANTEO

A Maradona la pasó como a aquel que duerme con una manta corta: o se cubre los pies, o la cabeza.

Cuando le dio lugar a "Carlitos", como llama cariñosamente a Tevez, el técnico apostó por "cubrirse" el ataque y dejó a la defensa sin protección.

El trío Messi-Tevez-Higuaín funcionó, al menos hasta la gran debacle con Alemania. Pero para darle cabida al atacante del Manchester City, Maradona tuvo que armar de imprevisto una nueva estrategia ya que desplazó a un defensor.

Entonces, el lateral derecho defensivo se descompensó ya que primero ensayó con Jonás Gutiérrez por ese sector y luego con Nicolás Otamendi.

Cosas de Maradona: Gutiérrez es volante de vocación, tal como lo es Otamendi en la zaga central y no en una de sus alas.

Y ni que hablar en el centro del campo, donde a Javier Mascherano, si le ponen un reloj como el que tienen los taxis, se haría millonario por lo que corrió.

A Mascherano lo dejaron solo ya que sus acompañantes no sienten la marca, tal los casos de Angel Di María, Juan Sebastián Verón cuando le tocó entrar o Javier Pastore. El único que pudo colaborar algo con Mascherano fue Maxi Rodríguez, aunque ante Alemania fue intrascendente.

DE MAYOR A MENOR, EN SUDÁFRICA

Comenzó bien contra Nigeria, a la que ganó por la mínima pero a la que pudo endosar una goleada. Un tanto de Gabriel Heinze de cabeza al saque de un córner fue el único premio que se llevó Argentina de su debut, pese a que Gonzalo Higuain malogró un puñado de ocasiones creadas por Messi y el propio rosarino se estrelló contra un inspirado portero Enyeama.

Mejoró en el segundo partido frente a Corea del Sur, cuando el torrente ofensivo que es Argentina encontró el camino de la red. El 4-1 fue justo, pero el equipo se encontró pronto con un gol a favor logrado en propia puerta por el asiático Park Chu Yueng.

Argentina goleó en un partido en el que fue cuesta abajo y donde Higuain estuvo pletórico de oportunismo, lo que le permitió lograr tres goles. Pero la auténtica estrella fue Messi, el artífice de los tantos. Él los creó e Higuain los consiguió.

Las dos victorias hacían que Argentina tuviera casi asegurada su clasificación para octavos de final, por lo que Maradona decidió dar descanso a algunos de sus titulares en el tercer encuentro. Pero no a Messi.

Contra Grecia, los teóricos suplentes salieron a comerse el campo y el equipo no padeció el asedio de los helenos, así que se conformó con un tanto del defensa Martín Demichelis y otro de Martín Palermo, que aprovechó los últimos minutos del encuentro para dejar su impronta en su primer Mundial.

Luego vino México, que le plantó más cara y, por fases, dominó a Argentina. Pero que se encontró con un injusto gol en contra, logrado por Tévez en fuera de juego y se desquició.

Su fútbol fue indolente ante la contundencia ofensiva argentina. México disparó perdigones ante los misiles albiceletes. El 3-1 final alimentó más la euforia y retrasó los debates.

Así llegó Argentina al partido ante Alemania. Con mucha autosatisfacción y nada de crítica. Ante un rival de peso se derrumbó por falta de bases sólidas.

Tras padecer algunos sustos en choques anteriores, México fue el encargado de empezar a desvestir las flaquezas defensivas de los Albicelestes, la cual Alemania se encargó de desnudar por completo.

Esas falencias se hicieron más visibles por el sector derecho, donde Nicolás Otamendi tuvo un partido horrible.

Y por ese sector, Martín Demichelis se despidió con los cinco partidos jugados y casi tres y medio para el olvido.

Ante Alemania, el zaguero del Bayern Munich hizo agua por todos lados y lo concreto es que tres de los cuatro goles alemanes llegaron por el sector derecho.

A la Argentina la habían atacado poco y no le habían hecho daño.

Pero cuando la atacaron en serio, le demolieron sus ilusiones.

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