Carlos Irusta 10y

Dos grandes, un 7 de diciembre

BUENOS AIRES -- El 7 de diciembre es una fecha que trae diferentes e importantes recuerdos para el boxeo argentino. De hecho, un 7 de diciembre de 1957 se disputaron un campeonato argentino (la victoria de Andrés Selpa sobre Tito Yanni en Mar del Plata, categoría mediano), un sudamericano (Ricardo González venció a Roberto Lobos en el Luna Park de Buenos Aires, título pluma vacante) y un mundial (Pascual Pérez venció a Young Martin también en Buenos Aires: en la cancha de Boca Juniors).

El hecho tal vez sirva para tener una idea de lo que llegó a ser la actividad boxística en Argentina, pero en este caso, la mención del 7 de diciembre tiene otra lectura. Víctor Emilio Galíndez siempre tuvo una gran admiración por Oscar Bonavena. Tal vez porque Ringo era la antítesis de Galíndez en muchas cosas; Bonavena tenía una gran desenvoltura, era muy extrovertido; Víctor, en cambio, era de muy pocas palabras. Eso sí, ambos, especialmente Víctor, tenían pasión por los autos y cuanto más caros, veloces y llamativos, mejor...

El 7 de diciembre de 1970, Oscar Bonavena realizó la pelea más importante de su vida, al enfrentar en el legendario Madison Square Garden, a Muhammad Alí.

El 7 de diciembre de 1974, Víctor Emilio Galíndez tuvo el primer compromiso más importante de su carrera al vencer, en otro estadio legendario como el Luna Park, a Len Hutchins, por el campeonato mundial medio pesado AMB, que se encontraba vacante.

Bonavena, se sabe, cayó tres veces en el 15to y último asalto frente a Alí. A su vez, Galíndez venció KOT en el 13er asalto y fue el primer boxeador argentino que logró coronarse campeón del mundo en el Luna Park.

Todo lo que rodeó a la pelea entre Bonavena y Alí fue altamente mediático. Ringo, que recibió una bolsa superior a los cien mil dólares, no dejó de hablar en todo momento (hasta lo trató de "Gallina" a Alí durante el pesaje) y logró que, esa noche de lunes, el país se paralizara frente a los televisores. Fue transmitida por Canal 13, por Ricardo Arias en el ring side y Fernando Bravo en los estudios. El rating fue de 79.3. Recién en 1990, la transmisión de Argentina-Italia en el Mundial de fútbol, superó ese record con 80 puntos.

Luego de una larga y forzosa actividad por negarse a enrolarse en el Ejército y participar de Vietnam, Muhammad Alí había logrado retornar al boxeo. El 26 de octubre, venció a Jerry Quarry en Atlanta: KOT 3, determinado por cortes en los ojos del derrotado. Ahora, era su primera actuación en Nueva a York, mientras el mundo se preparaba para verlo en acción frente a Joe Frazier.

Asistieron 19.417 personas. Eran, aquellos, los tiempos en donde los combates grandes se efectuaban los lunes por la noche para permitir mayor cantidad de público frente a los televisores (se supone que los sábados a la noche mucha gente opta por salir de casa para celebrar afuera). Por la venta de entradas, se recaudaron 615.401 dólares...

Se recuerda aquella noche por la bravura del argentino, por la caída de Alí en el noveno asalto (que, en realidad, a pesar de las fotos, no fue tal, pues se trató de un resbalón) justamente el asalto en donde Muhammad había prometido noquear. La pelea fue por el campeonato norteamericano de los completos. Y, cuando iba ganando ampliamente, ya en el 15to asalto, Alí conectó una mano ascendente al mentón de Bonavena, que avanzaba.

El doble impacto estremeció al argentino y, aunque se levantó, el referí Mark Conn dejó a Alí muy cerca del caído: tendría que haber ido a un rincón neutral. De esa forma, Muhammad volvió a pegarle rápidamente, sin dejarlo armar la guardia y lo derribó dos veces más. Fue el final. Fue, también, una noche consagratoria para Ringo quien, a pesar de la derrota, hizo un gran papel.

Tres años después, en 1974, Víctor Galíndez logró su pelea de campeonato mundial, tras largas gestiones de Juan Carlos Lectoure. Galíndez accedió a esa chance enfrente a Leonard "Len" Hutchins. La corona había sido dejada vacante por el retiro de Bob Foster.

Galíndez, quien por entonces tenía 26 años, sufrió un tremendo choque cuando viajaba con su Torino, unas semanas antes de la pelea. Sufrió cortes en el cuero cabelludo y le quedó un tobillo dañado. Cuando Lectoure le insinuó postergar la pelea para que pudiera recuperarse, la respuesta inmediata fue: "No, don Tito, a ver si le dan la pelea a otro y me quedo sin nada...tranquilo, yo peleo igual". Y cumplió.

Galíndez combatió esa noche con desesperación, coraje y actitud. Desprolijo, lanzando golpes abiertos y anunciados, mandó a la lona a Hutchins en el primer round y se puede decir que el combate se terminó allí, porque el norteamericano no logró recuperarse más.

En el cuarto, la campana lo salvó a Hutchins, quien cayó en el asalto siguiente. En el octavo, más por un empujón que por golpe, Galíndez derribó de nuevo a Hutchins, mientras un sector del público empezaba a pedirle al referí Jesús Celis que detuviera el ya desigual combate. Hubo una cuenta de pie en el 12do asalto, hasta que por fin, se produjo el abandono en el 13ro. Hutchins fue trasladado al hospital Costa Boero a las dos de la mañana. Lo acompañaron además de los médicos del hospital, Tito Lectoure y el doctor Roberto Paladino, médico de Galíndez. Cuando ya se retiraban del hospital -el susto había pasado- Lectoure le preguntó a Harry Grooms, el técnico de Hutchins si necesitaba algo y la respuesta no se hizo esperar: "Si le parece bien, arreglemos la bolsa".

Las historias de Oscar Bonavena y Víctor Galíndez iban a coincidir unos años más tarde, el 22 de mayo de 1976, cuando Víctor, tras ganar la pelea de su vida frente a Richie Kates, se enteró de la muerte de su ídolo, Oscar, asesinado en la puerta del MustangRanch.

Este 7 de diciembre, los recuerdos y la nostalgia tienen otro sabor, puesto que, a pesar de la amargura de la derrota, Bonavena se metió en el corazón de todos los argentinos. A su vez, a pesar de la alegría del triunfo, también el agrio sabor del drama estuvo presente en aquella noche del Luna, en donde Galíndez se consagró campeón mundial.

Drama, gloria, festejo, derrota... sensaciones que tanto Víctor Galíndez como Oscar Bonavena, paladearon y sufrieron.

Amigos en la vida, protagonistas también de trágicos destinos.

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