<
>

Espíritu valiente

El genio de Lakers fue criticado por sus producciones en los primeros juegos tras su regreso Noah Graham/NBAE/Getty Images

Kobe Bryant es un atleta que pertenece a otra época. Su fidelidad y su amor por el juego no parecen formar parte de los tiempos que corren. Sospecho que, en la intimidad, no debe ser un tipo fácil. Competitivo al extremo, obsesivo, irritable. Capaz de cambiar llantos por sonrisas en escasos segundos. Una forma difícil de dormir con el enemigo, él mismo, potenciando atributos lógicos de una personalidad nutrida de un grado de valentía tan grande que permite disfrazarla, por momentos, de locura.

Kobe rompió el molde de las expectativas. Le dio un portazo a su propia lesión como si se tratase de algo tan normal como un resfrío en invierno. Un comportamiento absurdo, poco recomendable, que ha dejado de existir en el mundo que vivimos, plagado de medidas de seguridad y normas de conducta. Bryant se ríe del orden establecido. Vive como se le ocurre. Juega como le place. Un grado de libertad que despierta cuestionamientos y elogios por doquier en un mundo que lo observa a diario.

El silencio de las estrellas es puro ruido para los ignotos. Nadie puede soportar la tranquilidad del genio sin sospechar chispazos de alarma. Kobe se mantuvo en el ostracismo y trabajó duro para regresar. Lo hizo sin despertar grandes expectativas. Dejó que su pierna, la misma que lo hizo llorar, le permita reír nuevamente. Sin forzarla, sin mirarla demasiado. Dejando que el músculo evolucione, regándolo todos los días con duras sesiones de gimnasio. Y pese a su paciencia, su regreso prematuro, a una edad deportiva avanzada, lo hizo poner en tela de juicio el arma de destrucción masiva que tiene un atleta de su clase: su propio físico.

No importaron la edad ni las consecuencias posibles de un exceso de esta naturaleza. Las contraindicaciones no parecen venir incluidas en el medicamento recetado. Bryant es un superhéroe de carne y hueso, y como tal es capaz de soportar las caídas para reconstruirse. Para reinventarse. Sufrimiento y éxtasis hacen equilibrio en su propio laboratorio, carente de puertas y ventanas.

"Mi ritmo está completamente fuera de sincronización", dijo Bryant tras su debut ante Raptors. "Pero es un comienzo, y creo que cualquier comienzo es bueno", agregó.

Los analistas escribieron en sus cuentas de Twitter. Observaron sus números, sus balones perdidos, su estado. Y sin siquiera darle minutos de acople, lo señalaron. Lo cuestionaron. Hablaron del equipo, de las variantes, de lo que podrá hacer Mike D'Antoni con él.

Nada más ridículo y peligroso que querer picar a la propia serpiente. Nada más pobre de espíritu que observar la planilla y no la expresión de un hombre que se había vencido a sí mismo para llegar a ese lugar. Su lugar. Su propio templo de lamentos y alegrías. ¿Cómo se puede ser tan drásticos con alguien que fue capaz de quebrar las propias fechas de vencimiento de la naturaleza?

Kobe Bryant es un tipo valiente, de los que ya no quedan en esta Liga. Lamenté profundamente no ser fanático de los Lakers en el choque ante los Raptors para poder agitar una camiseta en su honor. Piensen esto: Bryant se animó a desafiarse de nuevo contra muchachos que no sólo están en su plenitud, sino que tienen piernas quince años más jóvenes. Y lo hizo en un equipo que no está preparado ni cerca para pelear por un campeonato.

¿Hay algo más noble que sacrificar su propio legado en función de un desafío de esta clase? El resultado final, el triunfo descollante, es el propio regreso. El genio vuelve a estar entre los suyos y la página de gloria, el broche de oro de su carrera, ya ha sido escrito.

No se trata de dinero, ni de mujeres, ni de fama: Kobe Bryant ha llevado adelante lo imposible para volver a conquistar este juego. Para seducirlo. Como Ulises reencontrándose con Penélope, las pruebas de rigor han sido superadas.

Todo lo que llegue a partir de ahora, será un premio adicional.
Kobe, espíritu valiente, merece un final acorde a su carrera.

El reposo del guerrero. Él mismo lo ha conquistado.