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La Bruja de ingeniero Trompson

BUENOS AIRES -- Había escuchado que el regreso del Burrito Ortega era toda una novedad en este verano porteño, cada día más insoportable. (Hace poco leí en una revista norteamericana, especializada que para el 2022 no se podrá jugar al fútbol! La temperatura media rondará los 45 grados a la sombra). De confirmarse este dato, sería una pérdida irreparable para el mundo. Imagínense un mundo sin pelota. Tendremos que conformarnos con mirar videos remotos.

Dejando atrás las predicciones de La NASA y volviendo a lo que nos interesa: el Burrito ya se estrenó como ayudante de campo de la reserva de River. Con el Burrito, hoy me pasó algo increíble.

Por esas vueltas de la seducción femenina, terminé buscando la dirección de una agraciada señorita que me invitó a tomar mate en San Isidro. Me costó llegar a la calle Trompson al 200. De pronto me encontré caminando en un barrio de callecitas arboladas y chalets a dos aguas. Me sentí en otro país. ¡Qué lindo es San Isidro y qué hermosa es la calle Trompson!, exclamé mientras respiraba el olor de los jazmines de las veredas. La vegetación de la zona era un espectáculo: variedad, intensidad, excelente gusto.

¿Quién plantó tantos palos borrachos, palteros y lapachos de troncos preciosos? ¿Sarmiento? ¿Algún intendente moderno de hace cien años? Y la arquitectura de chalecitos y casitas con tejas era otro espectáculo aparte. Me paraba a cada paso a mirar las casas y la gente pensaba que era un chorro que estaba campaneando. ¡No, señores! No soy más que un sorprendido, un cándido que todavía se enamora de las calles.

En fin, extasiado, mirando para arriba las ramas y las flores de los árboles, me topé con un kiosquito singular, casi a la calle, con una sombrilla y una mesita, donde me senté a pedir una Quilmes bien helada. Salió una viejita con un sombrero alón, negro, y un bastón. Además, la dulce abuelita, como si me hubiera leído el cerebro, traía el Diario Olé bajo el brazo. "El Burrito, es la inspiración de los juveniles", decía una nota.

La abuelita del kiosco, apoyó la Quilmes bien fría y me dijo: "El Burrito Ortega agarró el tema de la reserva, porque quiere volver al fútbol". Le dije que ya se había retirado. Y la abuelita me dijo que lo conocía de chico, que cada tanto el Burrito iba a tomarse una cerveza en el mismo lugar donde yo estaba sentado.

- Ariel Ortega se queda horas mirando los árboles y me dice que quiere volver a jugar en River. Dice que todavía le queda cuerda en el carretel.

Yo bebí un trago fuerte de Quilmes sin parar. Tal vez se acabe el fútbol, pero la cerveza no se acabará nunca. Como no le respondí, la abuela de la calle Trompson soltó el rollo:

- El Burrito necesita estar con los jóvenes. Es como un vampiro energético, se nutre de la fuerza de los juveniles de River. Ramón Díaz ya sabe que el Burrito se está preparando con todo. Y no es capaz de decirle que no. Nadie puede decirle que no, a Ariel Arnaldo Ortega.

Que una abuelita me dijera que un hombre de menos de cuarenta años puede jugar al fútbol, no me parecía para nada una locura. Al fin de cuentas, Ortega es joven, aún para el fútbol.

¿Volverá el Burrito? ¿Recuperará el entusiasmo jugando con los juveniles de la reserva de River? River ya tiene un cupo vacío, más de uno cree que el Burrito vuelve en marzo, con todo. Sería un golazo para River.

Salud.